La mordaza en la era digital
El poder ha aprendido a esquivar los efectos liberadores de Internet. Mejoran las herramientas para atacar a los periodistas
Dos convicciones se han asentado en el pensamiento contempor¨¢neo sobre el periodismo. La primera es que Internet es la fuerza que m¨¢s est¨¢ convulsionando los medios de comunicaci¨®n. La segunda es que la Red y las herramientas de comunicaci¨®n e informaci¨®n que ha generado, como YouTube, Twitter y Facebook, est¨¢n desplazando el poder desde los Gobiernos a la sociedad civil y a los blogueros, ciberciudadanos o los llamados ¡°periodistas ciudadanos¡±. Es dif¨ªcil no estar de acuerdo. Sin embargo, estas afirmaciones esconden el hecho de que los Gobiernos est¨¢n teniendo el mismo ¨¦xito que Internet a la hora de irrumpir en los medios de comunicaci¨®n independientes y condicionar la informaci¨®n que llega a la sociedad.
Es m¨¢s, en muchos pa¨ªses pobres o en los que tienen reg¨ªmenes autocr¨¢ticos, las acciones gubernamentales pesan m¨¢s que Internet a la hora de definir c¨®mo y qui¨¦n produce y consume la informaci¨®n. Hay un hecho sorprendente que lo ilustra: la censura est¨¢ en pleno apogeo en la era de la informaci¨®n. En teor¨ªa, las nuevas tecnolog¨ªas hacen que a los Gobiernos les sea m¨¢s dif¨ªcil, y en ¨²ltima instancia imposible, controlar el flujo de la informaci¨®n. Algunos sostuvieron que el nacimiento de Internet presagiaba la muerte de la censura. En 1993, John Gilmore, un pionero de Internet, declaraba a Time: ¡°La Red interpreta la censura como un obst¨¢culo que debe evitar y evadir¡±.
Hoy, muchos Gobiernos han aprendido a esquivar los efectos liberadores que tiene Internet. Como los emprendedores, est¨¢n recurriendo a la innovaci¨®n y la imitaci¨®n. En Hungr¨ªa, Ecuador, Turqu¨ªa o Kenia, las autoridades emulan a autocracias como Rusia, Ir¨¢n o China censurando noticias cr¨ªticas y creando sus propias empresas estatales de comunicaci¨®n. Tambi¨¦n est¨¢n dise?ando herramientas m¨¢s sutiles para atacar a los periodistas. De esta forma, la esperanza de que Internet permitir¨ªa la proliferaci¨®n de fuentes de informaci¨®n independientes y diversas se ha hecho realidad solo para una parte minoritaria de la humanidad, la que vive en democracias consolidadas.
En Venezuela, dos de los principales peri¨®dicos, cr¨ªticos con el Gobierno, han sido vendidos a empresas misteriosas
Como periodistas, hemos conocido de primera mano los efectos transformadores de Internet. La Red es capaz de reformular cualquier ecuaci¨®n de poder en la que la informaci¨®n sea una variable. Pero esto no es una ley universal. Cuando empezamos a cartografiar ejemplos de censura, nos alarm¨® el hecho de encontrar a simple vista tantos casos y tan descarados. Pero m¨¢s sorprendente todav¨ªa es la magnitud de la censura que no se ve, y que es dif¨ªcil detectar por diversos motivos. Primero, algunas herramientas de control de los medios se enmascaran como perturbaciones del mercado. Segundo, en muchos lugares, el uso de Internet y la censura se est¨¢n extendiendo r¨¢pidamente de forma simult¨¢nea. Tercero, aunque Internet es un fen¨®meno mundial, la censura se percibe todav¨ªa como un problema local o nacional. Las pruebas indican otra cosa.
En Venezuela, por ejemplo, entran en juego estos tres factores. El uso de Internet est¨¢ creciendo a gran velocidad, a pesar del ambicioso programa de censura aplicado desde el Gobierno. Algunos de sus m¨¦todos permanecen ocultos, y han salido a la luz en otros pa¨ªses. Uno de ellos consiste en hacerse con el control de medios independientes a trav¨¦s de empresas fantasma y falsos compradores.
Seg¨²n Tamoa Calzadilla, que hasta el a?o pasado era directora de investigaci¨®n de ?ltimas Noticias, el peri¨®dico con m¨¢s circulaci¨®n de Venezuela, ni en Europa ni en Estados Unidos se hacen idea de la cantidad y variedad de presiones que sufren los periodistas de su pa¨ªs. Calzadilla dimiti¨® en se?al de protesta despu¨¦s de que unos compradores an¨®nimos se hiciesen con el control del peri¨®dico y el nuevo director exigiese unos cambios injustificados en un reportaje de investigaci¨®n sobre las protestas contra el Gobierno. ¡°Esta no es la censura de toda la vida, donde te ponen a un soldado en la puerta del peri¨®dico y agreden a los reporteros¡±, nos dec¨ªa Calzadilla. ¡°En vez de eso, compran el peri¨®dico, se querellan contra los periodistas y los llevan a juicio, escuchan a escondidas sus conversaciones y las emiten por la televisi¨®n estatal. Es la censura del siglo XXI¡±.
La nueva censura cuenta con muchos profesionales, y con m¨¦todos cada vez m¨¢s refinados:
En Hungr¨ªa, la Autoridad de Medios de Comunicaci¨®n tiene la potestad de recoger informaci¨®n detallada sobre los periodistas y sobre la publicidad y los contenidos editoriales. El r¨¦gimen del primer ministro Viktor Orb¨¢n recurre a multas, impuestos y la concesi¨®n de licencias para presionar a los medios cr¨ªticos, y destina la publicidad estatal hacia rotativos que simpatizan con el Gobierno.
En Pakist¨¢n, la autoridad reguladora estatal suspendi¨® la licencia de emisi¨®n de Geo TV, el canal m¨¢s popular del pa¨ªs, despu¨¦s de que los servicios secretos presentasen contra la empresa una demanda por difamaci¨®n, tras el asesinato de uno de los periodistas m¨¢s famosos de la cadena. El canal se pas¨® 15 d¨ªas sin poder emitir en junio de 2014. Los periodistas paquistan¨ªes dicen que la autocensura y los sobornos son moneda corriente.
En Turqu¨ªa, la legislaci¨®n relativa a Internet confiere autoridad a la Direcci¨®n de Telecomunicaciones para eliminar cualquier web o contenido ¡°a fin de salvaguardar la seguridad nacional y el orden p¨²blico, as¨ª como para evitar un crimen¡±. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha sido criticado por encarcelar a docenas de periodistas y por usar investigaciones tributarias y multas elevadas como represalias por coberturas informativas cr¨ªticas. Hace poco, el Gobierno bloque¨® Twitter y otras redes sociales supuestamente en respuesta a un esc¨¢ndalo de corrupci¨®n en el que estaban implicados Erdogan y otros funcionarios de alto rango.
En Rusia, el presidente Vlad¨ªmir Putin est¨¢ reconfigurando el paisaje medi¨¢tico a imagen y semejanza del Gobierno. En 2014, varios medios de comunicaci¨®n fueron cerrados o cambiaron de l¨ªnea editorial de un d¨ªa para otro en respuesta a la presi¨®n gubernamental. Y al mismo tiempo que lanzaba sus propios canales informativos, el Gobierno aprobaba una ley que limitaba la inversi¨®n extranjera en medios rusos.
Tradicionalmente, la censura ha sido un ejercicio de copiar y pegar. Los funcionarios del Gobierno inspeccionaban el contenido de los peri¨®dicos, revistas, libros, pel¨ªculas o informativos y lo suprim¨ªan o alteraban de modo que solo la informaci¨®n considerada aceptable llegase a la ciudadan¨ªa. Para las dictaduras, la censura abr¨ªa la puerta a cierres de medios y persecuci¨®n de los periodistas rebeldes, que pod¨ªan acabar en el exilio, la c¨¢rcel o muertos.
A principios de la d¨¦cada de los noventa, el periodismo lleg¨® a Internet, y la censura lo sigui¨®. Los filtros, los bloqueos y los ciberataques sustituyeron a las tijeras y la tinta negra. Algunos Gobiernos prohibieron el acceso a p¨¢ginas web que no les gustaban y redirigieron a los usuarios a sitios que parec¨ªan independientes pero que, en realidad, estaban bajo su control. Infiltraron a funcionarios especializados en los foros y chats para influir en lo que all¨ª se debat¨ªa. Y encargaron a piratas inform¨¢ticos an¨®nimos que destruyeran webs y blogs, y obstaculizaran la presencia en Internet de quienes los criticaban atacando o bloqueando sus p¨¢ginas de Facebook o cuentas de Twitter.
Los activistas diestros en tecnolog¨ªa encontraron pronto formas de protegerse y eludir la censura digital. Durante alg¨²n tiempo, dio la impresi¨®n de que estaban ganando la batalla a burocracias gubernamentales centralizadas, jer¨¢rquicas y lentas. Pero los Gobiernos aprendieron r¨¢pido, sobre todo los m¨¢s autoritarios. Muchos dejaron de ser meros espectadores de la revoluci¨®n digital para convertirse en expertos en tecnolog¨ªas que les permitieron monitorizar contenidos, controlar a activistas y a periodistas y dirigir el flujo de la informaci¨®n.
China es el pa¨ªs donde se ponen de manifiesto con mayor intensidad las contradicciones que ha generado la Red. La naci¨®n con m¨¢s usuarios de Internet y con el crecimiento m¨¢s veloz de la poblaci¨®n conectada es tambi¨¦n el mayor censor del mundo. De los 3.000 millones de internautas del mundo, el 22% vive en China (en EE?UU, casi el 10%). Pek¨ªn ha creado lo que llama ¡°el Gran Cortafuegos¡± para bloquear contenidos, incluidas las p¨¢ginas de informaci¨®n extranjeras. Se calcula que dos millones de censores controlan Internet y la actividad de los usuarios. Sin embargo, el 76% de los chinos afirman sentirse libres de la vigilancia gubernamental, seg¨²n una encuesta citada por la cadena brit¨¢nica BBC. Es el porcentaje m¨¢s alto de los 17 pa¨ªses estudiados.
El motivo es que las autoridades chinas idean sistemas de censura m¨¢s sutiles y dif¨ªciles de detectar por los ciudadanos. En Hong Kong, donde Pek¨ªn debe respetar la libertad de prensa por ley, han forzado el despido de redactores y columnistas cr¨ªticos, han promovido la retirada de publicidad tanto estatal como privada, incluida la de algunas multinacionales, y han llevado a cabo ciberataques contra algunas webs. La Asociaci¨®n de Periodistas de Hong Kong ha descrito el a?o 2014 como ¡°el m¨¢s oscuro para la libertad de prensa desde hace varias d¨¦cadas¡±.
Las acciones de China ponen de manifiesto las nuevas opciones que tiene la censura: puede ser directa y visible, o indirecta y sigilosa. La censura furtiva puede conllevar la creaci¨®n de entidades que parecen empresas privadas u organizaciones no gubernamentales que se presentan como miembros ¡°de la sociedad civil¡±, pero que est¨¢n controladas en realidad por el poder pol¨ªtico. Y as¨ª, piratas inform¨¢ticos de Rusia o China, por ejemplo, atacan las redes de los cr¨ªticos ¡ªtanto en sus pa¨ªses como en el extranjero¡ª de forma difusa, como activistas an¨®nimos desperdigados por el mundo, cuando son aliados del r¨¦gimen.
Las filtraciones de Snowden demuestran que cualquier Estado puede husmear en la vida de los ciudadanos
La censura furtiva atrae a los Gobiernos autoritarios que quieren parecer democr¨¢ticos (o, al menos, no ser vistos como dictaduras a la vieja usanza).
En los reg¨ªmenes pseudodemocr¨¢ticos, el modo en que un Gobierno ejerce la censura suele reflejar la tensi¨®n existente entre la proyecci¨®n de una imagen democr¨¢tica y la supresi¨®n implacable de la disensi¨®n. Venezuela es un buen ejemplo. Este pa¨ªs de 30 millones de habitantes se ha convertido en un laboratorio de distintas formas de control del flujo de informaci¨®n. El modelo venezolano ofrece varios ingredientes sustanciosos: unos medios independientes valientes y batalladores, un establishment de la prensa que sirve a las ¨¦lites, una revoluci¨®n socialista que dice construir una democracia popular y una ciudadan¨ªa polarizada que es testigo de una guerra informativa casi permanente.
A medida que se ha ido agravando la crisis pol¨ªtica y econ¨®mica, el Estado y sus aliados parecen haber desenfundado una nueva arma: silenciar la informaci¨®n cr¨ªtica mediante la adquisici¨®n secreta de algunas de las empresas privadas de comunicaci¨®n m¨¢s molestas para el Gobierno.
Al principio, las operaciones se asemejaban al cambio de guardia que se est¨¢ produciendo en los grupos medi¨¢ticos tradicionales de todo el mundo. Afectaron a ?ltimas Noticias, el peri¨®dico m¨¢s vendido, pero con m¨¢s problemas econ¨®micos de Venezuela, y al rotativo m¨¢s antiguo, El Universal. Pero con el tiempo, estas ventas se perfilan no como una consecuencia de las perturbaciones del mercado, sino como una intromisi¨®n pol¨ªtica a trav¨¦s de compradores afines al Gobierno, dinero turbio y una red de empresas extranjeras, algunas de las cuales fueron creadas de un d¨ªa para otro con el fin de ocultar la identidad de los nuevos propietarios.
Las estrategias legales empleadas en estas adquisiciones hacen que sea dif¨ªcil seguirles la pista. No hay ninguna prueba que las conecte de forma directa con fondos gubernamentales. Pero las enormes irregularidades en las operaciones y los cambios posteriores en la l¨ªnea editorial han convencido a los periodistas de que estos medios han perdido su independencia.
En el caso de ?ltimas Noticias y la cadena a la que pertenece, el comprador fue Latam Media Holding, una empresa fantasma creada en Cura?ao menos de un mes antes de la adquisici¨®n. El precio, que no se hizo p¨²blico en su momento, super¨® los 97 millones de d¨®lares, una suma enorme en el contexto de la d¨¦bil econom¨ªa venezolana. Seg¨²n los documentos que hemos examinado, dos d¨ªas antes de la venta, una de las antiguas accionistas vendi¨® su participaci¨®n por 11 millones de d¨®lares a un fondo de divisas latinoamericano de titularidad opaca, una transacci¨®n que se mantuvo en secreto. El mayor peri¨®dico del pa¨ªs cambi¨® de manos y las preguntas sobre el origen de los fondos y la identidad de los propietarios obtuvieron el silencio por respuesta.
La intriga aument¨® cuando trascendi¨® que Latam Media Holding est¨¢ controlada por Robert Hanson, un empresario brit¨¢nico sin experiencia en inversiones en medios de comunicaci¨®n ni en Latinoam¨¦rica. Hanson es el hijo multimillonario del fallecido empresario industrial lord Hanson y figura habitual en la cr¨®nica social londinense (un ¡°brib¨®n sofisticado¡±, seg¨²n una memorable descripci¨®n del peri¨®dico The Times). El empresario guarda silencio.
Los nuevos directores de ?ltimas Noticias aseguraron a la plantilla que las normas de calidad del peri¨®dico no cambiar¨ªan. Pero, al cabo de unas semanas, seg¨²n relatan los periodistas, les pidieron que suavizasen los art¨ªculos cr¨ªticos con el Gobierno o les presionaron para que directamente no los escribiesen, acusaci¨®n que ha negado el actual director. Desde la compra, m¨¢s de 50 redactores han dimitido.
Los periodistas y los directivos de los medios de comunicaci¨®n de Venezuela est¨¢n acostumbrados a que las autoridades los traten con dureza. El difunto presidente Hugo Ch¨¢vez y su sucesor, Nicol¨¢s Maduro, han atacado a medios privados por apoyar a la oposici¨®n y los han acusado de desestabilizar el pa¨ªs. El Gobierno ha aprobado leyes que limitan la libertad de prensa, ha restringido el acceso a la informaci¨®n p¨²blica, ha impuesto multas y cargas tributarias a las empresas de comunicaci¨®n, ha negado licencias de emisi¨®n, ha obligado a retirar programas de la parrilla y ha utilizado el control de divisas para provocar escasez de papel de peri¨®dico, que es importado. Al menos una docena de peri¨®dicos han cerrado por falta de suministros.
El Estado tiene un largo historial de acosos, detenciones y palizas a periodistas, que adem¨¢s est¨¢n expuestos a continuas demandas por difamaci¨®n. Los funcionarios suelen recurrir a los medios de comunicaci¨®n estatales para vilipendiar a determinados periodistas o publicaciones. Los reporteros saben que corren un gran riesgo personal si escriben sobre la corrupci¨®n o sobre la escasez de productos b¨¢sicos ¡ªdesde papel higi¨¦nico a medicamentos o alimentos esenciales¡ª. En un sondeo realizado por la rama venezolana del Instituto de Prensa y Sociedad, que defiende la libertad de prensa, el 42% de los periodistas consultados afirm¨® haber sido presionado por funcionarios de la Administraci¨®n para cambiar un art¨ªculo.
La represi¨®n directa contra los medios le ha salido cara al Gobierno: ha provocado protestas en el pa¨ªs y condenas internacionales. Y nunca ha funcionado durante mucho tiempo.
Hasta hace poco, los venezolanos pod¨ªan encontrar informaci¨®n potente sobre asuntos delicados como la salud de Ch¨¢vez (muri¨® de c¨¢ncer en 2013), las impactantes estad¨ªsticas sobre criminalidad (la segunda tasa de asesinatos m¨¢s alta del mundo) y la gesti¨®n estatal del sector energ¨¦tico (incluidas las reservas de petr¨®leo m¨¢s grandes del mundo).
Pero las cosas cambian en la primera mitad de 2014, con los violentos enfrentamientos entre manifestantes y la polic¨ªa. Unas protestas estudiantiles en respuesta a un crimen en un campus universitario se propagaron hasta convertirse en una aut¨¦ntica crisis para Maduro. Cuando empezaron a multiplicarse los muertos y heridos, el Gobierno cerr¨® NTN24, un canal de cable internacional que cubr¨ªa la informaci¨®n. Bloque¨® todas las im¨¢genes en Twitter. Hubo periodistas, fot¨®grafos y operadores de c¨¢mara detenidos y golpeados. Los medios de comunicaci¨®n estatales apenas informaban de la violencia y de los motivos que hab¨ªa tras las protestas. Particularmente sorprendente fue la d¨¦bil cobertura en Globovisi¨®n, un canal de noticias de 24 horas. Unos meses antes hab¨ªa sido adquirido por una aseguradora supuestamente cercana al r¨¦gimen de Maduro. Hab¨ªa sido la ¨²ltima cadena de televisi¨®n cr¨ªtica con el Gobierno.
En ?ltimas Noticias, el equipo de investigaci¨®n dirigido por Tamoa Calzadilla consigui¨® una gran primicia: un v¨ªdeo que mostraba a polic¨ªas y agentes de paisano disparando a un grupo de manifestantes que hu¨ªan y matando a uno de ellos. A pesar de que el diario acababa de cambiar de manos, Calzadilla y su equipo publicaron el v¨ªdeo en Internet. Su reportaje condujo a las primeras detenciones de miembros de las fuerzas de seguridad. Pero poco tiempo despu¨¦s, el presidente del grupo propietario del peri¨®dico dimiti¨® y fue sustituido por un aliado del partido en el Gobierno.
Al mes siguiente, Calzadilla present¨® al nuevo director un reportaje sobre los manifestantes y la polic¨ªa prepar¨¢ndose para los enfrentamientos en Caracas. Cuenta que se neg¨® a emitirlo a menos que dijera que los manifestantes estaban financiados por Estados Unidos (no hab¨ªa pruebas de ello). En vez de hacerlo, Calzadilla dimiti¨® y, antes de salir del edificio, tuite¨® la frase: ¡°El periodismo primero¡±.
Si la adquisici¨®n de ?ltimas Noticias fue un misterio, la compra de El Universal en julio de 2014 tuvo elementos propios de una farsa. Sus propietarios (a quienes Maduro hab¨ªa descrito en televisi¨®n como ¡°oligarqu¨ªa rancia¡±) anunciaron la venta del rotativo, con 106 a?os de antig¨¹edad, un mes despu¨¦s de que remitieran las protestas. El comprador fue una empresa de inversiones espa?ola fundada un a?o antes con un capital de unos 4.000 d¨®lares (3.500 euros). Seg¨²n los documentos publicados por el bloguero Alek Boyd, el ¨²nico accionista de la empresa espa?ola era una firma registrada en Panam¨¢ llamada Tecnobreaks, Inc. Pero cuando Boyd se puso en contacto con los fundadores de Tecnobreaks se encontr¨® con un padre y un hijo venezolanos que aparentemente se dedicaban a la reparaci¨®n de coches. Le dijeron que no sab¨ªan nada de la venta y que ellos no eran gente de dinero.Hoy sigue siendo un misterio qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s de la compra de El Universal o cu¨¢nto se pag¨® por ¨¦l (se calcula que entre 20 y 100 millones de d¨®lares). El cambio de propiedad tuvo un claro efecto sobre el d¨ªa a d¨ªa de la redacci¨®n. Durante el mes siguiente a la venta, al menos 26 periodistas dijeron haber sido despedidos por informar de manera cr¨ªtica. A Rayma Suprani, una popular dibujante, la despidieron por una vi?eta en la que se burlaba de la famosa firma de Ch¨¢vez, que se iba empeque?eciendo hasta convertirse en una l¨ªnea recta que representaba la muerte de la sanidad en Venezuela. ¡°No sabemos qui¨¦n compr¨® El Universal ni qui¨¦n paga los salarios¡±, declaraba a CNN en espa?ol tras su despido. ¡°Pero ahora sabemos que les molesta una l¨ªnea editorial cr¨ªtica. As¨ª que podemos suponer que no fue un hombre invisible, sino el Gobierno, quien se apoder¨® del peri¨®dico¡±.
Suprani publica ahora sus vi?etas en Twitter, donde tiene m¨¢s de medio mill¨®n de seguidores. Muchos de los periodistas con m¨¢s iniciativa de Venezuela se han pasado a Internet. Tamoa Calzadilla es directora de investigaci¨®n para Runrun.es, un portal de noticias independiente con reporteros en Caracas, donde, seg¨²n nos dec¨ªa, ¡°est¨¢n haciendo el periodismo que hace falta¡±. Pero aunque el uso de Internet est¨¢ en r¨¢pido crecimiento en Venezuela, menos de la mitad de la poblaci¨®n tiene acceso a la Red. En un pa¨ªs partido en dos por la pol¨ªtica, la mayor¨ªa de los venezolanos solo se entera de la mitad de la historia.
A pesar de la crisis econ¨®mica, el Gobierno est¨¢ invirtiendo grandes cantidades en la construcci¨®n de su propio imperio medi¨¢tico. La cadena de televisi¨®n estatal TeleSur se ha convertido en el mayor canal de noticias de 24 horas de Latinoam¨¦rica. Fundada por Ch¨¢vez ¡°para liderar y fomentar la unificaci¨®n de los pueblos del sur¡±, ahora da trabajo a 800 periodistas. La empresa marc¨® un hito el a?o pasado con la presentaci¨®n de una web y un informativo en ingl¨¦s, que publicit¨® en un anuncio a toda p¨¢gina en The New Yorker.
Por un momento, durante la primavera ¨¢rabe, en 2011, parec¨ªa que las redes sociales estaban confiriendo a los activistas defensores de la democracia cierta ventaja frente a reg¨ªmenes atrincherados. Es c¨¦lebre la an¨¦cdota de que, mientras los manifestantes celebraban sus triunfos en Egipto, el ejecutivo de Google Wael Ghonim le dijo al veterano periodista Wolf Blitzer: ¡°Si quieres liberar a un pueblo, dale Internet¡±. Aunque la compleja din¨¢mica del levantamiento iba mucho m¨¢s all¨¢ de la revoluci¨®n de Facebook, la expresi¨®n reflejaba el sentimiento de que algo importante hab¨ªa cambiado.
Cuatro a?os despu¨¦s, la libertad de los medios en Egipto se ve sometida a un devastador ataque. Decenas de periodistas han sido encarcelados, seg¨²n el Comit¨¦ para la Protecci¨®n de los Periodistas. Amnist¨ªa Internacional inform¨® durante el pasado verano que ten¨ªa unos documentos que probaban la existencia de un programa gubernamental para crear un sistema de espionaje y supervisar qu¨¦ pasaba en Facebook, Twitter, WhatsApp y otras redes sociales. Podr¨ªa ser un eslogan para la contrarrevoluci¨®n de Facebook: para otorgarle poder a un Gobierno, dale Internet.
Las filtraciones de Edward Snowden han dejado claro que Internet es una herramienta con la que cualquier Gobierno, con los medios necesarios, puede husmear en las vidas de los ciudadanos, incluidos los periodistas. Es cuestionable que el espionaje realizado por Estados Unidos o Reino Unido en sus territorios se pueda considerar censura. Pero las autorizaciones del Gobierno de Obama para pinchar los tel¨¦fonos de periodistas y la persecuci¨®n judicial de las filtraciones han tenido un efecto intimidatorio muy bien documentado en la informaci¨®n sobre seguridad nacional. Que un Estado lleve a cabo rastreos electr¨®nicos hace que ning¨²n periodista que informe sobre asuntos secretos pueda, en conciencia, garantizar el anonimato a sus fuentes.
Estas pol¨ªticas de seguridad nacional sit¨²an a EE?UU y otras democracias consolidadas en el mismo debate que aquellos pa¨ªses, como Rusia, que ven Internet como una amenaza y una herramienta de control. La mayor¨ªa de estos pa¨ªses no han intentado esconderse ante las acusaciones de que utilizan Internet para llevar a cabo operaciones de vigilancia. En cambio, Rusia, India, Australia y otros han aprobado unas normas sobre seguridad que convierten esa pr¨¢ctica en ley.
Los periodistas temen, con raz¨®n, verse encerrados en esta trampa electr¨®nica. Con frecuencia, son su objetivo. China ha pirateado las cuentas de correo electr¨®nico de algunos periodistas extranjeros, se supone que para rastrear sus fuentes e introducirse en los servidores de los grandes peri¨®dicos norteamericanos. La Agencia Nacional de Seguridad (NSA, en ingl¨¦s) de Estados Unidos penetr¨® en la red de Al Jazeera. El Gobierno colombiano espi¨® las comunicaciones de periodistas extranjeros que cubr¨ªan las conversaciones de paz con la guerrilla. El Organismo de Seguridad de Redes de Informaci¨®n de Etiop¨ªa ha seguido la pista a periodistas en Estados Unidos. Bielorrusia, Rusia, Arabia Saud¨ª y Sud¨¢n controlan de manera rutinaria las comunicaciones de los periodistas, seg¨²n Reporteros Sin Fronteras.
Joel Simon, director ejecutivo del Comit¨¦ para la Protecci¨®n de los Periodistas, describe las siniestras consecuencias de la vigilancia en su ¨²ltimo libro, The New Censorship (La nueva censura).</CF> Simon relata con escalofriante detalle el modo en que Ir¨¢n convirti¨® el uso de Internet en un arma contra los manifestantes en 2009. Los agentes de seguridad torturaron a reporteros como Maziar Bahari (en cuya historia se basa la pel¨ªcula de Jon Stewart Rosewater) hasta que confesaron las contrase?as de sus redes sociales y correos electr¨®nicos, y luego peinaron sus redes e identificaron y detuvieron a sus fuentes. Los funcionarios iran¨ªes tambi¨¦n crearon cuentas falsas de Facebook para atraer a los activistas. ¡°El uso de Facebook y otras plataformas sociales por parte de los Gobiernos para desmantelar redes pol¨ªticas se ha convertido en una pr¨¢ctica habitual¡±, escribe Simon.
Los Estados no son los ¨²nicos que emplean estas t¨¦cnicas. En M¨¦xico, los carteles de la droga llevan a cabo operaciones monstruosas en Internet para intimidar a sus rivales, al Gobierno y a los ciudadanos. Los narcotraficantes han silenciado con brutalidad los intentos de informar an¨®nimamente sobre sus actividades en las redes sociales. En octubre de 2014, varios sicarios secuestraron a una ¡°periodista ciudadana¡±, Mar¨ªa del Rosario Fuentes Rubio, y publicaron im¨¢genes de su cad¨¢ver en su cuenta de Twitter.
En Rusia, y el resto del mundo, se repite un patr¨®n: el Estado presiona a los medios de comunicaci¨®n independientes para que migren a Internet, donde deben reconstruir su p¨²blico y donde el Gobierno es un poderoso arrendatario, o incluso terrateniente. Si los medios independientes se vuelven demasiado grandes en la Red, como el popular portal ruso de noticias Lenta.ru, puede suceder que sus directores sean despedidos de repente, la l¨ªnea editorial cambie y el portal se venga abajo.
Una tendencia inquietante es la uni¨®n de varios Gobiernos con el objetivo de construir un Internet m¨¢s f¨¢cil de controlar. China ha asesorado a Ir¨¢n sobre c¨®mo crear su propio Internet halal [una especie de intranet nacional gigante]. Pek¨ªn tambi¨¦n ha estado compartiendo sus conocimientos con Zambia para bloquear contenidos clave de Internet, seg¨²n Reporteros Sin Fronteras. Empresas de vigilancia privadas ofrecen sus servicios a los pa¨ªses que quieren mejorar sus programas de descifrado.
Si con eso no basta, algunos Gobiernos siguen contando con que la autocensura haga su trabajo. El pasado octubre, tras un mort¨ªfero ataque contra el Ej¨¦rcito perpetrado por militantes isl¨¢micos, los m¨¢ximos responsables de m¨¢s de una docena de peri¨®dicos egipcios se comprometieron a no publicar las cr¨ªticas contra el Gobierno y bloquear ¡°los intentos de cuestionar a las instituciones estatales o insultar al Ej¨¦rcito, la polic¨ªa o la judicatura¡±. Los propietarios de la cadena de televisi¨®n Al Nahar a?adieron: ¡°La libertad de expresi¨®n nunca puede justificar que se mine la moral del Ej¨¦rcito egipcio¡±.
Por cada Gobierno que consigue controlar la informaci¨®n o reprimir a periodistas, hay ejemplos de ciudadanos audaces que han encontrado f¨®rmulas para eludir o socavar los controles oficiales. O simplemente est¨¢n dispuestos a correr el riesgo de oponerse a un Gobierno que afirma ser el ¨²nico que tiene autoridad para escribir la historia. Esta lucha de poder dista mucho de haber terminado, y su desenlace variar¨¢ de un pa¨ªs a otro y con el tiempo. La innovaci¨®n tecnol¨®gica crear¨¢ nuevas opciones que permitir¨¢n a individuos y organizaciones contrarrestar la censura gubernamental, aun cuando los Gobiernos recurran a t¨¦cnicas que incrementen su capacidad de censura.
Las presiones sobre los Gobiernos para que sean transparentes, rindan cuentas, den acceso a la informaci¨®n p¨²blica y favorezcan la participaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica no van a desaparecer. Los Estados autocr¨¢ticos se enfrentan a ciudadanos m¨¢s conscientes e inquietos desde el punto de vista pol¨ªtico, y m¨¢s dif¨ªciles de silenciar. Ucrania ha demostrado que una poblaci¨®n harta puede derrocar a un presidente aut¨®crata, aunque este cuente con el apoyo de la vecina Rusia. En Hong Kong, como vimos el pasado oto?o, un grupo de activistas sin l¨ªderes ha plantado cara al inmenso poder de China.
Pero los Estados siguen teniendo una extraordinaria capacidad para alterar el flujo de la informaci¨®n y adaptarlo a sus intereses. Desde Rusia hasta Bolivia, pasando por Turqu¨ªa y Hungr¨ªa, los gobernantes est¨¢n colocando a sus partidarios en los tribunales supremos y la judicatura, y debilitando unas instituciones cuya raz¨®n de ser es evitar la concentraci¨®n del poder. En este contexto pol¨ªtico, los medios independientes no pueden sobrevivir mucho tiempo.
Internet puede redistribuir el poder. Pero resulta ingenuo suponer que existe una soluci¨®n tecnol¨®gica sencilla para aquellos Gobiernos y dirigentes que est¨¢n decididos a concentrar el poder y dispuestos a hacer lo que sea por conservarlo. La censura crecer¨¢ y disminuir¨¢ a medida que la innovaci¨®n tecnol¨®gica y el deseo de libertad choquen contra unos Gobiernos empe?ados en controlar a sus ciudadanos, empezando por lo que leen, ven y escuchan.
Philip Bennett es director del Centro DeWitt Wallace para los Medios de Comunicaci¨®n y la Democracia, y catedr¨¢tico de la Escuela Sanford de Pol¨ªticas P¨²blicas de la Universidad Duke. Fue director general de The Washington Post y Frontline. Mois¨¦s Na¨ªm es miembro distinguido de la Fundaci¨®n Carnegie para la Paz Internacional, columnista y colabora como redactor con The Atlantic. Eduardo Marenco ha colaborado en este art¨ªculo como investigador.
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