El Estado Isl¨¢mico se lanza contra la memoria de la humanidad
Limpieza ¨¦tnica y destrucci¨®n de patrimonio cultural han ido de la mano en Irak, Siria, Afganist¨¢n o los Balcanes
En la posguerra de Kosovo, una de las im¨¢genes m¨¢s impresionantes era el despliegue de tropas internacionales para proteger las iglesias ortodoxas medievales serbias. Para la Unesco, que las considera patrimonio mundial de la humanidad, y para cualquier aficionado al arte o a la historia, esas iglesias, como el monasterio de Dechani del siglo XIV, representan un testimonio ¨²nico de la Edad Media europea, de la relaci¨®n entre Oriente y Occidente, sus frescos son una de las m¨¢ximas expresiones de la herencia de Bizancio. Resultaba ins¨®lito que algo tan bello, tan importante para la memoria colectiva de la humanidad, necesitase la presencia de soldados y blindados de KFOR para evitar su destrucci¨®n. Sin embargo, para los fan¨¢ticos ultranacionalistas kosovares la presencia de las iglesias medievales serbias no formaba parte del pasado, de la historia, sino de su presente en el que pretend¨ªan borrar la memoria de todos los pueblos que hab¨ªan pasado por Kosovo antes que ellos (como, por otro lado, hab¨ªan intentado hacer los serbios en ese mismo territorio o en Bosnia, con la quema de mezquitas y bibliotecas como la de Sarajevo). Limpieza ¨¦tnica, genocidio y destrucci¨®n del patrimonio cultural siempre han ido de la mano en los conflictos de la antig¨¹edad pero tambi¨¦n en los de los siglos XX y XXI.
La destrucci¨®n de las estatuas asirias y sumerias del Museo de Mosul?por parte del Estado Isl¨¢mico (EI)?se enmarca dentro de un plan para acabar con la memoria de todos los que pasaron por ah¨ª, de los que formaron la cultura iraqu¨ª. La persecuci¨®n de comunidades cristianas tan antiguas como la Biblia forma parte del mismo impulso criminal que arrasar a mazazos estatuas de un valor incalculable. El asiri¨®logo Samuel Noah Kramer, que huy¨® a Estados Unidos cuando era un ni?o de los pogromos rusos a principios del siglo pasado, escribi¨® en los a?os cincuenta un cl¨¢sico titulado La historia empieza en Sumer, en el que relataba a trav¨¦s de 39 cap¨ªtulos todo lo que nuestra cultura debe a Mesopotania: la escritura, las ciudades, hasta los primeros cuentos de fantasmas... Todo lo que somos, en cierta medida, empez¨® all¨ª y eso es lo que los fan¨¢ticos del EI quieren borrar. Las tablillas de escritura cuneiforme no son s¨®lo testimonios de los primeros alfabetos: encarnan el comienzo de la administraci¨®n, de la voluntad de atesorar la memoria de una sociedad.
"Este ataque es mucho m¨¢s que una tragedia cultural", declar¨® el jueves cuando se conocieron las im¨¢genes de la destrucci¨®n la directora general de la Unesco, Irina Bokova. "Es tambi¨¦n un problema de seguridad porque incendia el sectarismo y el extremismo violento en el conflicto de Irak". El da?o al patrimonio que el Estado Isl¨¢mico ha causado en Irak o Siria, dos de las cunas de la humanidad, es incalculable. Una parte de la memoria colectiva se ha perdido para siempre, en algunos casos por puro fanatismo, en otros para traficar con las antig¨¹edades robadas (el ¨²nico objetivo no es destruir, tambi¨¦n hay un gran negocio detr¨¢s, ya que muchas de esos joyas desaparecidas circulan en el mercado negro). Se conservan piezas muy importantes en museos como el Louvre de Par¨ªs o el British Museum de Londres, fruto del espolio colonial pero donde, hay que ser realistas, se encuentran a salvo. La p¨¦rdida es importante, pero no total. Es imposible evaluar en estos momentos lo que nunca sabremos de nuestro pasado por el paso destructor, como si fuesen Atila, de las huestes del EI.
Los mazazos del Museo de Mosul recuerdan la voladura de los budas de Bamiy¨¢n, destruidos por los talibanes en 2001. Para los historiadores, Afganist¨¢n es el s¨ªmbolo m¨¢ximo del cruce de culturas, all¨ª se encuentra Ay Janum, la ciudad griega m¨¢s oriental del mundo, fundada por Alejandro Magno y con la que Kipling so?¨® en El hombre que pudo reinar. Las estatuas gigantes representaban un testimonio de la expansi¨®n del budismo, de la Ruta de la Seda por la que circularon las mercanc¨ªas, las lenguas y la cultura durante siglos. Hoy los budas ya no existen, Ay Janum ha sido arrasada y lleva d¨¦cadas sin ser excavada. A la vez que borraban la historia con dinamita, los talibanes, como el EI, lanzaron una persecuci¨®n implacable contra los otros pueblos de Afganist¨¢n, como los hazaras, chi¨ªes de origen mongol, que fueron masacrados sistem¨¢ticamente. Pero para los talibanes, como para el EI o para los ultranacionalistas de los Balcanes, la historia no existe, la memoria no importa: s¨®lo hay un presente de destrucci¨®n sin pasado, sin cultura.
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