Nigeria encara la tormenta perfecta
El retraso electoral ante la embestida de Boko Haram y el fuerte impacto de la ca¨ªda del precio del petr¨®leo complican la crisis de la primera potencia africana
Una de las ¨²ltimas fotograf¨ªas difundidas por Al Urwa al Wuthqa, el brazo medi¨¢tico de la secta islamista nigeriana Boko Haram, inmortaliza a un grupo de ni?os en formaci¨®n durante un entrenamiento militar. Los menores sostienen bajo el sol fusiles que cargan contra el hombro con gesto retorcido. Eso, los privilegiados. Algunos de los ni?os, los de la ¨²ltima fila, sujetan armas de cart¨®n y desfilan descalzos sobre la arena. Es una imagen tan tremenda como la violencia brutal que practica el grupo terrorista liderado por Abubaker Shekau. Pero es tambi¨¦n un fiel retrato del estado de las cosas que vive ¡ªo sufre¡ª Nigeria, el pa¨ªs m¨¢s poblado y rico de ?frica, primera potencia petrolera y militar del continente, a poco m¨¢s de un mes de la celebraci¨®n de las elecciones generales.
Ante el fuerte despliegue militar en el noreste, donde Boko Haram concentra sus ataques, y por quedar el resto del territorio al descubierto, la Comisi¨®n Electoral Nacional inform¨® el domingo pasado de que la cita electoral pasar¨ªa del 14 de febrero al 28 de marzo. Era la guinda al ambiente de inestabilidad que gobierna las calles durante la campa?a entre el actual presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, de 57 a?os, y el aspirante de la coalici¨®n opositora, el general y expresidente Muhammadu Buhari, de 72 a?os.
Porque ambos contendientes han dejado claro que respetar¨¢n el resultado de las urnas, aunque a nadie se le escapa que la violencia vuela sobre los comicios. Durante las elecciones de 2011, las menos sangrientas de la democracia ¡ªalcanzada en 1999¡ª, murieron un millar de personas. Tras el anuncio de la Comisi¨®n Electoral, decenas de seguidores de Buhari, que ya ocup¨® el poder en dictadura entre 1983 y 1985, se manifestaron en se?al de protesta.
Las encuestas emparejan a los dos aspirantes, pero el tiempo corre a favor de Jonathan, con m¨¢s recursos para la campa?a, como advierte en uno de sus ¨²ltimos reportes el think tank estadounidense The Soufan Group. Este mismo centro de an¨¢lisis recuerda que a 5 de febrero, s¨®lo 44 millones de los 68 millones de tarjetas electorales (para una poblaci¨®n de 180 millones) hab¨ªan llegado a su destino. Muchas de las zonas pendientes son fieles a Jonathan, por lo que el retraso electoral le beneficia. Como lo hace que la brecha abierta en el noreste por Boko Haram ¡ªcuyo nombre se traduce como ¡°la educaci¨®n occidental est¨¢ prohibida¡±¡ª haya traspasado la frontera.
Pese a las reticencias de Jonathan a la participaci¨®n de pa¨ªses extranjeros en un asunto que consideraba interno, la brutalidad de la secta en los Estados de Borno, Yobe y Adamawa, y sus incursiones a orillas del lago Chad, que ba?a la frontera entre Nigeria, N¨ªger, Camer¨²n y Chad, han obligado a los cuatro pa¨ªses a cooperar frente a los integristas. El general Buhari, musulm¨¢n, acusado en el pasado de detenciones arbitrarias, ejecuciones sumarias y de cercenar la libertad de expresi¨®n, ha denunciado la ineficacia del Gobierno de Jonathan, cristiano, para combatir a Boko Haram, que persigue la instauraci¨®n de un califato en el noreste.
El candidato de la oposici¨®n, que ya perdi¨® en 2011, ha manifestado que acabar¨¢ con la secta en cuesti¨®n de meses. Y para ello, como dijo en una entrevista reciente en CNN, conf¨ªa en el Ej¨¦rcito. Pero los militares, como ellos mismos han admitido, no tienen ni armas ni equipos suficientes. Uno de los pa¨ªses a los que Jonathan ha pedido refuerzos ha sido EE UU, a trav¨¦s de la venta de helic¨®pteros Cobra de combate. Washington se neg¨®, cuestionando la capacidad del Ej¨¦rcito de proteger a los civiles. El presidente Jonathan mantiene su deseo de que EE UU comprometa tropas en el terreno para combatir a la secta.
El analista nigeriano Max Siollun, uno de los mayores conocedores de la historia militar del pa¨ªs, relaciona en un art¨ªculo en Foreign Policy el recelo estadounidense no s¨®lo en el destino de las armas ¡ªmuchos arsenales han ca¨ªdo en manos de la milicia¡ª sino tambi¨¦n en la necesidad de Washington de comprar petr¨®leo nigeriano. En 2006, EE UU lleg¨® a adquirir incluso m¨¢s de un mill¨®n de barriles al d¨ªa. Ahora que la industria norteamericana produce mucho y m¨¢s barato, las compras se han llegado a reducir en casi un 100%. La ca¨ªda del precio del crudo ¡ªsupone el 90% de los ingresos del Estado nigeriano y un 75% de las exportaciones, si bien el sector petrolero est¨¢ amenazado fuertemente por la corrupci¨®n¡ª representa el segundo frente en la carrera presidencial entre Jonathan y Buhari. Seg¨²n las proyecciones del FMI, el motor econ¨®mico nigeriano, uno de los m¨¢s sanos del continente en los ¨²ltimos 15 a?os, ha frenado su marcha por el abaratamiento del petr¨®leo y, de un crecimiento del 7% previsto para 2015, pasar¨¢ al 5%.
El retroceso en los ingresos del crudo afecta notablemente a la franja sur del pa¨ªs, una burbuja econ¨®mica con una mayor¨ªa de poblaci¨®n cristiana donde se concentran las explotaciones petrol¨ªferas y af¨ªn, sobre el papel, a un aspirante presidencial correligionario. El general Buhari, con m¨¢s partidarios en el norte, m¨¢s pobre y mayoritariamente musulm¨¢n, que pese a haber formado parte de una administraci¨®n militar no sufri¨® la tacha de la corrupci¨®n, se ha comprometido a reducir la dependencia del crudo para salvar la enorme brecha que divide el pa¨ªs.
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