¡°Mam¨¢, ?d¨®nde duermen las personas marrones?¡±
La pregunta del ni?o denuncia la vida entre los muros de la urbanizaci¨®n llamada Brasil
Una amiga me cuenta a la vuelta de un viaje a Par¨ªs con la familia. "S¨®lo cuando estaba all¨ª me di cuenta que mi hija estaba, literalmente, andando por la calle por primera vez." La ni?a tiene cuatro a?os. Clase media. Vive en S?o Paulo en una urbanizaci¨®n cerrada. De la urbanizaci¨®n va en coche al colegio privado. Del colegio privado vuelve a casa. Durante el fin de semana, se queda dentro de su urbanizaci¨®n cerrada o va para otras urbanizaciones, de casas o edificios cercados por muros o rejas, con garitas y porteros. O va a centros comerciales adonde llega por el aparcamiento y de donde sale por el aparcamiento. Se desplaza s¨®lo en coche, bien atada a la sillita, protegida detr¨¢s de las ventanas, cristales tintados. De muro en muro, la ni?a pas¨® los primeros cuatro a?os de su vida sin pisar la calle a no ser por breves y arriesgados instantes. Y solo cuando la calle no pudo ser evitada. Y solo como recorrido r¨¢pido y temeroso entre un muro y otro.
La ciudad es un paisaje desde el otro lado del cristal, un paisaje que ella esp¨ªa pero no toca. Lo de fuera, el lado externo, es una amenaza. El otro es aquel con el que ella no puede convivir, tanto que no debe ni mirarlo. Hasta incluso los contactos visuales deben ser evitados, cruces de miradas tambi¨¦n son peligrosos. Cualquier permeabilidad entre dentro y fuera, entre la calle y el muro, sea en la casa, escuela, centro comercial o en el coche, ella aprendi¨® a decodificar como intrusi¨®n. El otro es el intruso, aquel que, si entra, le va a quitar alguna cosa. Si le toca, va a contaminarla. Si la mira, va a amenazarla.
La calle, el espacio p¨²blico, es donde ella no puede estar. ?Y por qu¨¦? Porque all¨ª est¨¢ el otro, el diferente. Y ella solo puede estar segura entre sus iguales, del lado de dentro de los muros.
Mi amiga se encontr¨® de repente sin reconocerse a si misma. Hab¨ªa pasado los primeros cuatro a?os de la vida de su hija preocupada en descubrir cu¨¢l era la casa m¨¢s protegida que podr¨ªan comprar juntando sus ahorros con los de su marido, la casa dentro de muros pero con espacio de convivencia, con un playground en el que los ni?os de dentro, los ni?os adecuados se encuentran. En seguida, preocupada por escoger una escuela que garantizase m¨¢s habilidades competitivas cuando la ni?a llegase a la vida adulta y que tambi¨¦n fuera una escuela protegida en la que su hija estuviera segura del lado de dentro. Ni siquiera hab¨ªa percibido que estaba criando una ni?a con horror a todos aquellos que estaban del lado de fuera de los muros y con pavor de pisar la calle.
Otra madre, ¨¦sta de un ni?o, se qued¨® sin respuestas delante de dos preguntas seguidas de su hijo peque?o: "?Por qu¨¦ ella es marr¨®n?", el ni?o pregunt¨®, refiri¨¦ndose a la asistenta. Y a continuaci¨®n: "?D¨®nde duermen las personas marrones?", ya que las "personas marrones" dejaban los muros al final del d¨ªa, tanto en su casa como de la de sus amiguitos, pero ¨¦l no sab¨ªa ad¨®nde iban. ?Otra urbanizaci¨®n cerrada?
Pueden parecer acontecimientos banales para algunos, al fin y al cabo, los tiempos son as¨ª. Para otros pueden parecer historias de terror para otros, pues estos tiempos son as¨ª. Para m¨ª los ni?os denuncian la brutalidad del pa¨ªs que creamos para ellos, haciendo las preguntas que los adultos prefieren no hacerse a si mismos. No sabemos qu¨¦ personas ser¨¢n estas que crecen entre muros y que aprenden a identificar al otro, al diferente, como amenaza.
M¨¢s preocupados debemos estar cuando la respuesta de la C¨¢mara de los Diputados a la violencia se dirige hacia la reducci¨®n de la mayor¨ªa de edad penal de los 18 a los 16 a?os para los cr¨ªmenes considerados m¨¢s graves. ?Qu¨¦ est¨¢n intentando hacer aquellos que manipulan el miedo? Quieren garantizar que esos otros, adolescentes que no tuvieron educaci¨®n ni saneamiento ni sanidad ni ocio ni acceso a ninguno de sus derechos garantizados por la Constituci¨®n, esos otros que tuvieron las leyes que les protegen violadas desde el nacimiento, hijos de esas "personas marrones" que el ni?o no sabe ad¨®nde van por la noche ni qui¨¦n cuida de sus cr¨ªos, sean encarcelados m¨¢s temprano porque ya decretaron que para ellas no existe soluci¨®n.
Para estos otros se elimina la responsabilidad del Estado de ayudarlos a construir un camino alternativo y darles acceso a derechos que siempre les fueron negados. Sin las preguntas que los ni?os podr¨ªan hacer a los adultos que prefieren anular los puntos de interrogaci¨®n, los adolescentes que cometen cr¨ªmenes son vaciados de historia para que la sociedad sea absuelta y por tanto eximida de su responsabilidad. Los diputados manipulan el miedo de sus electores para convertirlos en una amenaza insuperable. L¨ªmpiese entonces las calles de aquellos que ensucian el paisaje, para que ni siquiera sea necesario mirarlos desde el otro lado de los vidrios y que los sit¨²an en instituciones amuralladas donde el lado de dentro se asemeja a un campo de concentraci¨®n. Si alguien piensa que excluir y castigar m¨¢s y m¨¢s temprano es el camino para un pa¨ªs sin muros, necesita volver a reflexionar. No es necesario ser vidente para saber lo que la venganza provoca en un individuo y en un pa¨ªs cuando pasa a ocupar el lugar de la justicia. ?Y los que est¨¢n detr¨¢s de sus numerosos muros se vengan de qu¨¦? Valdr¨ªa la pena preguntarse.
Una sociedad de muros siempre va a necesitar engendrar monstruos del lado de fuera para seguir justificando sus privilegios y mantenerlos intactos
La Historia ya nos mostr¨® lo que sucede cuando el Estado determina que un determinado otro encarna la amenaza y debe, por lo tanto, ser separado y confinado. Y despu¨¦s, ?cu¨¢l es el pr¨®ximo paso? ?Cu¨¢l es la soluci¨®n final? ?Pena de muerte? ?Exterminio? Cuidado. En alg¨²n momento aquellos que se enga?an a si mismos de estar seguros detr¨¢s de los muros que irguieron pueden convertirse en otro a ser eliminado. Una sociedad fundada en muros cada vez m¨¢s altos siempre va a necesitar de una amenaza del lado de fuera a la cual culpar por su malestar, para que los engranajes contin¨²en funcionando, garantizando la desigualdad y el enriquecimiento de los mismos de siempre. En vez de horrorizarse con la violencia del sistema de educaci¨®n p¨²blica que secuestra el presente y el futuro de esos ni?os que tienen color, clase social y direcci¨®n, se preocupan en deshumanizarlos, borrando singularidades y trayectorias, vaci¨¢ndoles de sentidos para volverles monstruosos. Cuando consigan encarcelar a todos los hijos de los pobres que no pudieron convertirse en mano de obra barata, quiz¨¢s deteni¨¦ndolos tan pronto nazcan, ya que el aborto es condenado por los mismos que defienden la reducci¨®n de la mayor¨ªa de edad penal, se encontrar¨¢ una nueva amenaza para mantener el sistema de privilegios intacto.
Una sociedad de muros siempre va a necesitar engendrar monstruos para seguir justificando la deshumanizaci¨®n y el sistema no oficial de castas. Aquellos que tratan de sentirse seguros y criar a sus hijos con seguridad no se sienten inseguros porque existe otro amenazador del lado de fuera. Esa es solo la apariencia que mantiene todo como est¨¢. Lo que necesitamos no es erguir muros cada vez m¨¢s altos, sino derrumbarlos y mezclarnos en las calles de la ciudad.
El Brasil actual es una realidad deshilachada. De entre los m¨¢s recientes intentos por comprenderlo destaco un muy interesante, propuesto por el psicoanalista Christian Dunker. Est¨¢ en un libro que lanz¨® hace poco, llamado Mal-estar, sofrimento e sintoma ¨C uma psicopatologia do Brasil entre muros (¡°malestar, sufrimiento y s¨ªntoma ¨C una psicopatolog¨ªa del Brasil entre muros¡±,editorial Boitempo). Pero podr¨ªa llamarse Urbanizaci¨®n Brasil. Dunker piensa el pa¨ªs a partir de la l¨®gica de la urbanizaci¨®n cerrada, que encuentra su expresi¨®n m¨¢s destacada en Alphaville, construida en los a?os setenta en los alrededores de S?o Paulo. Vale la pena, como apunta el autor, recordar la pel¨ªcula de Jean-Luc Godard de mismo nombre. Alphaville, la del cineasta franc¨¦s, tiene lugar en otro planeta, donde todo est¨¢ controlado por un ordenador central, el Alpha 60. Un agente secreto es enviado a Alphaville para destruir el ordenador y eliminar a su creador. En Alphaville no existen singularidades. Amor, poes¨ªa o emoci¨®n est¨¢n prohibidos. Son vetadas las interrogaciones. Es censurado el ¡°por qu¨¦¡±. Solo est¨¢ permitido el modo explicativo: ¡°porque¡±.
En una de sus escenas antol¨®gicas, como recuerda el fil¨®sofo Vladimir Safatle en la presentaci¨®n del libro, el agente es interrogado por el ordenador y responde a sus preguntas con citas de Jorge Luis Borges, Blaise Pascal y Friedrich Nietzsche. La m¨¢quina, confusa, lo libera. ¡°Esta fue la manera encontrada por Godard para mostrar lo que Alphaville hab¨ªa dejado fuera de sus fronteras: la indeterminaci¨®n que viene junto a la palabra po¨¦tica, ese pavor pascaliano delante del silencio de los espacios infinitos¡±, escribe Safatle. ¡°O sea, fuera de Alphaville estaba toda la experiencia posible.¡±
En la Urbanizaci¨®n Brasil, el administrador regula el sufrimiento de la vida para transformarlo en formas de insatisfacci¨®n que pueda administrar
?Y esta Urbanizaci¨®n Brasil? La hip¨®tesis formulada por Christian Dunker es que ¡°la vida en forma de urbanizaci¨®n cerrada¡± coloca nuestro malestar en lo que llama de capitalismo a la brasile?a. La l¨®gica de la urbanizaci¨®n cerrada transforma los problemas en problemas de gesti¨®n, en la que el administrador-presidente de la urbanizaci¨®n adopta el papel de regulador del sufrimiento ¨Cy tambi¨¦n del disfrute. O, en las palabras de Dunker, ¡°aquel que debe gestionar el sufrimiento de la vida (¡) para transformarlo en formas palpables de insatisfacci¨®n que ¨¦l podr¨¢ administrar¡±. O m¨¢s adelante: ¡°Nuestro d¨¦ficit de felicidad nos lleva al sufrimiento, m¨¢s o menos envidioso, de que el vecino rapt¨® un fragmento de nuestro gozo. El administrador representa tanto la ley mal formulada como el disfrute excesivo del vecino.¡± La segregaci¨®n, como dice Dunker, surge del fracaso en combinar la diferencia y la divisi¨®n. Es un libro osado y complejo que piensa sobre el camino brasile?o de ¡°despolitizaci¨®n del sufrimiento, medicaci¨®n del malestar y administralizaci¨®n del s¨ªntoma¡±. Recomiendo su lectura. Aqu¨ª me detengo apenas en algunas de las reflexiones que el libro me provoc¨®.
Primero, hay que establecer las fronteras. Los que est¨¢n del lado de dentro, con la ilusi¨®n de protecci¨®n, y los que est¨¢n del lado de fuera intentando entrar porque existe algo all¨ª que ellos no tienen. Existen adem¨¢s aquellos que entran y salen en per¨ªodos determinados, por la puerta de atr¨¢s para desempe?ar servicios y mantener la ilusi¨®n del paisaje intacto (c¨¦sped cortado, ¨¢rboles podados, calles y casas limpias etc.). Estos otros, tolerados por necesarios, pero uniformados y diferenciados para reforzar la ¨²nica (des)identidad que importa: la de la funci¨®n, ¨¦sta estrat¨¦gica, de maquillar la realidad, limpiando la suciedad para que todo parezca inmutable. Garantizando as¨ª el mantenimiento del para¨ªso como para¨ªso que no decae ni se arruina. Al final, autolimpi¨¢ndose al dejar los muros. Merece la pena repetir la pregunta perturbadora del ni?o del principio: ¡°Mam¨¢, ?d¨®nde duermen las personas marrones?¡±
Hay que desempe?ar esa funci¨®n de ¡°limpiar y mantener¡±, pero siendo lo m¨¢s invisible posible. Entrando y saliendo en un solo color, para que se vuelva invisible todo aquello que escapa al control. Lo que nos lleva a la pr¨®xima pregunta: al final, ?qu¨¦ de hecho se limpia y qu¨¦ es necesario mantener? Es posible arrancar la mala hierba que avanza sobre el c¨¦sped anunciando que esa es una guerra perdida. Es posible quitar r¨¢pidamente la basura de la vista antes de que nos recuerde que olemos mal y destruimos mucho. Pero no es posible acabar con el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, ni con la insatisfacci¨®n, la ansiedad y la angustia, ni con el gusto amargo en la boca que s¨®lo hace aumentar porque el para¨ªso no era bien como lo prometido y la felicidad resuena cada vez m¨¢s nerviosa. Tampoco es posible negar la percepci¨®n creciente de que los vecinos, los iguales, son menos cordiales, interesantes o soportables de lo que el anuncio garantiz¨®. Lo que no se consigue dejar del lado de fuera es tambi¨¦n el malestar que lo llev¨® hacia adentro. El coste de estar dentro es alto. Tal vez m¨¢s alto de lo que la mayor¨ªa se d¨¦ cuenta.
?Qu¨¦ sucede cuando el que est¨¢ fuera decide entrar? A estas alturas, imagino que buena parte de los lectores pueda pensar en atraco. No. Recuerdo aqu¨ª los rolezinhos, convocatorias masivas de j¨®venes de la periferia en centros comerciales, ocurridos entre finales de 2013 y los primeros meses de 2014. El momento en que j¨®venes de la periferia, la mayor¨ªa de ellos negros, decidieron marcar por internet paseos colectivos en los centros comerciales y fueron humillados, reprimidos y criminalizados. ?Cu¨¢l fue la ley que quebrantaron? ?J¨®venes negros y pobres no pueden frecuentar los centros comerciales en gran n¨²mero? ?Es ¨¦sta la ley no escrita? El hecho es que su paseo, llamado entonces de rolezinho [vueltita], fue decodificado por la clientela habitual de los centros comerciales y por las fuerzas de seguridad del Estado como ¡°atraco¡±. Pero, de hecho, ?qu¨¦ se ¡°atracaba¡± all¨ª? ,?la reivindicaci¨®n de ocupar el lado de dentro de la urbanizaci¨®n cerrada que es el centro comercial, para divertirse con los amigos?
En mayo de este a?o, se lleg¨® a un desenlace solo posible en un pa¨ªs regido por la l¨®gica de la urbanizaci¨®n cerrada: la condena de tres j¨®venes que organizaron por las redes sociales un paseo por el centro comercial. Se hizo entonces un ¡°bote¡± de solidaridad en Internet para ayudarles a pagar la multa de 394 reales [unos 115 euros] cada uno. Para ellos, que tienen empleos informales y cobran el salario m¨ªnimo, el importe puede hacer inviable su mantenimiento. No entend¨ªan por lo que estaban siendo condenados. En sentido literal. No sab¨ªan cu¨¢l era el motivo de la condena alegado por el juez, pero firmaron porque se les dijo que era lo mejor para ellos. La justicia aparece aqu¨ª como una urbanizaci¨®n cerrada en la que uno de sus muchos muros es el lenguaje.
La represi¨®n a los ¡®rolezinhos¡¯ es una muestra de lo que sucede cuando los que est¨¢n fuera deciden entrar a la urbanizaci¨®n cerrada que es el centro comercial
La urbanizaci¨®n cerrada, esa figura concreta, que tan bien conocemos por estar dentro o por estar fuera, es tambi¨¦n una alegor¨ªa para comprender todas las otras urbanizaciones cerradas de esta vida de muros. La hip¨®tesis sugerida por Christian Dunker nos ayuda a pensar sobre cuestiones profundas de la actual sociedad brasile?a, expresada tambi¨¦n en los casos m¨¢s recientes de violencia, como el ya mencionado esfuerzo de un grupo de diputados en aprobar la reducci¨®n de la mayor¨ªa de edad penal y encarcelar adolescentes m¨¢s temprano tras otros muros. O el apedreamiento de la ni?a de 11 a?os vestida con la ropa de su religi¨®n de origen africano, el candombl¨¦, por dos hombres que gritaban: ¡°?Sal demonio! ?Arded en el infierno, santeros!¡±. La violencia dio lugar a una herida en la cabeza, un desmayo y la p¨¦rdida moment¨¢nea de memoria de la ni?a, sin contar las secuelas psicol¨®gicas.
Entre los casos recientes de violencia podemos pensar tambi¨¦n en la indignaci¨®n de religiosos contra la artista transexual que escenific¨® la crucifixi¨®n de Cristo en la marcha LGTB (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y transg¨¦neros) para denunciar la crucifixi¨®n cotidiana vivida por todos ellos. Al indignarse con una transexual en lugar de Cristo, los religiosos defendieron sus muros al creer que el s¨ªmbolo y el sufrimiento son privatizables y privados y, as¨ª convertidos, pertenecen a su urbanizaci¨®n cerrada. Sin contar el caso de la mujer que mientras era confundida con la ¡°madre¡± de una ni?a pudo permanecer en el Club Pinheiros de S?o Paulo sin ser molestada. Al ser descubierta como ¡°ni?era¡±, empez¨® a tener problemas para entrar y le exigieron que usase uniforme blanco para no ser confundida y que no frecuentase espacios reservados solo a los socios. Los lugares y las fronteras no pueden ser borrados para que los privilegios detr¨¢s de los muros se mantengan cimentados.
Son urbanizaciones cercadas por muros las que proliferan en Brasil, con vallas cada vez m¨¢s violentamente defendidas, porque ya no basta con dejar al otro del lado de afuera, es necesario ahora eliminarlo. Es tambi¨¦n de urbanizaciones cerradas y de muros que se trata cuando en las redes sociales de Internet se vuelve imposible escuchar el argumento del otro, porque el lado de aqu¨ª, sea el que sea, tiene el privilegio de las certezas, del bien, de la justicia y de la cr¨ªtica. Y tambi¨¦n all¨ª el otro tiene que quedarse del lado de afuera, porque ya marcado como amenaza o descalificado como derecha o izquierda, dependiendo de que lado se est¨¦, no tendr¨ªa nada que decir que pueda ser escuchado. Entonces ya no se escucha ni se reconoce su voz. En este sentido, aunque no todos viven en Alphaville, conviene mirar hacia adentro, porque puede haber un Alphaville viviendo donde menos se espera, con muros disfrazados de argumentos.
Los religiosos que se indignaron contra la transexual defendieron sus muros al privatizar el s¨ªmbolo y el sufrimiento, convirti¨¦ndolos en su propiedad
Tambi¨¦n muchos de los que se presentan como demoledores de muros (y defensores de la diversidad de gente y de ideas) parecen, en la pr¨¢ctica, solo fortalecer las defensas de sus cercas. Van hasta donde los muros pueden ser derrumbados sin afectar sus privilegios, que a veces son solo la ilusi¨®n tan cara y mimada de que siempre tienen raz¨®n y est¨¢n en el lado correcto. Pero existe siempre el ¨²ltimo muro, aquel que nos obliga a movernos, aquel que toca el principal privilegio, ¡°el de no necesitar pensar en nuestros privilegios¡±, y ¨¦ste hay que mantenerse a cualquier precio.
El muro m¨¢s bien guardado, al final, es nuestra Alphaville interna. La que nos mantiene limpitos al lado de las buenas causas, pero sin perder nada que nos es valioso. ¡°?Un momento! ?Salir perdiendo tampoco!¡± Listo. Llama al alba?il para construir dos metros m¨¢s de muro, para dejar de fuera a quien nos recuerda la molestia de que para dejar al otro entrar va a ser necesario perder alguna cosa.
Son muchas las trampas cercadas de muros en un pa¨ªs tan extraordinariamente desigual. De vez en cuando los m¨¢s atentos se dan cuenta de que su pie est¨¢ atrapado en alguna armadilla, justamente cuando cre¨ªan que se dirig¨ªan hacia la libertad y un mundo m¨¢s justo. Ahora mismo, las urbanizaciones cerradas del tipo Alphaville son vistas por muchos como algo rid¨ªculo. Pero tambi¨¦n ¨¦stos parecen renovar su b¨²squeda por el para¨ªso perdido. La moda en Brasil desde hace alg¨²n tiempo es comprar pedazos de tierra con mata nativa y fuentes de agua en alg¨²n sitio, como en las regiones serranas a¨²n disponibles del Sur y Sureste o tambi¨¦n en pedazos paradis¨ªacos de la Amazonia.
?Ser¨ªa este anhelo una actualizaci¨®n del ideal de una vida sin malestar, rodeados por otro tipo de iguales, tal vez a¨²n m¨¢s iguales que los otros? Vecinos ecol¨®gicamente conscientes, equilibrados por la meditaci¨®n, yoga y la pr¨¢ctica saludable de deportes, que se desplazan en bicicletas y consumen org¨¢nicos, con propiedades privadas bien definidas. Es altamente seductor para qui¨¦n puede escoger sus muros, pero, ?no ser¨ªa ¨¦sta una renovaci¨®n de la urbanizaci¨®n cerrada, tanto de sus ilusiones como de su car¨¢cter de exclusi¨®n? ?Qui¨¦n se queda luchando por el espacio p¨²blico para todos en ciudades cimentadas, donde falta tanto agua como ¨¢rboles as¨ª como el reconocimiento de la humanidad del otro?
Ciudades Rebeldes es el nombre de un seminario promovido por la editorial Boitempo y por el SESC en la segunda semana de junio, que reuni¨® a algunos de los pensadores de m¨¢s relevancia sobre el tema, tanto brasile?os como el propio Christian Dunker, autor del libro citado anteriormente, como extranjeros como el ge¨®grafo marxista David Harvey. Era tambi¨¦n un encuentro de las izquierdas en este momento tan desafiante, en que las calles del pa¨ªs fueron tomadas por los gritos de derecha. Pero hubo una rebeli¨®n en el debate que debat¨ªa la rebeli¨®n. El Movimiento Independiente de las Madres de Mayo divulg¨® un manifiesto contundente con el siguiente t¨ªtulo: ¡°La rebeli¨®n no ser¨¢ gourmetizada¡±. (Lea aqu¨ª. Sugiero leer tambi¨¦n los comentarios, para comprender el cuadro mayor.)
El muro m¨¢s dif¨ªcil de derrumbar es el que protege el privilegio de no necesitar pensar en los privilegios
Las Madres de Mayo tienen en su origen a un grupo de mujeres, la mayor¨ªa negras, pobres y perif¨¦ricas, que perdieron sus hijos asesinados, muchos de ellos posiblemente ejecutados por la polic¨ªa en las calles de la regi¨®n de S?o Paulo en mayo de 2006. El grupo realiza la denuncia cotidiana de la violencia practicada por el Estado contra los m¨¢s pobres. Suele apodar al gobernador del estado de S?o Paulo, Geraldo Alckmin, de ¡°gobernador genocida¡± y denuncia lo que llama de ¡°terrorismo de Estado¡±. Tambi¨¦n presta el nombre a la Comisi¨®n de la Verdad que investiga los cr¨ªmenes cometidos por el Estado en el per¨ªodo democr¨¢tico. En este seminario, el movimiento fue invitado a ¨²ltima hora para sustituir a un invitado inicial que tuvo que cancelar su participaci¨®n. Recus¨® la invitaci¨®n. En el manifiesto explica el por qu¨¦.
Entre las justificaciones, Madres de Mayo denuncia una ausencia considerada por muchos inmoral: la falta entre los participantes del Movimiento Pase Libre (MPL), que provoc¨® las manifestaciones de 2013 en el pa¨ªs. Tambi¨¦n neg¨® la legitimidad de invitados como Luiz In¨¢cio Lula da Silva, que cancel¨® su participaci¨®n antes del inicio del seminario, y del alcalde de S?o Paulo, Fernando Haddad. ?ste ¨²ltimo est¨¢ considerado como un represor de las manifestaciones de 2013 contra el aumento de tarifa del transporte p¨²blico, lo que transformar¨ªa en ofensa su presencia en un seminario sobre ciudades rebeldes. No recuerdo ning¨²n manifiesto reciente de movimientos sociales tan contundente en su cr¨ªtica al PT, definido como el ¡°agonizante Partido de los Trabajadores¡±, y a Lula, llamado en cierto momento de ¡°ese tipo¡±.
Existen muchas interpretaciones posibles para la rebeli¨®n contra el seminario sobre la rebeli¨®n. Tambi¨¦n hay muchas versiones. Todas ellas fascinantes y mucho m¨¢s fundamentales para entender el actual momento de lo que parece a primera vista. Como estamos cercados por muros, sin embargo, muchos de los sentidos posibles fueron eliminados por las polarizaciones (siempre ellas). Algunos descalificaron el debate ya antes del manifiesto por tener en ¨¦l figuras del PT. Por consiguiente nada all¨ª, ni todos los otros, incluso los cr¨ªticos del PT, podr¨ªan ser escuchados. Otros descalificaron al Movimiento Independiente Madres de Mayo. Otros se ofendieron porque sus mejores intenciones no fueron comprendidas y se vieron en una posici¨®n muy inc¨®moda, ya que tenemos la tendencia a creer que solo somos muy guays y que estamos a salvo.
En el Brasil actual, para tener legitimidad no basta con hablar sobre el otro, hay que hablar con el otro
Con este gesto, Madres de Mayo dificult¨® la reubicaci¨®n del PT en el contexto de las calles y de las rebeliones y tambi¨¦n en la identificaci¨®n como izquierda, lo que es muy fuerte. Obstaculiz¨® la colocaci¨®n del PT no solo como protagonista, sino tambi¨¦n como participante del movimiento m¨¢s amplio de ciudades rebeldes. Se mostr¨® tambi¨¦n que hoy no es suficiente incluir en los debates uno o dos representantes de las periferias y de los movimientos sociales, lo que hasta hace poco hubiera sido suficiente y garantizar¨ªa un ambiente controlado. Lo que de m¨¢s importante dijo Madres de Mayo quiz¨¢s sea que en el Brasil actual para tener legitimidad no basta con hablar sobre, hay que hablar con. Para esto tambi¨¦n es necesario que todos ¨C realmente todos ¨C comprendan que ¡°con¡± significa ¡°con¡±, y no ¡°solo nosotros¡±. De lo contrario la misma l¨®gica de los muros permanece, aunque se cambien a los personajes de lugar. Hoy es urgente estar efectivamente con el otro y arriesgarse a lo que eso significa. Arriesgarse, por lo tanto, a la rebeli¨®n.
Dicho esto, escojo terminar caminando con Tim Tim. En este v¨ªdeo viral, la gran transgresi¨®n del peque?o rebelde es andar por la calle y arriesgarse a encuentros. Cuando todo parece ya insuperable, cuando me veo cercada de muros que me acorralan, los de fuera, pero tambi¨¦n los de dentro, me acuerdo del paso de Tim Tim. Y encuentro esperanza en esa generaci¨®n que est¨¢ siendo educada en el rescate del espacio p¨²blico para todos, arriesg¨¢ndose a las diferencias para combatir la desigualdad. Arriesg¨¢ndose a la experiencia. A veces la vida pide la delicadeza de descubrir la rebeli¨®n tambi¨¦n en los pasos vacilantes, pero muy entusiasmados, de un ni?o con un remolino en la cabeza.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes ¨C o avesso da lenda, A vida que ningu¨¦m v¨º, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos y de la novela Uma duas. Sitio web: desacontecimentos.com. Email: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: brumelianebrum
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