Una mala idea
Tener raz¨®n no confiere autom¨¢ticamente la capacidad de dise?ar una buena estrategia. Es lo que le pasa a los que estos d¨ªas intentan convencernos, desde Estados Unidos o dentro de la propia Europa, de que armar a Ucrania es una buena idea.
Dejando a un lado a los nost¨¢lgicos de aquel mundo en el que bastaba ponerse del lado contrario de Estados Unidos para tener raz¨®n, es obvio que Ucrania est¨¢ siendo v¨ªctima de una agresi¨®n por parte de un Estado vecino, Rusia. Y lo est¨¢ haciendo con dos agravantes intolerables: uno, simular mediante la infiltraci¨®n de fuerzas armadas de car¨¢cter irregular una inexistente guerra civil entre rusos ¨¦tnicos y ucranios donde nunca ha habido un problema de violencia sectaria; dos, violando las garant¨ªas de integridad territorial que en 1994 Mosc¨² concedi¨® a Kiev a cambio de que esta renunciara a sus armas nucleares. Si el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fuera como la estatua de la justicia, ciego y con una balanza en una mano y una espada en la otra, es seguro que no tardar¨ªa m¨¢s de diez minutos en condenar a Rusia como agresor y enviar cascos azules a sellar la frontera ruso-ucrania para impedir el paso (incesante), tanto de material como de efectivos militares rusos.
La pol¨ªtica europea acertada ha consistido en castigar a Rusia
Por tanto, no s¨®lo no hay equidistancia posible entre las partes, como pretenden algunos, sino que es evidente d¨®nde est¨¢ la raz¨®n legal, pol¨ªtica y moral en este conflicto. El problema es que, como Angela Merkel descubri¨® en la cumbre del G20 de Brisbane tras m¨¢s de dos horas de reuni¨®n a solas con Putin, no tenemos un problema de malentendidos. Si fuera un malentendido, Merkel, que se cri¨® en la RDA, habla ruso perfectamente y proviene del pa¨ªs que m¨¢s inter¨¦s y experiencia tiene en convivir con Rusia, lo habr¨ªa deshecho. Pero lo que emergi¨® de esa entrevista, y el tiempo transcurrido ha confirmado, es que Putin tiene una visi¨®n del mundo y de los intereses de Rusia completamente antag¨®nica a la de la UE.
Hasta la fecha, la pol¨ªtica europea, acertada, ha consistido en utilizar las sanciones para, primero, convencer a Rusia de que, aunque no le caigamos mal, para convivir con nosotros debe respetar unas m¨ªnimas pero esenciales reglas sobre la integridad territorial de los Estados y, dos, de que debe aceptar el derecho de los ucranios a decidir sobre el futuro de su pa¨ªs, incluyendo su vinculaci¨®n a la UE con un acuerdo de asociaci¨®n. Mientras Rusia no acepte esos dos principios viviremos en una tensa coexistencia, pero coexistencia. Armar a Ucrania no s¨®lo supone reconocer el fracaso de esa pol¨ªtica sino, peor a¨²n, estar dispuestos a asumir las consecuencias de ese fracaso. Porque si Ucrania, a pesar de esas armas, fracasara en defenderse, nos tocar¨ªa defenderla a nosotros. Y hasta ahora, cada vez que Ucrania ha progresado militarmente, Rusia ha elevado la presi¨®n y la ha doblegado. Europa no puede ganar jugando al juego ruso, s¨®lo jugando al propio.
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