Tormenta sobre Cristina
La presidenta de Argentina es ciclot¨ªmica, vehemente, generosa, arrogante, f¨®bica y fiel. Los peronistas ven en ella a otra Evita
Satisfechas las primeras abluciones y afeites, hecha un pincel, Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner llega a su despacho hacia las 7.30 de la ma?ana e ingiere un protector g¨¢strico antes de acometer la estomagante lectura de la prensa porte?a y alg¨²n diario extranjero, entre ellos El PA?S. El desayuno de la presidenta argentina es peronista light y consiste en t¨¦ con tostadas y fruta, y alg¨²n disgusto de postre. El disgusto del 18 de enero fue may¨²sculo: ese d¨ªa el fiscal federal, Alberto Nisman, que la hab¨ªa implicado en una siniestra trama de encubrimiento, hab¨ªa aparecido cad¨¢ver en su casa de Buenos Aires.
La viuda de N¨¦stor Kirchner, que cumpli¨® 61 a?os el pasado jueves, vive entre la aflicci¨®n y el sobresalto de la imputaci¨®n fiscal, con el r¨ªmel corrido desde que desaparecieron de portada los titulares de la bonanza, las cr¨®nicas sobre las multimillonarias ventas de grano a China y un crecimiento econ¨®mico envidiable. Corren tiempos de celebraciones en familia y recogimiento gubernamental: su hijo M¨¢ximo, el secretario Carlos Zannini, y su principal valido, el ministro de Econom¨ªa, Axel Kicillof, empe?ado en la cuadratura del c¨ªrculo: participar de la globalizaci¨®n financiera con manuales montoneros. Cerca de la tarta, los pibes de la C¨¢mpora, la nueva escolta justicialista.
Pero esta no es una cr¨®nica pol¨ªtica sino una aproximaci¨®n al mundo de las emociones y antojos de Cristina Fern¨¢ndez, que odia las arrugas, siempre se pint¨® como una puerta y probablemente est¨¦ a?orando los tiempos del florecimiento nacional y el aplauso: la apoteosis renacentista de 2003 junto a su difunto esposo, los desayunos sin la s¨²bita oclusi¨®n de tostadas, y la feliz convivencia con un periodismo que lejos de destacar sus logros le fastidian escribiendo sobre los fracasos econ¨®micos y ¡°Las calzas de Cristina¡±, sobre sus leggins. ¡°Ay Cristina, con esas calzas est¨¢ divina. ?Qu¨¦ linda est¨¢ la presidenta! ?Viva Per¨®n!¡±, sublimaba una cumbia sobre su descoco en un acto oficial, en 2013.
La presidenta se carcajea cuando le preguntan acerca de la pirotecnia registrada en las redes sociales a prop¨®sito de la exhibici¨®n de contorno, y su propensi¨®n al relleno de p¨®mulos y rebordes labiales. Implacable y mandona, campanuda cuando se confiesa una mujer de principios, tiene cierto sentido del humor. Haciendo patria ante el gremio de porqueros anim¨® a la ingesta de molla porcina para aumentar la potencia sexual. ¡°Es mucho m¨¢s gratificante comerse un cerdito a la parrilla que tomar Viagra¡±. Siguiendo con la picard¨ªa, record¨® el fin de semana matrimonial devorando un gorrino de C¨®rdoba. Gaudeamus igitur. ¡°Algo riqu¨ªsimo, impresionante¡¡±.
De la broma a la bronca y a las frecuentes rachas de malhumor y despotismo. Casi de oficio, suele arremeter contra los diarios de Buenos Aires que le indigestan la colaci¨®n ma?anera y distraen el pueblo con banalidades porque rechaza sus exigencias de poderes f¨¢cticos. ¡°Otra vez La Naci¨®n y Clar¨ªn, m¨¢s impresentables que nunca. Ahora las calzas. Antes que me pon¨ªa ropa de marca. Ahora calzas y el protocolo¡±. Llueve sobre mojado en la biograf¨ªa de Cristina Fern¨¢ndez, indisolublemente asociada a la cohabitaci¨®n de sus discursos villeros y redentoristas con relojes Rolex, bolsos Louis Vuitton, zapatos de Christian Louboutin, gargantillas de Tiffany & Co, y frusler¨ªas varias.
Siendo Argentina un pa¨ªs con un freudiano culto a la belleza f¨ªsica y a la ostentaci¨®n de tules Dior por el barrio porte?o de Recoleta, la presidenta dif¨ªcilmente pod¨ªa sustraerse a la tendencia de las clases pudientes a guapearse con bistur¨ª y pedrer¨ªas. ¡°Para ser buena pol¨ªtica no hace falta disfrazarse de pobre¡±, se queja. Nunca lo hizo, ni sali¨® a la calle sin arreglarse; ni siquiera cuando estudiaba Derecho y militaba en el peronismo revolucionario de 1973 junto a N¨¦stor Kirchner.
La dama tampoco descuid¨® la polvera durante los retiros en la mansi¨®n de la Patagonia, y menos al frente del Gobierno desde la investidura de 2007. No reniega del capricho suntuario, ni de una coqueter¨ªa cong¨¦nita, y las s¨¢banas de hilo egipcio deben parecerle suav¨ªsimas, pero se encastilla si le acusan judicialmente de haberse hecho rica aprovechando el cargo, y le arde la sangre cuando la prensa de bragueta le inventa amantes. Su verdadero amor fue N¨¦stor, a quien permaneci¨® fiel desde su casamiento en 1975 hasta la viudez de 2010. El noviete que jugaba al rugby le dur¨® un suspiro cuando conoci¨® al flaco.
Las escandaleras alteran peri¨®dicamente la rutina de palacio. Fue lacerante enterarse de que la admirada Hillary Clinton hab¨ªa preguntado si estaba en sus cabales, y leer en peri¨®dicos de Estados Unidos, M¨¦xico, Italia y Reino Unido que hab¨ªa despilfarrado en boutiques de moda y pedido m¨¢s extras que Madonna en su suite de la Riviera Maya. Las mentiras y exageraciones cuelan porque son primas hermanas de las verdades. Il Corriere della Sera asumi¨® como aut¨¦nticos dispendios falsos y tuvo que pedir disculpas y el New York Post acentu¨® su amarillismo al atribuirle 97.000 euros por cinco pares de zapatos de aguja en Par¨ªs. ¡°El tema es cuando los propios argentinos empiezan a repetir estas pelotudeces¡±, lament¨® un portavoz oficial.
Algunos excesos no parecen sandeces. Siempre al d¨ªa, lleg¨® a fletar un jet privado a Buenos Aires para recibir en su residencia patag¨®nica la prensa del d¨ªa, seg¨²n public¨® The Economist. El ¨²ltimo alboroto no encaja. ¡°Cristina compr¨® hasta un mill¨®n de d¨®lares en joyas por a?o¡±, public¨® en diciembre la revista Noticias. Los columnistas de oposici¨®n avivaron la denuncia con interrogantes de grueso calibre. Los dos peri¨®dicos de referencia esperaron a que el diario espa?ol ABC recogiera la acusaci¨®n del semanario y un abogado interpusiera una demanda judicial para hacerse eco del asunto en sus p¨¢ginas digitales. La fuente informativa de la revista, Sergio Hovaghimian, un exempleado de la joyer¨ªa que pleitea con sus due?os acus¨¢ndoles de evasi¨®n impositiva y contrabando, anunci¨® que huye a Estados Unidos temiendo por su vida.
Perseverante en las dietas bajas en calor¨ªas, practica el patinaje y el jogging por la quinta presidencial Olivos. Le gusta mirarse en el espejo cuando el arrebol del ejercicio colorea las mejillas. ¡°Su car¨¢cter oscila entre la pasi¨®n y la raz¨®n¡±, seg¨²n la periodista Olga Wornat, su bi¨®grafa autorizada. ¡°Va y viene como una tormenta de verano. Es ciclot¨ªmica, vehemente, generosa, dif¨ªcil, arrogante, vanidosa, f¨®bica, implacable, compasiva y fiel¡±, escribe en el libro Reina Cristina.
Una eminencia en viveza criolla, enardece a los descamisados de arrabal evocando el legado de la inmortal Evita, y finge con profesionalidad y aplomo cuando afirma que el poder, su primer empe?o, le aburre pues carece del narcisismo y la soberbia necesarios para su disfrute. Tambi¨¦n parece una milonga argentina su declarado aborrecimiento de los pelotas que le dan la raz¨®n como a los locos pues tiembla el misterio cuando se la quitan. ¡°Me gusta que me rebatan y me discutan¡±. Dudan de que sea as¨ª los cortesanos que la llaman bruja por lo bajini y prefieren seguir en la adulaci¨®n que arriesgarse al descabezamiento.
No es f¨¢cil el retrato de una mujer tan abarcadora y vehemente. Pocos de sus pares en la Casa Rosada, exceptuando quiz¨¢s al titiritero Carlos Menem, dieron tanta carnaza a la maledicencia y al chisme de un pa¨ªs que borda el g¨¦nero. Chapotea en ese mundo la biograf¨ªa no autorizada de Franco Lindler, Los amores de Cristina, que se pregunta mucho sobre su vida privada, rebautiza al gallardo ministro Kicillof con el alias de Kicilove y promociona el morbo con insinuaciones de juzgado de guardia. Genio y figura, la presidenta aguanta la nueva tempestad pesta?eando un poco, arrebatada por sus tres pasiones: la pol¨ªtica, la imagen, y sus dos reto?os M¨¢ximo y Florencia. ¡°S¨®lo conf¨ªo en mis hijos¡±.
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