C¨®mo vivir despu¨¦s del infierno de Auschwitz
Miriam Mayer, una de las 200.000 personas que sobrevivieron, cuenta su historia

A sus 89 a?os, Miriam Mayer, de Ostrowska (Polonia), intenta mirar siempre hacia adelante, pese a cargar con el peso de haber pasado por Auschwitz-Birkenau, haber perdido a toda su familia y haber sobrevivido a las vejaciones a las que fue sometida. ¡°Nunca hablo de estas cosas. Si lo hiciera, no podr¨ªa vivir. Ser¨ªa imposible", afirma hoy desde su casa en Jerusal¨¦n, d¨ªa en el que se cumplen 70 a?os de la liberaci¨®n del mayor campo de exterminio creado por los nazis.
Esta es la primera vez que charla con un periodista. Es viuda. Se jubil¨® hace algunos a?os de su puesto en la Oficina Nacional de Estad¨ªsticas, donde recal¨® despu¨¦s de trabajar en una empresa de comercio exterior en Varsovia. Vive sola en un impecable y elegante piso en el vecindario del Museo de Israel, donde se presta para recordar sus a?os m¨¢s dif¨ªciles.
¡°Cuando pasaron por primera vez los alemanes, ya sab¨ªamos que se llevaban a los ni?os y a los mayores a trabajar. Solo dejaban a los j¨®venes. Maquill¨¦ a mi madre para que pareciera m¨¢s joven, aunque no s¨¦ por qu¨¦, ya que ten¨ªa s¨®lo 40 a?os¡±, afirma.
Corr¨ªa el a?o 1939 cuando su familia fue expulsada de su hogar en la ciudad de Lodz (Polonia) y trasladada al nuevo gueto. Ten¨ªa 17 a?os y sus hermanos, Yaacov y Mendel, de 15 y 13, fueron llevados a un hogar laboral, donde el jefe de la comunidad jud¨ªa les asegur¨® que iban a estar protegidos.
¡°Sab¨ªamos que buscaban mano de obra. Si trabajabas, viv¨ªas. Pero un d¨ªa hubo una selecci¨®n. Fuimos con mi madre a ver la casa y los ni?os ya no estaban¡±, se?ala y recuerda que su madre, Hinda Perl, se quebr¨®. Hab¨ªa enviudado en 1941, cuando su marido, mayor que ella, no logr¨® sobrevivir a la falta de alimento.
Los ¨²nicos momentos en los que se queda inmersa en el llanto es cuando habla de su madre, a quien los nazis mandaron a trabajar en las cloacas de la ciudad, empujando carros repletos de materia fecal, mientras Miriam lo hac¨ªa en una f¨¢brica de sillas de montar.
Al menos estaban juntas. Esa era la ¨²nica ventaja que ten¨ªa el gueto. Todos tem¨ªan que llegara el d¨ªa del traslado, ya que por aquel entonces la mayor¨ªa sab¨ªa que significaba el paso previo a la muerte en un campo de exterminio.
Finalmente, les lleg¨® el momento. Juntas, llegaron a Auschwitz-Birkenau tras un d¨ªa de viaje en un vag¨®n de carga. Los soldados alemanes les gritaban: ¡°?Raus! (?Afuera!)¡±. Los bramidos a¨²n resuenan en su mente como si los estuviera escuchando en la actualidad.
Al bajarse del tren de noche, Mayer se hiri¨® en una pierna. Se hizo un tajo que le lleg¨® hasta el hueso de la rodilla, lo que pod¨ªa significar un pasaje directo a la c¨¢mara de gas y los crematorios. ¡°Los alemanes me cuidaron. Habr¨ªan visto buen material para trabajar. Me llevaron a un lazareto y me curaron. Pero no hab¨ªa comida, por eso casi nadie sobrevivi¨® a ese lugar¡±, explica.
Durante los primeros d¨ªas, su madre aparec¨ªa con una porci¨®n de pan, de la peque?a raci¨®n que les repart¨ªan, para darle de comer. Un d¨ªa, ya no fue m¨¢s. Hab¨ªa llegado el momento de val¨¦rselas por s¨ª misma. ¡°Dorm¨ªa en el suelo, sin litera. Hab¨ªa muchas mujeres amontonadas ah¨ª y, con cada movimiento, se escuchaba un ruido. La capo, una eslovaca, nos gritaba: ¡®Si no os qued¨¢is quietas, ir¨¦is donde est¨¢n vuestros padres. ?Ven ese humo que sale de ah¨ª?¡¯ Si a¨²n no lo sab¨ªamos, ella se encarg¨® de cont¨¢rnoslo¡±, afirma.
No se sabe con exactitud cu¨¢ntas personas pasaron por Auschwitz-Birkenau, a pocos kil¨®metros de la ciudad de Cracovia, pero m¨¢s de un mill¨®n encontr¨® all¨ª la muerte, el 90% de ellos jud¨ªos. Sobrevivieron unas 200.000 personas, entre los que se encuentran los escritores Primo Levi, Viktor Frankl, el premio Nobel Elie Wiesel y la pol¨ªtica Simone Veil, entre otros.
En octubre de 1944, se produjo otra selecci¨®n de prisioneros y esta vez fueron elegidas Mayer y sus compa?eras. Ninguna sab¨ªa lo que les deparaba el futuro. Muchas pensaron que les hab¨ªa llegado el final. ¡°Nos dijeron que entr¨¢ramos en las duchas y ya sab¨ªamos lo que eso significaba: la c¨¢mara de gas. Nos despedimos unas de las otras. Entramos y eran de verdad. Hab¨ªa otra capo, una checa, que nos dijo: ¡®No lloren, ni?as. Ustedes van a trabajar¡¯¡±, recuerda.
De all¨ª, las trasladaron al poblado de Halbstadt, donde las pusieron a trabajar en una f¨¢brica alemana de piezas para aviones. Al mismo campo, llegaron franceses llevados de Alsacia-Lorena con sus familias tras rechazar la oferta de adoptar la ciudadan¨ªa alemana bajo la ocupaci¨®n nazi.
¡°Llegamos a un para¨ªso. El lugar era un sue?o de lugar, nada que ver con Auschwitz. No es que no tuvi¨¦ramos problemas, todav¨ªa estaban las SS, que era una raza aparte, pero los franceses nos trajeron buenas noticias: los rusos estaban en camino. Ya hab¨ªan liberado Lodz, nuestra ciudad, y hab¨ªan llegado a Auschwitz", explica. "Estos franceses fueron nuestros protectores. Si hab¨ªa pasado algo, si una chica hab¨ªa cometido un error o nos quer¨ªan castigar y nos negaban la comida, ellos dec¨ªan a los nazis: ¡®Si no hay comida no hay trabajo¡¯. Eran buenos hombres. Ya sab¨ªan que para los alemanes la cosa estaba perdida¡±. ¡°Lo quiero enfatizar hoy porque no se habla del antisemitismo de los franceses. Bueno, pues s¨ª, lo hay. Todos los sabemos. Pero estos fueron los mejores hombres. Franceses".
Tras la ca¨ªda del r¨¦gimen nazi, narra su periplo hasta llegar a Israel. ¡°Sal¨ª del campo y me sub¨ª gratis a un tren. Los alemanes nos hab¨ªan afeitado la cabeza. No ten¨ªamos casi pelo. Todos sab¨ªan qui¨¦nes ¨¦ramos y de d¨®nde ven¨ªamos¡±, rememora. Hizo varios turnos por Polonia, volvi¨® a su pueblo, donde comprob¨® que no le quedaba ni familia ni amigos y se march¨® a Varsovia. Se cas¨® con Jerzy Ostrowski, jud¨ªo oriundo de Polonia igual que ella pero con mejor suerte. Aunque hab¨ªa perdido a su familia entera, ¨¦l no hab¨ªa pasado por los campos porque se ofreci¨® como voluntario en el Ej¨¦rcito brit¨¢nico en Palestina. Tuvieron un hijo en 1950 y abandonaron Polonia siete a?os despu¨¦s a pesar de su buena situaci¨®n ¡ª¨¦l trabajaba en una editorial y ella, en el sector del comercio¡ª, porque insultaron a su hijo por ser jud¨ªo.
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