¡°El miedo ha sido nuestro compa?ero desde hace muchos a?os¡±
Las 25 familias de El Orej¨®n, donde se realizar¨¢ el proyecto piloto conjunto, han aprendido a vivir con el temor a los artefactos
La mina que mat¨® a Yudy Garc¨ªa Moreno el 19 de febrero de 2013, a solo unos metros de la escuela del Orej¨®n, marc¨® para siempre este lugar enclavado en las monta?as del norte de Antioquia y en el que 25 familias se siguen resistiendo a los coletazos de la guerra. Ese d¨ªa, en medio del camino, estaban otras 10 personas, la mayor¨ªa j¨®venes como Garc¨ªa que resultaron gravemente heridas tras el estallido. ¡°Los ojos, los o¨ªdos, las esquirlas... y el miedo, nuestro compa?ero desde hace muchos a?os¡±, se lamenta Bernardo Pel¨¢ez, l¨ªder de esta remota vereda que hasta hace poco quedaba a m¨¢s de siete horas, en mula, del pueblo m¨¢s cercano.
Pero hoy soplan vientos de alivio para el Orej¨®n, que ha pasado de ser un punto perdido en el mapa a epicentro del proyecto piloto de limpieza de minas que han acordado el Gobierno y las FARC. Es uno de esos pueblos que, por estar en medio de un corredor estrat¨¦gico para los grupos armados ilegales, con cultivos de coca y muy cerca del lugar donde se construye una hidroel¨¦ctrica (incrementando la siembra de minas por parte de la guerrilla), ha tenido que sufrir el fuego cruzado.
¡°Terminamos siendo territorio de guerra sin que sea ni nuestra econom¨ªa, ni nuestra culpa¡±, dice por tel¨¦fono Pel¨¢ez, un hombre de 70 a?os que se resiste a irse. Muchos no aguantaron y salieron desplazados, pero los que se quedaron han tenido que aprender a vivir con estos artefactos explosivos, al punto que saben donde est¨¢n sembrados: en los cerros donde llega el Ej¨¦rcito, en los caminos y en los potreros. Los mismos guerrilleros de las FARC les advierten sobre los lugares minados y diversas organizaciones humanitarias les ense?an a evitar los riesgos, como meterse a casas abandonadas, salirse del camino o ir a tierras donde ha habido campamentos militares.
Tambi¨¦n se acostumbraron a vivir confinados cuando arrecian los combates ya que la guerrilla siembra minas de manera temporal. ¡°Cuando las retiran nosotros seguimos con las (minas) que tenemos y trabajamos la tierra que s¨ª se puede sembrar¡±, explica Pel¨¢ez y advierte que aunque se han evitado muertes, s¨ª caen animales. A¨²n as¨ª, este campesino insiste en que ¡°lo malo ya pas¨®¡± y prefiere centrarse en lo que viene para el Orej¨®n, donde al contrario de lo que ocurre en el resto del pa¨ªs por culpa del recrudecimiento de la guerra, se podr¨ªa pensar que los hasta ahora enemigos s¨ª pueden trabajar conjuntamente por la paz.
El primer gesto qued¨® registrado el d¨ªa en que el general Rafael Col¨®n y el jefe guerrillero Pastor Alape, quienes lideran el desminado, se dieron la mano en esas monta?as, alejados de las c¨¢maras. Pel¨¢ez fue quien les pidi¨® que lo hicieran si cre¨ªan que la paz era posible. ¡°Ninguno de los dos lo pens¨® dos veces. Coloqu¨¦ mis manos debajo de las de ellos y otro campesino hizo lo mismo. Ese fue el sello y nosotros les creemos¡±.
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