Hasta un ciego lo ve
Es dif¨ªcil transformar Estados Unidos sin el consenso del Congreso y sin la aprobaci¨®n de los jueces
La historia de la presidencia del dem¨®crata Barack Obama es la historia de los forcejeos con el poder judicial. Sus iniciativas han topado no s¨®lo con un poder legislativo bajo el control republicano, sino con unos tribunales con la capacidad para arruinarlas.
Ocurri¨® con la reforma sanitaria, que ampli¨® la cobertura a millones de personas sin seguro m¨¦dico. Adoptada por el Congreso en 2010, Obamacare afront¨® una guerra de guerrillas que desemboc¨® en el Tribunal Supremo.
Ocurre de nuevo con las medidas unilaterales del presidente para regularizar a millones de sin papeles,?suspendidas por un juez de Texas. La partida, entonces como ahora, se juega en tres tableros. Enfrenta a los dem¨®cratas con los republicanos, al Gobierno federal con los Estados y al poder ejecutivo con el judicial.
No sirve lamentarse por el obstruccionismo conservador: las dificultades de Obama para aplicar sus reformas ¡ªy consolidar el legado¡ª son el precio de la polarizaci¨®n. Tanto la reforma sanitaria como la migratoria se adoptaron sin el consenso del Partido Republicano, que representa a medio pa¨ªs. EE?UU no se transforma sin el Congreso y tampoco sin los jueces.
Los fundadores quer¨ªan evitar que el presidente gobernase solo. Desde el fin de la segregaci¨®n racial a la victoria de George W.?Bush, pasando por la legalizaci¨®n del aborto, el poder judicial es el que de verdad ha modelado el pa¨ªs.
En 1937, en pleno pulso con el Tribunal Supremo por el New Deal, el futuro juez del Supremo Felix Frankfurter escribi¨® una carta al presidente Franklin D. Roosevelt. Sus palabras valen para otros tribunales y otras ¨¦pocas. ¡°Hasta un ciego¡±, dijo, ¡°deber¨ªa ver que el tribunal hace pol¨ªtica¡±.
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