Libertad (controlada) de movimientos
Terrorismo e inmigraci¨®n ilegal amenazan la libre circulaci¨®n de la UE. ?C¨®mo gestionar la seguridad en las fronteras sin traicionar el esp¨ªritu comunitario?
Es l¨®gico que en el fragor de la batalla las emociones se disparen. Pero tan peligrosos enemigos son aquellos que atentan contra nuestro modo de vida y libertades como los errores que podemos cometer si nos dejamos llevar por esas emociones. Es lo que en cierta medida ha ocurrido a ra¨ªz de los recientes atentados en Par¨ªs contra Charlie Hebdo y la comunidad jud¨ªa cuando a caballo del shock y la repulsa por dichos ataques muchos se dejaron llevar por la tentaci¨®n de mezclar en una misma y confusa amalgama la lucha contra el terrorismo, la pol¨ªtica hacia Oriente Pr¨®ximo, el control de fronteras, la inmigraci¨®n irregular, la libertad de circulaci¨®n de trabajadores, el papel del islam en nuestros espacios c¨ªvicos y la integraci¨®n y asimilaci¨®n de minor¨ªas de distinta cultura o religi¨®n en nuestras sociedades.
Prueba de esa confusi¨®n, en Francia vimos, por un lado, al presidente Fran?ois Hollande encaramarse a la cubierta del portaviones Charles de Gaulle para declararse en guerra contra el Estado Isl¨¢mico aunque hubiera dudas de si el atentado estaba inspirado por ese grupo o por Al Qaeda y tampoco estuviera muy claro si una reacci¨®n de tipo b¨¦lico y en caliente no era precisamente el objetivo del ataque o si pudiera tener efectos amplificadores incentivando futuros atentados. Por otro lado, ignorando deliberadamente que los atacantes parisienses eran ciudadanos franceses nacidos en Francia a los que dif¨ªcilmente los controles fronterizos hubieran supuesto un impedimento para entrar y salir del pa¨ªs, escuchamos al expresidente Nicolas Sarkozy demandar el fin de la libertad de circulaci¨®n dentro de la UE y la reinstauraci¨®n de los controles de fronteras dentro del espacio Schengen. Tambi¨¦n asistimos a la en¨¦rgica demanda de Marine Le Pen y su xen¨®fobo Frente Nacional de reinstaurar la pena de muerte o, en otros contextos como el espa?ol, la introducci¨®n en el C¨®digo Penal de la cadena perpetua, ambos objetivos populares entre muchos votantes pero de nula eficacia como instrumento de lucha contra el terrorismo yihadista. Y a ese coro de peticiones se sumaron reclamaciones en las que se mezclaba la hostilidad contra la comunidad musulmana en Francia con una revitalizaci¨®n de las discusiones en torno a la naturaleza violenta o pac¨ªfica del islam o su compatibilidad con la democracia. En definitiva, una gran y poco provechosa confusi¨®n.
Con la distancia del tiempo y la recuperaci¨®n de la serenidad, es hora de separar ¨¢mbitos y deslindar problemas y soluciones. El mejor sitio por donde comenzar esta tarea es el relativo a la lucha contra el terrorismo yihadista. Esa lucha requiere mayor coordinaci¨®n policial y legal y de servicios de inteligencia entre los europeos y muchos m¨¢s medios de los actualmente disponibles. Pero el combate contra el terrorismo no se agota en la v¨ªa policial o judicial: exige una pol¨ªtica exterior y de seguridad que merezca tal nombre. Nuestra vecindad, espacio esencial para nuestra seguridad y prosperidad, se est¨¢ deshilachando ante nosotros, convirtiendo nuestras fronteras, especialmente el mar Mediterr¨¢neo, en la v¨¢lvula de escape de la desesperaci¨®n de millones de refugiados que huyen tanto de los conflictos como de la pobreza que nos rodea. Se trata de un flujo que no va a cesar y que requiere algo m¨¢s que un bienintencionado pero insuficiente dispositivo de salvamento mar¨ªtimo en el Mediterr¨¢neo.
Nuestra vecindad, esencial para nuestra tranquilidad y prosperidad, se est¨¢ deshilachando ante nosotros
Los progresos en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica exterior europea,?que conocieron un avance importante en la primera d¨¦cada del siglo pasado, se paralizaron e incluso retrocedieron bajo el mandato de la anterior Alta Representante para la Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad, Catherine Ashton. Ha llegado ahora el momento de recuperar el impulso pol¨ªtico en esa ¨¢rea y lograr de una vez por todas poner a disposici¨®n de la Uni¨®n Europea una capacidad militar que pueda actuar tanto para prevenir conflictos antes de que comiencen como para detenerlos despu¨¦s de comenzados y estabilizar las zonas de conflicto permitiendo la reconstrucci¨®n de la paz y la convivencia.
La pol¨ªtica exterior europea tiene que funcionar como un tridente en el que a la diplomacia y la defensa se a?ada una pol¨ªtica de cooperaci¨®n y desarrollo con la vecindad dotada de suficientes recursos. Y, c¨®mo no, necesitamos tambi¨¦n una pol¨ªtica de asilo y refugio digna de tal nombre, as¨ª como la capacidad de actuar de forma decisiva ante emergencias y cat¨¢strofes humanitarias en nuestras fronteras. No se trata de sembrar la alarma, sino de anticiparse a lo que est¨¢ por venir. Seg¨²n la agencia europea de fronteras (Frontex), 270.000 personas intentaron entrar irregularmente en el territorio de la UE en 2014. Piensen ahora, vista la experiencia de los tres millones de refugiados sirios desperdigados por la regi¨®n, en lo que puede ocurrir si Rusia tiene ¨¦xito en su plan de convertir Ucrania, un pa¨ªs de m¨¢s de 43 millones de habitantes, en un Estado inviable y fallido y los ucranios deciden hacer las maletas y cruzarse a este lado. Si no estabilizamos nuestra vecindad de forma decisiva, vamos a pasar una d¨¦cada atrincherados detr¨¢s de unos muros cada vez m¨¢s altos y con cientos de miles de inmigrantes irregulares internados en campos de detenci¨®n e igual n¨²mero de asilados pol¨ªticos pululando por el territorio europeo sin ninguna perspectiva de retorno a sus pa¨ªses. Aunque suene contradictorio, el d¨ªa que veamos fuerzas de paz europeas, jueces, polic¨ªas, diplom¨¢ticos y cooperantes desplegados en nuestra vecindad, desde Ucrania hasta T¨²nez, pasando por Libia o Cisjordania, ser¨¢ se?al de que las cosas est¨¢n yendo a mejor.
Esta ingente tarea requiere m¨¢s Europa, no menos, pero sobre todo mucha valent¨ªa por parte de los l¨ªderes pol¨ªticos. La Uni¨®n Europea no es popular hoy en d¨ªa, como tampoco lo son la mayor¨ªa de los Gobiernos de sus Estados miembros. Quiz¨¢ eso explique la reticencia de los l¨ªderes pol¨ªticos a reconocer ante el p¨²blico algunas verdades muy inc¨®modas respecto a la inoperancia del ¨¢mbito nacional como marco v¨¢lido para resolver los grandes problemas que enfrentamos. El gran relato de la integraci¨®n europea como proveedor de paz, seguridad y prosperidad parece haberse quedado hu¨¦rfano de defensores. Al contrario, es el relato soberanista y nacionalista el que parece estar en auge, de ah¨ª que el empe?o en acabar con la libre circulaci¨®n de personas se haya convertido en la plataforma com¨²n de los xen¨®fobos, incluidos algunos Gobiernos, como el h¨²ngaro, que no tienen reparo en manifestar p¨²blicamente que la democracia liberal, es decir, con derechos, no es la ¨²nica forma posible de democracia.
Como los tejidos que transpiran sin que pase el agua, las fronteras deben ser porosas y flexibles pero seguras
Por razones econ¨®micas, dados los problemas de envejecimiento que enfrenta, pero tambi¨¦n por sus principios y valores, Europa necesita una completa revisi¨®n de sus pol¨ªticas migratorias. Como los tejidos que permiten transpirar pero no dejan pasar el agua, las fronteras europeas deben ser porosas y flexibles pero a la vez seguras, incentivando los flujos que nos benefician y disuadiendo los que nos perjudican, y a la vez permitiendo el retorno a sus pa¨ªses de origen de aquellos que est¨¢n en condiciones de hacerlo y aportar a su crecimiento econ¨®mico. Por el contrario, cuando las fronteras se cierran herm¨¦ticamente, las personas quedan atrapadas a los dos lados y los flujos migratorios quedan en manos de redes criminales.
El ¨²ltimo ¨¢mbito donde la Uni¨®n Europea debe mantener la firmeza es el relativo a la libertad de circulaci¨®n. Para existir como proyecto pol¨ªtico y ciudadano, Europa necesita preservar esa libertad; sin ella ser¨ªa solo un ¨¢rea de libre comercio sin dimensi¨®n pol¨ªtica o ciudadana. Cuando un espa?ol se establece en Alemania o un alem¨¢n lo hace en Reino Unido, no est¨¢ emigrando: est¨¢ ejerciendo un derecho y ese derecho debe ser preservado. Que haya abusos, fraudes o turismo de prestaciones no puede servir para cercenar ese derecho, solo para mejorar colectivamente la posibilidad de su ejercicio. Si cedemos ah¨ª, Europa perder¨¢ su sentido. Pero ese debate, vital, es un debate entre nosotros, que nada tiene que ver con el terrorismo. Si no conseguimos separar todos estos debates, no progresaremos en ninguno de ellos. Al contrario, retrocederemos. Y eso es, en gran medida, lo que est¨¢ ocurriendo en estos momentos.
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