Bruselas ha ca¨ªdo
Europa afronta el desaf¨ªo yihadista y el de una potencia nuclear como Rusia
?Se imaginan ese titular? Que sea improbable no quiere decir que sea imposible. Al fin y al cabo, todos los imperios han ca¨ªdo. Y la Uni¨®n Europea no deja de ser un imperio; posmoderno, pac¨ªfico y basado en el derecho, pero un imperio al fin y al cabo. Pero precisamente por eso quiz¨¢ podamos aventurar que su ca¨ªda ser¨ªa diferente de la de otros imperios, es decir que no hace falta pensar en los hunos desfilando por la Rue de la Loi en Bruselas para imaginarse su fin. De hecho, si lo piensan bien, la mayor¨ªa de los imperios han ca¨ªdo desde dentro antes que desde fuera. Y lo han hecho, aqu¨ª es donde la cosa se pone interesante, generalmente v¨ªctima de las divisiones internas entre ¨¦lites, territorios o grupos sociales y, a la vez, por su incapacidad de adaptar su modelo econ¨®mico a los desaf¨ªos que el futuro les planteaba.
En ambos escenarios, abstenerse es imposible, pero intervenir con garant¨ªas de ¨¦xito es sumamente improbable
Europa tiene motivos para estar preocupada pues est¨¢ enfrentando simult¨¢neamente dos amenazas existenciales: una exterior y otra interior. En el exterior se ve sometida, por un lado, al desaf¨ªo de los yihadistas, que est¨¢n intentando por todos los medios atraerla a ese conflicto para as¨ª derrotarla a la vista de todo el mundo. Por otro, tiene ante s¨ª a una potencia nuclear que ha decidido romper con todas las normas que regulan el orden europeo y construirse una esfera de influencia a su medida aunque para ello tenga que desgajar el territorio de otros Estados. Pese a las diferencias entre ambos escenarios, los dos interpelan a Europa de manera similar: abstenerse es imposible, pero intervenir con garant¨ªas de ¨¦xito es sumamente improbable.
Europa podr¨ªa encontrar la manera de navegar todos esos conflictos, de Libia a Ucrania, de forma algo m¨¢s exitosa que la actual si no tuviera las dos manos atadas a la espalda. Una mano est¨¢ atada porque sus capacidades militares est¨¢n m¨¢s a la altura de su car¨¢cter posmoderno que a la de los desaf¨ªos que le plantean sus vecinos: ya estuvimos en las arenas de Libia y en los campos helados de Ucrania y no queremos volver. Y la otra mano est¨¢ atada porque los europeos, l¨ªderes y opiniones p¨²blicas, todav¨ªa no parecen haber percibido la naturaleza de lo que est¨¢ en juego.
De hecho, muchos prefieren seguir enzarzados en discutir sobre si la culpa de los problemas de Grecia es de las pol¨ªticas de austeridad o de la incompetencia de los sucesivos pol¨ªticos griegos. E incluso crecen los que, como los brit¨¢nicos de Nigel Farage, los seguidores de Marine Le Pen en Francia o los partidarios de Alternativa por Alemania, andan sopesando si no ser¨¢ mejor poner fin a todo esto.
Dir¨¢n que es tremendista, pero mientras las fronteras este y sur de Europa se deshilachan, la mitad de Europa anda enredada en juegos sem¨¢nticos sobre si lo que se va a firmar se llamar¨¢ programa o puente y la otra mitad se pregunta sobre si este proyecto tiene sentido. Al paso que vamos, cuando los b¨¢rbaros lleguen a Bruselas no va a haber nadie para recibirlos.
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