La encrucijada puertorrique?a
Washington olvid¨® el ¨²ltimo cabo suelto que queda de la Guerra Fr¨ªa, Puerto Rico.
Puerto Rico, la que algunos ya comienzan a llamar la Grecia del Caribe, est¨¢ en la bancarrota. La m¨¢s peque?a de las Antillas espa?olas, descubierta por Col¨®n en su segundo viaje y entregada a Estados Unidos como bot¨ªn de guerra por el gobierno de Pr¨¢xedes Mateo Sagasta a ra¨ªz del desastre de 1898, vive hoy entre la espada y la pared.
El experimento constitucional que Estados Unidos urdi¨® a finales de la administraci¨®n Truman, cuando la Guerra Fr¨ªa iba ganando mayor intensidad y se dio a conocer como el ¡°Estado Libre Asociado de Puerto Rico¡±, colaps¨®. Y todo el andamiaje econ¨®mico de corte neocolonial que lo sosten¨ªa, preconizado sobre la completa claudicaci¨®n de la isla del control pol¨ªtico sobre las variables econ¨®micas que inciden directamente sobre su vida, se vino abajo como castillo de naipes.
Con una deuda p¨²blica impagable de $72.204.000.000 (equivalente al 103% del PNB), un d¨¦ficit gubernamental en espiral de $2.500.000.000 (3,5% del PNB), una participaci¨®n laboral raqu¨ªtica del 40%, una descapitalizaci¨®n progresiva de la banca comercial del 30% (en comparaci¨®n con los niveles de 2005), unos niveles de pobreza que arropan al 45% de la poblaci¨®n y una di¨¢spora masiva, que entre los a?os 2010 al 2013 forz¨® la salida de m¨¢s de 144,000 puertorrique?os, no puede existir duda alguna que el coloniaje no le ha hecho bien ni a Puerto Rico ni a Estados Unidos.
Si relevante es el estudio ponderado de lo que Edward Gibbon titular¨ªa la decadencia y ca¨ªda del Estado Libre Asociado, m¨¢s urgente a¨²n es el an¨¢lisis sistem¨¢tico de las consecuencias que la implosi¨®n puertorrique?a tiene sobre la din¨¢mica coyuntura geopol¨ªtica que se vive hoy en el Caribe y la Am¨¦rica Latina. Cuando el pasado 17 de diciembre de 2014 el presidente Obama anunci¨® desde la Casa Blanca su intenci¨®n de reestablecer lazos diplom¨¢ticos con Cuba, luego de medio siglo de mutuo aislamiento, fue enf¨¢tico al sugerir que en lo sucesivo se abr¨ªa en las Am¨¦ricas un periodo de renovaci¨®n del tr¨¢gico legado del coloniaje.
El experimento constitucional que Estados Unidos?dio a conocer como el ¡°Estado Libre Asociado de Puerto Rico¡±, colaps¨®
De inmediato Washington inici¨® una intensa ofensiva diplom¨¢tica en la cuenca del Caribe. El 26 de enero, el vicepresidente Biden recib¨ªa en la capital a los jefes de estado y gobierno de los pa¨ªses caribe?os para delimitar una agenda energ¨¦tica com¨²n. Asimismo, el 20 de febrero el secretario de estado John Kerry designaba a Bernie Aronson como enviado especial a las negociaciones de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC. Y el 9 de abril, a s¨®lo horas del comienzo de la Cumbre de las Am¨¦ricas en Panam¨¢, el presidente Obama anunciaba desde Kingston el compromiso de su administraci¨®n de proveer $20 millones de d¨®lares en financiamiento para proyectos de energ¨ªa renovable en Jamaica.
Todo esto, claro est¨¢, como corolario al nuevo c¨¢lculo geopol¨ªtico que llev¨® al deshielo con La Habana. Dentro de ese nuevo rompecabezas, sin embargo, Washington olvid¨® de plano el ¨²ltimo cabo suelto que a¨²n queda en el Caribe. Y esa ¨²ltima pieza, cabeza de playa de la Guerra Fr¨ªa, es Puerto Rico.
Ir¨®nicamente, fue el propio Ra¨²l Castro quien en su discurso inaugural en la Cumbre le record¨® al presidente Obama la innoble condici¨®n de subordinaci¨®n pol¨ªtica de Puerto Rico, y la tupida madeja que como poder colonial aun le resta por desenredar a Washington en aquel territorio caribe?o.
Mientras Puerto Rico no ejerza control pol¨ªtico sobre aquellas variables econ¨®micas, hoy sujetas al indiferente pero f¨¦rreo control del Congreso estadounidense, jam¨¢s podr¨¢ potenciar un despegue econ¨®mico end¨®geno que fortalezca su competitividad a nivel global y su capacidad para fortalecer la agenda hemisf¨¦rica en materia energ¨¦tica, comercial y de seguridad.
Dif¨ªcilmente podr¨¢ Puerto Rico potenciar su entrada al tablero econ¨®mico internacional si no se libera de taras tan asfixiantes como las leyes de cabotaje norteamericanas, la cl¨¢usula de comercio interestatal de la Constituci¨®n federal, y todos los exorbitantes costos de producci¨®n que desde Washington se le imponen a su econom¨ªa sin su expreso consentimiento.
Fomentar y auxiliar la descolonizaci¨®n de Puerto Rico constituye, pues, pieza indispensable en ese nuevo tablero de ajedrez geopol¨ªtico que Washington y La Habana han comenzado a conformar a la luz del entramado de nuevos imperativos econ¨®micos y pol¨ªticos post Guerra Fr¨ªa. Continuar barriendo debajo de la alfombra la condici¨®n de Puerto Rico ya no es opci¨®n ni para Washington ni mucho menos para los puertorrique?os de estos tiempos.
Pero mientras Washington siga intentando tapar el cielo con la mano, dif¨ªcilmente podr¨¢ detentar el liderazgo moral que hoy desesperadamente pretende ejercer en la regi¨®n del mundo en donde, de forma m¨¢s aguda y apremiante, subyacen sus intereses geopol¨ªticos, econ¨®micos y de seguridad m¨¢s b¨¢sicos y vitales.
Rafael Cox Alomar es profesor de Derecho en la Universidad del Distrito de Columbia, Washington, DC. rafael.coxalomar@udc.edu
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