Oficio de tinieblas
Los pol¨ªticos se habit¨²an a las peque?as, medianas y grandes transgresiones hasta necesitarlas como el aire que respiran
Dicen que un cirujano es un asesino sublimado, alguien con la inclinaci¨®n necesaria para tomar un instrumento afilado y acuchillar al pr¨®jimo. Nada reprochable, desde luego, si la acci¨®n tiene como prop¨®sito extirpar un tumor maligno. De igual forma, un periodista es un chismoso sublimado, alguien para quien todo secreto supone un desaf¨ªo. Primero para descubrirlo, despu¨¦s para divulgarlo. En el alma del periodista anida el impulso soberbio y embriagador que supone saber algo que los dem¨¢s ignoran y, acto seguido, disfrutar mostrando al mundo lo que s¨®lo ¨¦l sabe.
Con los pol¨ªticos el tema es un poco m¨¢s complejo. Es una vocaci¨®n que entra?a un impulso hacia el servicio p¨²blico, el deseo de ser objeto de la admiraci¨®n y del agradecimiento un¨¢nime, el anhelo de trascender. Por lo menos esa es la motivaci¨®n que aparece en los perfiles autobiogr¨¢ficos. Pero a medida que los he conocido advierto que en la mayor¨ªa de ellos el verdadero motor simple y sencillamente es el apetito por el poder. Peor a¨²n, ni siquiera cualquier tipo de poder sino aqu¨¦l que incluye una fuerte dosis de transgresi¨®n.
El poder y la posibilidad de transgredir est¨¢n ¨ªntimamente vinculados. Es fascinante saber que los destinos de otros dependen de la propia voluntad, pero es mucho m¨¢s adictiva la sensaci¨®n de estar por encima de las restricciones que afectan al resto de los mortales. No es s¨®lo el acceso a determinados privilegios; despu¨¦s de todo, el dinero de los millonarios tambi¨¦n permite gozar de muchos de esos privilegios, e incluso de otros.
S¨®lo los pol¨ªticos pueden darse la satisfacci¨®n de utilizar con fines personales o familiares una aeronave que pertenece al patrimonio p¨²blico
Cualquiera que sea suficientemente rico puede rentar o incluso poseer un helic¨®ptero para desplazarse por la ciudad sin necesidad de amargarse la existencia en un embotellamiento interminable. Pero s¨®lo los pol¨ªticos pueden darse la satisfacci¨®n de utilizar con fines personales o familiares una aeronave que pertenece al patrimonio p¨²blico. El poder es una droga que s¨®lo tiene efectos cuando es ejercido, y pocas maneras m¨¢s potentes de ejercerlo que utilizarlo para realizar todo aquello que a los dem¨¢s les est¨¢ prohibido.
Es por eso que la corrupci¨®n pol¨ªtica y la funci¨®n p¨²blica muestran v¨ªnculos casi simbi¨®ticos en todas las sociedades en que la rendici¨®n de cuentas no est¨¢ arraigada. Tener m¨¢s dinero del que se puede gastar es un placer que se agota pronto. "Un pol¨ªtico pobre es un pobre pol¨ªtico", sigue siendo un lema que por el que se rigen nuestros funcionarios, pero es apenas el punto de partida. Consideran un derecho asegurar el patrimonio familiar de la siguiente generaci¨®n, pero la fascinaci¨®n por el poder va mucho m¨¢s all¨¢ de eso. Puedo imaginarme obscenamente enriquecido al ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, y al mismo tiempo profundamente infeliz por carecer del poder que antes le permit¨ªa satisfacer caprichos estuviesen o no permitidos por la ley.
Mandar sobre otros, decidir ascensos y descensos, posibilitar o rechazar proyectos es una atribuci¨®n que pronto se convierte en rutina. Para los de libido alborotada, el acceso a hombres y mujeres de atractivo otrora inalcanzables resulta una tentaci¨®n irresistible. Por ello es que el sexo constituye una de las recompensas esenciales en el ejercicio del poder. Pero incluso eso tiene l¨ªmites.
El verdadero goce del poder se alimenta de la capacidad de acometer impunemente lo que otros no pueden
El verdadero goce del poder se alimenta de la capacidad de acometer impunemente lo que otros no pueden. Y no necesariamente se trata de los pecados capitales, salvo en sus versiones m¨¢s salvajes. Hay gobernadores que consideran que desaparecer a un periodista inc¨®modo o despojar a un vecino de un rancho apetecido forma parte de sus atribuciones. En otros casos simplemente se trata de violaciones de primer grado: extender a voluntad el horario del bar en el cual se festeja, obtener un pasaporte en fin de semana, amedrentar a un antiguo rival con polic¨ªas judiciales, cerrar el negocio de alguien por mera inquina personal, abrir asientos en un vuelo comercial ya saturado, levantarle la falda a una muchacha en un acto p¨²blico, y un largo etc¨¦tera. Convertirse en senador es algo que muchos desear¨ªan, pero no tanto por la naturaleza de sus actividades como por el estatuto que se le atribuye: "Gozar de influencias", "estar por encima de la ley".
Los pol¨ªticos terminan habitu¨¢ndose a las peque?as, medianas y grandes transgresiones hasta terminar necesit¨¢ndolas como el aire que respiran. No s¨¦ cu¨¢l sea el oficio que subliman; ellos est¨¢n convencidos de ser dioses del Olimpo.
Twitter: @jorgezepedap
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