¡°Bajo los escombros o¨ªa llorar a los beb¨¦s¡±
Reconstrucci¨®n, con testimonios de los supervivientes, de la explosi¨®n en un hospital materno infantil de la capital mexicana
Bast¨® un segundo. Una explosi¨®n, un estruendo y despu¨¦s la nada. Eran las siete de la ma?ana del jueves cuando un cami¨®n cisterna descargaba gas en la cocina del Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa, al este de la Ciudad de M¨¦xico. El sulfuroso olor que desprend¨ªa invadi¨® las habitaciones de la ¨²nica planta del centro de neonatolog¨ªa. Un estallido cambi¨® la vida de reci¨¦n nacidos, mujeres y personal m¨¦dico. A la enfermera Ivonne Lugo, de 43 a?os y cabello oscuro, le quedaba apenas una hora para acabar su turno. Entonces lleg¨® el aviso y la rutina, tras 21 a?os de servicio, se quebr¨® en segundos.?
¡°Nos advirtieron de que hab¨ªa una fuga y deb¨ªamos desalojar. Mis compa?eras y yo no quisimos irnos hasta asegurar a los beb¨¦s. Hab¨ªa ocho en esa ¨¢rea. Est¨¢bamos pensando c¨®mo sacarlos, pero enseguida sucedi¨® todo. Una explosi¨®n, ruido, oscuridad y de pronto quedamos entre los escombros¡±, relata la sanitaria, todav¨ªa confundida.
Minutos antes, tres trabajadores de la compa?¨ªa Gas Express Nieto (Julio C¨¦sar Mart¨ªnez, Carlos Ch¨¢vez y Salvador Alatorre, hoy detenidos), hab¨ªan conectado una manguera del cami¨®n a la instalaci¨®n del edificio. Al tiempo que vigilaban la conexi¨®n al sistema, el olor inconfundible del hidrocarburo comenz¨® a salir. No es la primera vez que Gas Express tiene un accidente. En julio de 2014 otro escape mat¨® a tres personas en Quer¨¦taro. A las siete en punto de este jueves los operarios pidieron auxilio a los bomberos: la fuga era incontrolable.
¡°Me encuentro triste, enojado, preocupado, todos los sentimientos que se agolpan en situaciones como esta¡±
¡°En la colonia Contadero, en Cuajimalpa, reportaron fuga de gas, ya estamos cerca del lugar¡±, alertaba en su cuenta de Twitter el director de Bomberos de la Ciudad de M¨¦xico, Ra¨²l Esquivel, tan solo un minuto despu¨¦s de la llamada de emergencia. Ocho minutos m¨¢s tarde, con casco y guantes en mano, un grupo de bomberos llegaba a las puertas del hospital. El estallido interrumpi¨® su camino. Vidrios rotos volaron por la calle, la tranquila Cuajimalpa se cimbr¨® y una columna de humo blanco cubri¨® las ruinas del hospital.?
De aquellos minutos que pas¨® atrapada entre las ruinas ¡ª¡°alrededor de diez¡±, estima¡ª la enfermera Lugo retuvo sonidos. ¡°El llanto de los beb¨¦s, el de mis compa?eras, empezamos a hablarnos¡±. Entre bomberos y polic¨ªa la sacaron y la tumbaron sobre una camilla. ¡°Dos salimos bien, gracias a Dios. No s¨¦ realmente c¨®mo est¨¢ la otra trabajadora (una tercera), porque se qued¨® atrapada¡±. El 75% del edificio fue derribado por la explosi¨®n. Una mujer, de 25 a?os, y dos beb¨¦s murieron.?
Entre trozos de hormig¨®n, cables y polvo, algunos vecinos se abrieron paso para ayudar a los supervivientes. ¡°Fui a ver qu¨¦ pasaba y ayud¨¦ a una enfermera y a una trabajadora de limpieza a salir de los escombros¡±, cuenta Diego Hurtado, que vive a 100 metros del hospital, mientras mira desde su casa las estructuras del centro m¨¦dico que apenas se sostienen. El sitio contaba con 38 camas y la mitad estaban ocupadas en el momento de la explosi¨®n. El cami¨®n segu¨ªa ardiendo cuando Hurtado se acerc¨® y los heridos comenzaron a salir de los escombros, la mayor¨ªa madres con sus reci¨¦n nacidos en brazos. ¡°Ellas con sus cuerpos protegieron a los beb¨¦s¡±, relataba m¨¢s tarde el alcalde de la Ciudad de M¨¦xico, Miguel ?ngel Mancera.?
Una de esas madres fue Anet Casandra Vel¨¢zquez, de 26 a?os. Su padre la vio en un informativo de la televisi¨®n saliendo del hospital por su propio pie con el reci¨¦n nacido en brazos. ¡°Tuvo a su beb¨¦ a las siete de la tarde del mi¨¦rcoles. Oficialmente no nos han dicho nada de su estado¡±. Todav¨ªa no se explica lo sucedido. ¡°Me encuentro triste, enojado, preocupado, todos los sentimientos que se agolpan en situaciones como esta¡±. Los m¨¢s de 60 heridos fueron llevados a diferentes hospitales de la ciudad y la incertidumbre sobre el destino de los beb¨¦s no se aclar¨® hasta despu¨¦s del mediod¨ªa.?
A las puertas del hospital ABC Santa Fe, un centenar de personas, la mayor¨ªa j¨®venes, acudieron a donar sangre para los heridos. Una veintena de polic¨ªas resguardaba la entrada. La informaci¨®n, hasta el momento, era suministrada a los familiares a cuentagotas. Adri¨¢n Torres, de 23 a?os, se encontraba tranquilo tras la desesperante b¨²squeda de su hermana Auria. ¡°Ya nos dijeron que ella y mi sobrina est¨¢n estables. Ya con eso tenemos bastante¡±. El hospital de Cuajimalpa, fundado en 1993, hab¨ªa recibido quejas antes por negligencias m¨¦dicas, asegura. ¡°Pero nunca hab¨ªa ocurrido algo tan grave como esto¡±, reconoce.
La entrada del centro m¨¦dico ABC, un exclusivo hospital privado, reflejaba el contraste de Cuajimalpa, una de las 16 delegaciones del Distrito Federal, con 180.000 personas, y donde se sit¨²an, a la vez, algunos de los centros financieros m¨¢s importantes de Am¨¦rica Latina y los m¨¢s descuidados barrios de clase obrera de la capital mexicana. La distancia entre la cl¨ªnica ABC y el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa es de menos de 10 kil¨®metros, pero, por las diferencias en sus instalaciones, parece que las separa un mundo.?
A las tres de la tarde, la enfermera Ivonne Lugo recibe el alta y sale de la cl¨ªnica con una camisa azul clara y el brazo vendado. ¡°Me siento agradecida porque la vida me ha dado otra oportunidad para seguir trabajando. Todav¨ªa estoy en shock, fue una pesadilla, pero doy gracias por ser afortunada, por haber podido salir. He vuelto a nacer¡±, exclama. La enfermera no quiere saber nada de demandas. ¡°El hospital no tuvo la culpa y en cuanto a la gasera, ya se encargar¨¢n las autoridades de emprender alguna acci¨®n legal¡±. Su hija la espera fuera del hospital. Ivonne se dirige hacia ella y la abraza.
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