Irlanda mide su transformaci¨®n con el refer¨¦ndum sobre el matrimonio gay
Las encuestas auguran una victoria del s¨ª pero el voto rural puede marcar la diferencia
Los vecinos de las islas de la costa atl¨¢ntica de Irlanda se convirtieron ayer en unos de los primeros habitantes del mundo en votar sobre la legalizaci¨®n en un pa¨ªs del matrimonio homosexual. ¡°Ha sido el mejor refer¨¦ndum, sin un solo cartel en las calles¡±, bromea en el Irish Times un vecino de la isla de Inishbofin, en Galway, quejoso de la indiferencia tradicional del Gobierno hacia estas tierras. Para facilitar las labores de recuento de los votos, las urnas se abrieron el jueves en 12 islas del oeste del pa¨ªs, de Donegal a Galway, antes de que este viernes el resto de los irlandeses decidiese en refer¨¦ndum si a?ade una frase a su Constituci¨®n que permita a las personas del mismo sexo contraer matrimonio.
Las urnas han abierto a las siete de la ma?ana de este viernes en el resto de Irlanda y han permanecido abiertas hasta las 10 de la noche. Algo m¨¢s de 3,2 millones de irlandeses mayores de edad, de un total de 4,5 millones de habitantes, se hab¨ªan registrado para votar. Han respondido, marcando la casilla del s¨ª o la del no en la papeleta blanca, si la Constituci¨®n irlandesa debe cambiarse para incluir la siguiente frase: ¡°Pueden contraer matrimonio de acuerdo con la ley dos personas sin distinci¨®n de su sexo¡±. Habr¨¢ otra papeleta, de color verde, en la que los irlandeses podr¨¢n votar si se reduce o no el l¨ªmite de edad legal (de 35 a 21 a?os) para poder ser candidato a presidente. A primera hora de la tarde de un d¨ªa soleado, la participaci¨®n era mayor que en los ¨²ltimos referendos, sobre todo en las ¨¢reas urbanas.
#EnCasaParaVotar
Entre los 3,2 millones de irlandeses llamados a votar se calcula que hay 60.000 que viven en el extranjero y que, al no estar permitido votar por correo, decidieron volver a casa para hacer historia y convertirse en los primeros ciudadanos que deciden en las urnas la legalizaci¨®n del matrimonio gay. Les estaba permitido votar a todos los irlandeses que hubieran emigrado de su pa¨ªs hace menos de 18 meses. Muchos de ellos compartieron en las redes sociales su viajes a casa bajo el hashtag #hometovote (en casa para votar). Desde la cuenta @gettheboat2vote (coge el barco para votar) llevaban semanas animando a los expatriados a participar. Las fotos compartidas mostraban vagones de tren llenos de globos con los colores del arco iris o gratas sorpresas como la que recibi¨® Kevin Beirne, irland¨¦s expatriado en Londres, que al regresar a casa encontr¨® que sus padres hab¨ªan decorado su vieja habitaci¨®n con multicolores banderas gais.
Irlanda se ha sumado a la tendencia global de extender el derecho a contraer matrimonio a las personas gais. Las bodas entre personas del mismo sexo son legales en 19 pa¨ªses de todo el mundo, en todo su territorio. Adem¨¢s, dicho derecho se reconoce en parte del territorio de Estados Unidos, M¨¦xico y Reino Unido (el matrimonio gay sigue siendo ilegal en Irlanda del Norte, una de las cuatro naciones que lo componen).
Dos motivos convierten el caso irland¨¦s en especial. El primero, de car¨¢cter t¨¦cnico, es que aqu¨ª son los ciudadanos con sus votos quienes deciden sobre el tema. Esto obedece a que es preceptivo un refer¨¦ndum para modificar la Constituci¨®n del pa¨ªs.
El segundo motivo es de car¨¢cter hist¨®rico: el pa¨ªs, en el que hasta hace poco la Iglesia Cat¨®lica ten¨ªa un importante peso en la pol¨ªtica, fue uno de los ¨²ltimos del mundo occidental en que la homosexualidad constitu¨ªa un delito castigado con penas de c¨¢rcel. No fue hasta 1993 que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declar¨® ilegal la legislaci¨®n hasta entonces vigente, heredada de la vecina Inglaterra. La misma legislaci¨®n por la que el c¨¦lebre dublin¨¦s Oscar Wilde fue enviado a la c¨¢rcel de Reading, desde la que escribi¨® su inmortal balada.
El refer¨¦ndum se celebra en cumplimiento de una recomendaci¨®n que la Convenci¨®n Constitucional nacional formul¨® en 2012. Hace tres a?os el vice primer ministro laborista Eamon Gilmore se refiri¨® al matrimonio entre personas del mismos sexo como ¡°el asunto de derechos civiles de esta generaci¨®n¡±. Todos los partidos pol¨ªticos han pedido el voto por el s¨ª en el refer¨¦ndum. Y todos los sondeos publicados vaticinan una amplia victoria de s¨ª. Aunque el margen se ha ido estrechando y todos esperan un cierto afloramiento del llamado voto del "no t¨ªmido" [el llamado voto oculto].
La calles de la ciudad de Dubl¨ªn, en cuya ¨¢rea metropolitana vive m¨¢s de un 30% de los 4,5 millones de habitantes del pa¨ªs, son un clamor por el s¨ª. Pero no hace falta irse muy lejos de la capital para comprender que el fen¨®meno no se extiende a todo el pa¨ªs.
A solo una hora en tren de la capital, en el pr¨®spero pueblo costero de Greystones, la anciana se?ora Una (prefiri¨® no dar su apellido) mojaba las yemas de sus dedos en agua bendita antes de entrar, la v¨ªspera del refer¨¦ndum, a la Iglesia del Santo Rosario. Se arrodillo ante la ¨²ltima bancada del templo vac¨ªo y pronunci¨® en silencio sus oraciones diarias que incluir¨ªan, esta vez, una plegaria por el no en el refer¨¦ndum. ¡°Todo esto se nos ha ido de las manos¡±, opinaba antes de entrar. ¡°No tengo problemas con los gais, aunque no conozco a ninguno, pero creo que esto no es bueno. ?C¨®mo pueden casarse dos hombres o dos mujeres?¡±.
En al banco junto a la entrada a un supermercado, los jubilados Tony Keddy y Paul O¡¯Connor comparten la misma opini¨®n. Ambos votar¨¢n no. Keddy, antiguo taxista, cree que ganar¨¢ el s¨ª, no obstante, pero que lo har¨¢ por menos margen del que la gente espera. ¡°Yo apuesto por un 55% a 45%¡±, aventura.
¡°Nosotros crecimos con un padre y una madre, creo que eso es lo normal¡±, explica O¡¯Connor. ¡°Pero aqu¨ª en los pueblos nadie habla de esto. De hecho, creo que es la primera vez que hablo de ello. En Dubl¨ªn dicen que solo se escucha el s¨ª. Pero creo que es la mayor¨ªa silenciosa, como nosotros, la que marcar¨¢ la diferencia en las urnas¡±. Ma?ana s¨¢bado, a lo largo de la tarde, se sabr¨¢ si O¡¯Connor tiene raz¨®n.
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