Crecer sin segregar
Las ciudades inclusivas son la garant¨ªa de un futuro para las personas y el planeta

?nicamente las ciudades inclusivas garantizan el futuro de las personas, del planeta y de las propias urbes. Crecer sin segregar es el gran reto para las nuevas metr¨®polis, pero tambi¨¦n su ¨²nica opci¨®n. No es solo un imperativo ¨¦tico, es una cuesti¨®n de supervivencia. Nosotros, o nuestros antepasados, llegamos a las ciudades con ambici¨®n de sobrevivir o, si tuvimos suerte, de prosperar. ¡°Las ciudades todav¨ªa son m¨¢quinas con las que convertir a los desesperados en no tan desesperados¡±, ha escrito el arquitecto Deyan Sudjic, autor de La arquitectura del poder (Ariel). Por eso son lugares en perpetua transformaci¨®n. Analizar nuestra vida cotidiana lo demuestra. Lo que nosotros llam¨¢bamos tiendas de chuches, nuestros hijos lo llaman chinos, precisamente porque inmigrantes chinos regentan esos comercios de barrio. Si en nuestra infancia nos sorprend¨ªa ver a un negro por la calle, hoy, desde la escuela, convivimos con m¨²ltiples nacionalidades. Que las asistentas dom¨¦sticas ya no lleguen de Pollatos de la Sierra, sino de Asunci¨®n o Timisoara, tambi¨¦n describe el micromundo urbano en el que lo global se redefine al entrar en contacto con lo local. Y es que, adem¨¢s de ser lugares para el cambio, las ciudades transforman a quienes las cambian. As¨ª, son el escenario de las diferencias, pero su salud depende de que esas diferencias vivan integradas en lugar de separadas. Saber integrarlas dio lugar al Soho londinense. No hacerlo gener¨® las revueltas de Seine-Saint-Denis, a 15 kil¨®metros de Par¨ªs.
El asunto es m¨¢s pr¨¢ctico de lo que parece. Cuando las diferencias econ¨®micas y educativas se vuelven insalvables aparecen los guetos. Y, por una cuesti¨®n de n¨²meros, son los ricos los que terminan por encerrarse. Sucede en medio mundo, la no-inclusi¨®n, la falta de mezcla social incuba conflictos. No se trata solo de dar de comer. Las mejores ciudades educan con el ejemplo. No con lo que imponen, al contrario, con lo que hacen posible. Y los ejemplos no se ci?en exclusivamente a la poblaci¨®n brit¨¢nica aparcando el coche y cogiendo el metro para moverse por Londres o a los daneses transformando Copenhague en la ciudad m¨¢s pedaleable del mundo. Los ejemplos los dan los pol¨ªticos con pol¨ªticas de cuotas de vivienda asequible en todos los barrios en lugar de convertir la construcci¨®n en un negocio exclusivamente especulativo. Pero tambi¨¦n los ciudadanos dan ejemplo cuando se organizan, cuando defienden sus derechos, cuando ellos mismos construyen la ciudad.
En Bombay hay seis millones de chabolistas, pero sus favelas ocupan solo el 8% de la superficie urbana. Es decir, ofrecen una doble lecci¨®n de futuro. Primero por la densidad como forma de vida m¨¢s sostenible. Segundo porque en barrios como Dharavi, donde 300.000 personas viven en un kil¨®metro cuadrado todo, absolutamente todo se recicla.
Tal vez por ese precedente que congrega lo mejor y lo peor del mundo, el arquitecto chileno Alejandro Aravena ¡ªautor de viviendas incrementales capaces de crecer a medida que los propietarios prosperan¡ª sostiene que las favelas no son el problema, sino la soluci¨®n. ¡°Es tal la magnitud, la velocidad y la escasez de recursos con que se deber¨¢ responder al proceso de urbanizaci¨®n del planeta, que no hay ninguna posibilidad de enfrentarlo sin la concurrencia de la capacidad de autoconstrucci¨®n de la propia gente¡±, explica. La idea de que ¡°las favelas son una fuerza econ¨®mica que hay que encauzar¡± se la ley¨® al economista peruano Hernando de Soto en el libro el Misterio del capital. Por eso, explica, no defiende poetizar la pobreza o la marginalidad, ¡°se trata de canalizar las fuerzas¡±. De escuchar a la gente y conseguir involucrarlos en la mejora de sus barrios.
En Dharavi, Bomaby, donde viven m¨¢s de 300.000 personas en dos kil¨®metros cuadrados, todo se recicla
La participaci¨®n ciudadana es la v¨ªa para conocer los problemas para luego intentar solucionarlos. ¡°Cuando se trabaja en contextos de escasez, el prejuicio es que la gente no sabe mucho y la verdad es que si alguien sabe c¨®mo hacer un uso eficiente de recursos escasos esas son las comunidades menos favorecidas¡±, explica Aravena. El chileno est¨¢ convencido de que frente a la escasez se debe ser estrat¨¦gico y se aprende a priorizar. As¨ª, una relaci¨®n horizontal es clave; ¡°informar y comunicar restricciones, sin anestesia, es la base del proceso de participaci¨®n¡±. Adem¨¢s de la participaci¨®n ciudadana como v¨ªa para la inclusi¨®n social, este arquitecto defiende la inclusi¨®n program¨¢tica: que no haya barrios s¨®lo residenciales, s¨®lo comerciales o s¨®lo de oficinas. Empleando su misma l¨®gica, habr¨ªa que a?adir que no haya barrios solo de favelas. ?C¨®mo planificar la arquitectura para que pueda asumir la incertidumbre de la vida? ¡°La ¨²nica diferencia entre un remedio y un veneno es la dosis¡±, responde.

El desaparecido urbanista italiano Bernardo Secchi (1934-2014) ya alert¨® sobre las desigualdades como el c¨¢ncer de las ciudades. En su libro p¨®stumo, La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres (Catarata), dej¨® tambi¨¦n un consejo: la adopci¨®n de pol¨ªticas que no se basen en obras espectaculares sino que garanticen la permeabilidad, el acceso a la naturaleza y a las personas. Para todos. Sin distinci¨®n. Afrontar los problemas, no desplazarlos ni aislarlos, es la v¨ªa para que la ciudad haga lo que siempre ha necesitado hacer para solucionar sus crisis: cambiar.
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