La suspicacia enreda a EE UU y Cuba
Washington y La Habana se acusan de usar sus oficinas de intereses para la conspiraci¨®n
Durante el off the recordposterior a mi entrevista con el jefe la Secci¨®n de Intereses de EE?UU en La Habana durante el bienio 1985-87, el diplom¨¢tico de carrera Curtis W. Kamman comentaba sobre el futuro de la tormentosa relaci¨®n entre su pa¨ªs y Cuba: ¡°No s¨¦ a qu¨¦ esperan los cubanos para abrirse. Nuestra pol¨ªtica nunca cambiar¨¢. Es de car¨¢cter estrat¨¦gico. Nunca aceptaremos una dictadura siempre aliada con nuestros enemigos¡±. La legaci¨®n era entonces un fort¨ªn costanero de seis pisos orientado hacia las costas de Florida. Sigue si¨¦ndolo todav¨ªa: marines en su interior y polic¨ªas cubanos rodeando el per¨ªmetro exterior. Desde la ruptura diplom¨¢tica de abril de 1961, cuatro meses antes de la fracasada invasi¨®n a Cuba por Bah¨ªa de Cochinos, la neutral Suiza canaliza formalmente las relaciones entre dos naciones que tratan de reabrir embajadas.
Las negociaciones en curso para conseguirlo antes de la Cumbre de las Am¨¦ricas, el 10 y 11 de abril en Panam¨¢, como quiere Obama, no est¨¢n siendo f¨¢ciles pues las dos administraciones se acusan de haber convertido sus respectivas oficinas de intereses en lugares de conspiraci¨®n y espionaje. Fueron abiertas en 1977 tras un acuerdo entre James Carter y Fidel Castro. La desconfianza bilateral es hist¨®rica y ralentiza los acuerdos pretendidos por las delegaciones que dirigen Roberta Jacobsen y Josefina Vidal. Kamman me insist¨ªa en que el activismo estadounidense en la isla tiene un car¨¢cter permanente. ¡°Mientras los opositores cubanos no tengan libertades democr¨¢ticas seguiremos apoy¨¢ndoles. El Gobierno dice que no tienen ninguna incidencia entre la poblaci¨®n, que nadie les conoce. ?C¨®mo van a ser conocidos si no hay m¨¢s prensa que la oficial y les ignora?¡±.
El experimentado diplom¨¢tico no imaginaba que el 17 de diciembre 2014, otro presidente, Barack Obama, iba a reconducir la fracasada t¨¢ctica de medio siglo contra el vecino distante, pero sin variar el objetivo estrat¨¦gico de dem¨®cratas y republicanos: promover la instauraci¨®n de una democracia amiga. Habiendo dejado claro que no permitir¨¢n intromisiones en asuntos internos, Ra¨²l Castro y el Partido Comunista de Cuba (PCC) abordan las negociaciones tratando de acotar las competencias, movimientos y n¨²mero de funcionarios la nueva Embajada norteamericana. Actualmente son unos 350.
Poco se sabe sobre el contenido de las negociaciones en curso, ni tampoco el grado de vigencia de las palabras pronunciadas por Jacobsen en su audiencia de confirmaci¨®n ante el Comit¨¦ de Relaciones Exteriores del Senado de EE?UU en 2011. ¡°Las embajadas estadounidenses no son un regalo para los pa¨ªses. Adem¨¢s de las funciones consulares y otras, una embajada tambi¨¦n puede mantener una observaci¨®n cercana sobre los reg¨ªmenes acusados de atentar contra los derechos humanos¡±. Vidal acus¨® a la Secci¨®n de Intereses de EE?UU de ¡°organizar, entrenar, alentar, financiar, abastecer a peque?os grupos de personas que act¨²an en contra del Gobierno de Cuba¡±.
Todo est¨¢ politizado en este conflicto bilateral, incluidos el edificio de seis plantas y la plazoleta colindante, bajo jurisdicci¨®n cubana. En 2004, la militancia castrista despleg¨® frente a la sede norteamericana una enorme pancarta con fotos de los abusos cometidos en la prisi¨®n iraqu¨ª de Abu Graib. ¡°Fascistas made in USA¡±, dec¨ªa el texto. La oficina de intereses respondi¨® con una decoraci¨®n navide?a en su fachada y un parpadeante numero 75 en referencia a la detenci¨®n de 75 disidentes. Dos a?os m¨¢s tarde, un enorme panel electr¨®nico en su azotea difundi¨® mensajes pol¨ªticos. Fidel Castro orden¨® instalar en la plaza anexa 138 m¨¢stiles con banderas negras para trata de ocultarlos.
La movilidad f¨ªsica de los diplom¨¢ticos, que tienen prohibido viajar m¨¢s all¨¢ de un radio de 30 kil¨®metros desde sus oficinas es otro asunto peliagudo. EE?UU quiere que sus funcionarios interact¨²en con la sociedad civil y los grupos opositores, pero el Gobierno de Ra¨²l Castro adivina prop¨®sitos subversivos en esa interlocuci¨®n. Argumenta que la mir¨ªada de organizaciones cobijadas por el PCC tambi¨¦n son sociedad civil. Y la exigencia de Cuba de salir de la lista de naciones patrocinadoras del terrorismo est¨¢ relacionada con las dificultades afrontadas para encontrar un banco con sede en EE?UU que asuma sus cuentas bancarias. Pide el cumplimiento de la Convenci¨®n de Viena sobre relaciones diplom¨¢ticas. Los temas pendientes son numerosos y su soluci¨®n probablemente quede para m¨¢s adelante.
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