¡°El terreno es muy peligroso, arenoso, y se deshace¡±
Dos gu¨ªas de monta?a relatan c¨®mo llevaron a la polic¨ªa hasta los restos
Max Tranchard vive a los pies de las monta?as, que conoce al dedillo. Desde su casa tiene vistas a los macizos nevados entre los que vol¨® el Airbus A320 hasta estrellarse contra el de Trois ?v¨ºch¨¦s, en el valle de Gal¨¨bre, en el sur de los Alpes franceses. Pero la ma?ana del martes 24 de marzo no lleg¨® a ver nada. ¡°Me llam¨® primero mi hija, luego gente de la zona, hasta del Ayuntamiento¡±, recuerda este hombre, de 64 a?os, apoyado en su Suzuki Santana de color rojo. Con ese veh¨ªculo, sucio de barro, fue una de las primeras personas que llegaron a la zona en la que se estrell¨® el vuelo de Germanwings que realizaba el trayecto entre Barcelona y la ciudad alemana de D¨¹sseldorf.
Acompa?¨® a una veintena de polic¨ªas hasta alcanzar la parte m¨¢s baja de la colina donde hab¨ªa ca¨ªdo el Airbus, a unos 1.500 metros de altura. Desde Le Vernet, el pueblo m¨¢s cercano al lugar de la cat¨¢strofe, condujo hasta Col de Marine, con un grupo de cuatro veh¨ªculos todoterreno. Necesitaron unos 40 minutos. Una vez all¨ª, empez¨® el descenso a pie, por una zona muy abrupta. ¡°El terreno es muy peligroso, arenoso, y se deshace¡±, cuenta. Tardaron unos 50 minutos m¨¢s hasta que encontraron los primeros restos...
¡°Es indescriptible... Me impresion¨®. Cuando piensas en un avi¨®n, es muy grande... Pero al llegar all¨ª, lo m¨¢s grande que vi fue una rueda¡±, describe. Tambi¨¦n reconoci¨® lo que eran tres ventanas del Airbus y un pedazo de la cola.
Desde entonces, Max Tranchard ha pasado por tres fases emocionales diferentes. ¡°La primera es la impresi¨®n que te causa ver c¨®mo ha quedado todo. La segunda es conocer la dimensi¨®n del drama, saber que 150 personas volaban entre esos restos; la tercera, enterarte de que en el avi¨®n se encontraban 16 ni?os que iban a un mismo colegio¡±. ¡°Es terrible¡±, repite, con cierta dificultad para ahondar m¨¢s profundamente en sus emociones. ¡°He pasado por varias fases de shock¡±, insiste.
Con la mano, Max Tranchard dibuja la trayectoria del avi¨®n, que acab¨® estrell¨¢ndose contra un macizo, de frente. ¡°Se pulveriz¨®¡±, repite. Ahora la zona est¨¢ cerrada, advierte, por lo que es imposible llegar. El mismo d¨ªa, un poco m¨¢s tarde, los gendarmes le impidieron acercarse m¨¢s al lugar. Pero Max Tranchard se ofrece a volver, para, una vez haya acabado todo, acompa?ar a las familias que quieran saber d¨®nde ocurri¨® la tragedia. ¡°Es lo m¨ªnimo que puedo hacer por ellos¡±.
En ese mismo equipo de personas que llegaron a la monta?a con los polic¨ªas est¨¢ Bertrand Rirhand. Tiene la misma edad que Max, y el mismo aspecto de hombre acostumbrado al duro invierno de los Alpes franceses. ¡°Est¨¢ un poco bajo de ¨¢nimos¡±, cuenta Dewi Jones, uno de los fisioterapeutas de la cl¨ªnica a la que ha ido Bertrand a tratarse. ¡°El trozo m¨¢s grande que vi del avi¨®n no ocupa mucho m¨¢s que este diario¡±, explica el hombre al salir de la consulta, mostrando las p¨¢ginas de la prensa local, que lleva bajo el brazo, doblada en una cuartilla.
?l se dio cuenta de que algo raro pasaba en la monta?a porque empez¨® a ver humo. ¡°Llam¨¦ al Ayuntamiento, pero me dijeron que no hab¨ªa ocurrido nada¡±, explica. Colg¨® el tel¨¦fono, pero no se qued¨® demasiado convencido. Sus sospechas se confirmaron poco despu¨¦s, cuando empez¨® a ver helic¨®pteros sobrevolar la zona. Entonces se ofreci¨®. Como director de la asociaci¨®n de caza de Le Vernet, se conoce el bosque palmo a palmo. ¡°Prefiero no decirlo¡±, responde cuando se le pregunta qu¨¦ vio al llegar al lugar, junto a los polic¨ªas a los que acompa?¨®.
Hizo la misma ruta que Max Tranchard. ¡°El camino es muy complicado, yo mismo me he ara?ado los brazos¡±, explica. Y hace amago de levantarse las mangas de la camiseta para ense?arlo. Pero se lo repiensa: ¡°Es igual¡±. Tiene prisa por irse. ?l es adem¨¢s concejal en el diminuto Ayuntamiento de Le Vernet, donde viven poco m¨¢s de un centenar de personas durante todo el a?o en un rinc¨®n remoto y alpino de la Provenza. ¡°Me estoy preparando para recibir a las familias de las v¨ªctimas¡±, explica, y se va, pidiendo disculpas.
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