Las movilizaciones callejeras abren un nuevo frente para Rousseff
Cacerolazos en una docena de ciudades empa?an un discurso de la presidenta brasile?a
A las ocho y media de la noche del domingo, en un mensaje grabado d¨ªas atr¨¢s que constitu¨ªa la primera alocuci¨®n al pa¨ªs desde que fue elegida para el segundo mandato en enero, la presidenta brasile?a Dilma Rousseff comenz¨® a justificar los ajustes y recortes que su Gobierno est¨¢ llevando a cabo para equilibrar las cuentas descuadradas. En ese mismo momento, en cuanto dijo las primeras palabras, en barrios acomodados y de clase media de al menos una docena de grandes ciudades como S?o Paulo, Belo Horizonte o R¨ªo de Janeiro, los vecinos dieron la espalda a la televisi¨®n, se asomaron a las ventanas y salieron a los balcones armados de sartenes y cacerolas que comenzaron a golpear en se?al de protesta.
Algunos gritaron ¡°Fuera Dilma¡± y ¡°Fuera el PT¡±, el Partido de los Trabajadores; otros se limitaron, durante los tres minutos y medio que dur¨® el mensaje, a apagar y encender alternativamente las luces de su casa en una se?al visible desde la distancia. Hubo bocinazos en las calles y alarmas de coches sonando a prop¨®sito. La protesta hab¨ªa sido alimentada por las redes sociales y por los tel¨¦fonos m¨®viles, espoleados, sobre todo, por dos grupos, VemPraRua (Sal a la calle) y Revoltados online (Cabreados online). Amplificada por la reproducci¨®n exponencial de los v¨ªdeos grabados y colgados en YouTube y en Facebook por los mismos manifestantes, el hecho pill¨® al pa¨ªs por sorpresa.
Brasil no acostumbra (no acostumbraba) a salir a la calle y mostrar su rechazo expl¨ªcitamente a los dirigentes pol¨ªticos de esta forma. Pero las multitudinarias manifestaciones de junio de 2013 lo han cambiado todo y la gente ha descubierto que la calle sirve para responder a un presidente con el que no est¨¢n de acuerdo.
Rousseff, con un mensaje did¨¢ctico, especialmente dedicado a sus votantes, las clases menos favorecidas del pa¨ªs y menos letradas (¡°tienen que tener cuidado con lo que dicen los peri¨®dicos¡±) trat¨®, por un lado, de tranquilizar a la poblaci¨®n asegurando que las medidas de ajuste son transitorias y, por otro, ech¨® la culpa de la mala marcha de la econom¨ªa brasile?a a la intensidad y a la duraci¨®n de la crisis econ¨®mica mundial. Reconoci¨®, eso s¨ª, que el impacto del par¨®n econ¨®mico ya se siente en la calle. Esto es verdad: con una inflaci¨®n del 7,7%, la misma marea mala que mueve las curvas y gr¨¢ficos de los especialistas en macroeconom¨ªa sube el precio del pollo, de la gasolina, de la luz y los frijoles.
La intenci¨®n de la alocuci¨®n, pues, fue la de calmar al pa¨ªs y convencerle de que su Gobierno tiene controlada la crisis (¡°Brasil no se va a parar¡±) y de que no se hunde en un pozo sin salida (¡°dentro de seis meses se ver¨¢n los primeros resultados¡±). Pero lo que consigui¨®, en un rebote inesperado, fue inflamar a la otra parte, que ni siquiera se molest¨® en escucharla.
Ahora, las manifestaciones simult¨¢neas en varias ciudades convocadas para el domingo 15 hace semanas a fin de reclamar la destituci¨®n de Rousseff, han ganado poder simb¨®lico y, sin duda, adeptos. Hay quien calcula que el domingo saldr¨¢n a la calle cerca de 100.000 personas y en las redes sociales las adhesiones a estas marchas se han multiplicado. Pero una cosa es darle a un clic en el m¨®vil y otra bajar a la calle.
De cualquier modo, al esc¨¢ndalo de corrupci¨®n de Petrobras, a un Congreso casi ingobernable y a una crisis econ¨®mica que ha venido para quedarse, a Rousseff se le alza un nuevo frente inesperado e incontrolable: el de la protesta callejera. En junio de 2013 el detonante fue la subida de 50 c¨¦ntimos de real (0,3 euros) del billete de bus y metro de S?o Paulo combinado con la brutal represi¨®n policial. Entonces ¡ªcomo ahora¡ª nadie se esperaba lo que sucedi¨® despu¨¦s.
El real se hunde frente al d¨®lar
Al d¨ªa siguiente de la accidentada alocuci¨®n de Dilma Rousseff al pa¨ªs, que fue contestada con caceroladas en una docena de ciudades brasile?as, el d¨®lar volvi¨® a escalar con respecto al real, que se hunde desde hace semanas frente a la moneda estadounidense.
Esta tendencia es una respuesta a la inestabilidad pol¨ªtica creciente. Hoy se cambian 3,12 reales por un d¨®lar, lo que supone que la divisa brasile?a ha llegado a su nivel m¨¢s bajo desde agosto de 2004 y ha perdido un 17% de su valor desde principio del a?o, cuando comenz¨® el segundo mandato de la presidenta brasile?a.
Todos los n¨²meros parecen conjurarse contra el gigante suramericano. La inflaci¨®n se encuentra en un 7,7%, cuando el objetivo del Gobierno de Brasilia es dejarla en un 4,5% y hay estudios econ¨®micos que vaticinan que a lo largo de 2015 el PIB del pa¨ªs se encoger¨¢ un 0,6%. Todo un cambio para quien, en 2010, asombraba al mundo con un crecimiento de un 7%.
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