Trabajadores ultraflexibles
Los 'contratos de cero horas', sin garant¨ªas de sueldo m¨ªnimo, proliferan en Reino Unido
Es la hora del almuerzo y, sentado en un banco junto a los muelles de Liverpool, Clive apura los ¨²ltimos bocados a su s¨¢ndwich de pollo casero. En realidad no tiene prisa. Hoy su pausa para comer es extremadamente larga. ¡°?Cuatro horas! El jefe me ha dicho que no me necesita en ese tiempo, pero que luego tendr¨¦ otro par de horas de trabajo¡±, explica mientras se limpia las manos con un pedazo de papel. Afirma que no le compensa volver a casa y se dispone a matar el rato viendo las carreras de caballos en un peque?o local de apuestas Paddy Power. Desde hace un a?o, muchos de los d¨ªas son as¨ª de imprevisibles para este hombre de 46 a?os, cabello ralo y ojos peque?os y vivarachos. Trabaja en una compa?¨ªa de reparto con un ¡®contrato de cero horas¡¯, una modalidad en la que el empleador no garantiza al trabajador un m¨ªnimo de horas de carga al mes y, por tanto, tampoco un salario m¨ªnimo.
La f¨®rmula no es nueva, pero se ha extendido paulatinamente en Reino Unido desde que empez¨® a sentirse la crisis financiera, en 2008. Hace cuatro a?os, quienes afirmaban tener como fuente ¨²nica de ingresos un contrato de cero horas no llegaba ni por asomo al 1%; hoy son el 2,3% de los trabajadores en este pa¨ªs --unas 700.000 personas--, seg¨²n la Oficina Nacional de Estad¨ªsticas brit¨¢nica (ONS, por sus siglas en ingl¨¦s). Mujeres, menores de 25 a?os y mayores de 65 son, seg¨²n la ONS, los perfiles mayoritarios bajo este sistema. Empleados con contratos precarios que trabajan, de media, 25 horas a la semana y que cobran unas 7 libras la hora (el salario m¨ªnimo es de 6,50; 8,7 euros).
Un sueldo que Clive, que se ara?a los bolsillos para apostar unas cuantas monedas al caballo 7, llamado Bertie Mo, estira como un chicle. ¡°Si gano, eso que me llevo¡±, bromea amargamente. Y si Clive se conjura a los caballos y apenas llega a fin de mes, tanto el primer ministro brit¨¢nico, el conservador David Cameron, como su principal rival en las elecciones generales del pr¨®ximo jueves, el laborista Ed Miliband, han reconocido que no podr¨ªan sobrevivir con un contrato de este tipo. En una campa?a marcada por la recuperaci¨®n econ¨®mica y nuevas medidas de austeridad, ambos candidatos se han comprometido a buscar una soluci¨®n para esta f¨®rmula de precariedad salvaje. Una soluci¨®n que no pasa, sin embargo, por prohibir sino m¨¢s bien por limitar este tipo de contratos, que ha contribuido a reducir ¨C-o, seg¨²n sindicatos como el mayoritario Unite the Union, ¡°a maquillar¡±-- las cifras de desempleo en Reino Unido (un 5,6% frente a un 23% en Espa?a).
¡°Este tipo de contratos otorgan todo el control al empleador y dejan al empleado en una situaci¨®n tremendamente inestable y m¨¢s vulnerable a los abusos¡±, resume Neil Lee, profesor de Econom¨ªa en la London School of Economics. Los trabajadores de ¡®cero horas¡¯ deben estar disponibles las 24 horas todos los d¨ªas de la semana y, en la mayor¨ªa de los casos, tienen una cl¨¢usula que les impide tener otro empleo. Adem¨¢s, muchos no saben qu¨¦ horario tendr¨¢n ni, por tanto, cu¨¢nto van a ganar. Son, dice Lee, ¡°la punta del iceberg¡± de los problemas en el mercado laboral brit¨¢nico. ¡°La recuperaci¨®n econ¨®mica es mucho m¨¢s fr¨¢gil de lo que el Gobierno retrata. Cierto que el desempleo baja, pero a costa de reducir la calidad del empleo y de sueldos muy bajos¡±, apunta el experto.
La ciudad costera de Liverpool (500.000 habitantes) es una de las que m¨¢s contratos de cero horas registra: m¨¢s de la mitad de los que se ofrecen, sobre todo en el sector de la restauraci¨®n, el ocio o los cuidados. Sin embargo, la f¨®rmula se aplica en todo el pa¨ªs y en empresas de todo tipo: multinacionales como McDonalds, la empresa de paqueter¨ªa DHL, la cadena de perfumer¨ªa y parafarmacia Boots o los grandes almacenes Sports Directs emplean a un buen n¨²mero de trabajadores con estos contratos flexibles, seg¨²n los an¨¢lisis de los sindicatos.
El gigante estadounidense de comida r¨¢pida reconoce que emplea con el sistema de cero horas al 90% de sus trabajadores en Reino Unido ¨Cunas 83.000 personas--. Aunque sus responsables afirman que se debe a que sus asalariados¡°buscan flexibilidad¡±. ¡°Muchos de nuestros empleados son padres o estudiantes que buscan empleos remunerados flexibles para encajar con el cuidado de los ni?os o las clases¡±, apuntan en un comunicado sobre los contratos de cero horas en su web.
Uno de esos casos es el de Ciaran Foley, de 28 a?os. Trabaj¨® una temporada en McDonalds y ahora es barman en un pub del centro de Liverpool, a solo unos pasos del Cavern Club, donde The Beatles tocaban en sus primeros tiempos. Foley asegura que el sistema no le va mal, el jefe le avisa cada primero de mes de su horario y le pagan ¡°aceptablemente¡±. ¡°Gano unas nueva libras la hora y me gusta el empleo¡±, dice. Lo peor, dice restreg¨¢ndose los ojos enrojecidos, es que las jornadas son eternas. ¡°A veces entro a las dos de la tarde y no salgo hasta las seis de la ma?ana¡±, asegura.
Sarah, en cambio, agradecer¨ªa tener esa preocupaci¨®n. Es operaria en la f¨¢brica de galletas Jacob¡¯s --que hace las tradicionales crackers, una de las principales industrias de Liverpool y todo un emblema del pa¨ªs--, y afirma tajante que dar¨ªa un potos¨ª por un trabajo a jornada completa. Sentada en una pizzer¨ªa cerca del estadio de f¨²tbol del Everton, esta mujer de 52 a?os, alta y fuerte, relata que vive pendiente del m¨®vil. Su empleador, en este caso una agencia de reclutamiento, avisa un d¨ªa antes por SMS sobre la jornada. Adem¨¢s, como el resto de los alrededor de 200 trabajadores que la agencia pone a disposici¨®n de la f¨¢brica, cobra unas dos libras menos la hora que los trabajadores contratados directamente por Jacob¡¯s ¨Cque pertenece a United Biscuits, adquirida hace un par de meses por un grupo turco dedicado a la alimentaci¨®n--.
A este ardid, que deja en otra desventaja m¨¢s a los trabajadores de ¡®cero horas¡¯, se suma la iron¨ªa, remarca Barry Kushner, concejal de empleo de Liverpool, de que el programa p¨²blico para desempleados subsidiados recurre a estas empresas para colocar a quienes est¨¢n en paro. ¡°La administraci¨®n no hace sino alimentar este sistema perverso¡±, dice. Kushner (laborista), que preside la comisi¨®n que la ciudad ha puesto en marcha para luchar contra el empleo precario y que ha elaborado una investigaci¨®n a fondo sobre este sistema ultraflexible, propone excluir de todo contrato p¨²blico a las compa?¨ªas que, aunque recurran al sistema de ¡®cero horas¡¯, no garanticen un m¨ªnimo de horas semanales a los empleados.
Con una cucharilla de pl¨¢stico, Sarah ¨Cque, como Clive, prefiere no dar su apellido-- remueve su caf¨¦. Lo toma negro, sin az¨²car ni leche. ¡°Con hoy, llevan ya tres d¨ªas sin dar se?ales. Ni un mensaje, ni una llamada; nada¡±, murmura. Toda su fortaleza se evapora cuando habla del temor a que la empresa haya prescindido de ella. ¡°Con estos contratos ni siquiera tienen que despedirte. Con no llamarte para trabajar basta¡±, dice. Y si no hay trabajo no hay salario, pero tampoco acceso a la prestaci¨®n por desempleo ni otros subsidios. ¡°Y tampoco puedo dejarlo y buscar otro trabajo. Si lo hago saldr¨ªa del sistema de desempleo durante seis meses. As¨ª nos tratan. Es como una esclavitud en pleno siglo XXI¡±.
Libertad y disponibilidad
Para algunos trabajadores cualificados, sobre todo en sectores como el de la sanidad, y fundamentalmente para aquellos que empiezan, los contratos de ¡®cero horas¡¯ pueden llegar a ser un sin¨®nimo de libertad y de buenas pagas. ¡°Son una minor¨ªa, pero este tipo de empleados tambi¨¦n se da¡±, apunta Neil Lee, profesor de Econom¨ªa en la London School of Economics.
Isisa, de 26 a?os, que est¨¢ terminando odontolog¨ªa, trabaja de ayudante cuando la llaman en una cl¨ªnica de Liverpool. Sentada en un banco en la calle comercial de Liverpool junto a su amiga Salma, explica que le suelen pagar no menos de 20 libras la hora. ¡°Es una buena f¨®rmula y me permite seguir estudiando y sacarme algo de dinero¡±, dice.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.