El conflicto entre dos presidentes sume a Yemen en un vac¨ªo de poder
Los Huthi, leales a Ali Abdal¨¢ Saleh, controlan la capital desde hace nueve meses
Nueve meses despu¨¦s de que el movimiento Huthi (de confesi¨®n chi¨ª zayd¨ª) tomara la capital, San¨¢, Yemen vive sumido en un vac¨ªo de poder. Zonas del suroeste y este del pa¨ªs permanecen leales a las ordenes del depuesto presidente Abd Rabbo Mansur Hadi, reconocido por la comunidad internacional, refugiado en Riad y aliado de Arabia Saud¨ª. El grueso del noreste del pa¨ªs, bajo control Huthi, responde al anterior presidente, Ali Abdal¨¢ Saleh. Las infraestructuras del pa¨ªs est¨¢n colapsadas entre los bombardeos saud¨ªes y el f¨¦rreo embargo impuesto. A lo que se suma la par¨¢lisis administrativa de unas instituciones en las que cohabitan leales a ambos presidentes. No se toman decisiones pol¨ªticas y las fuerzas Huthi improvisan sobre el terreno.
¡°Yo sigo las ordenes del presidente leg¨ªtimo¡±, espeta Al¨ª Ahmed AlDailmi, embajador yemen¨ª en L¨ªbano. Como ¨¦l la mayor¨ªa del cuerpo diplom¨¢tico yemen¨ª responde a Riad.
En las oficinas de la Administraci¨®n de San¨¢, leales al presidente actual y al anterior comparten mesa. La alianza entre el movimiento Huthi y las unidades del Ej¨¦rcito leales a Saleh gobierna casi todo el noroeste del pa¨ªs gracias a la toma de la capital, en septiembre pasado. ¡°Los Huthi no echaron a los funcionarios del Gobierno anterior y eso est¨¢ paralizando la toma de decisiones¡±, explica el diplom¨¢tico yemen¨ª. El frente Huthi-Saleh intenta hacerse con las metr¨®polis de Taiz y Aden al sur del pa¨ªs. Basti¨®n de la llamada ¡°resistencia¡±, en el suroeste del pa¨ªs, los milicianos de Islah (rama yemen¨ª de los Hermanos Musulmanes) y militares leales al presidente Hadi intentan cortarles el paso.
¡°En Yemen ya no hay presidente, lo que hay es un comit¨¦ revolucionario en San¨¢ que act¨²a como gobierno central¡±, explica Abdal¨¢ Ali Alrahabi, analista y coordinador general del Movimiento del Despertar Democr¨¢tico, compuesto por independientes. ¡°Pero su poder no rebasa la frontera de Sana. Yemen es una sociedad tribal, donde el Gobierno central se ve cortocircuitado por los l¨ªderes tribales a quienes obedecen sus miembros¡±, precisa.
Los Huthi se desmarcan del patrocinio iran¨ª
El movimiento de los Huthi, considerados un grupo fiel a Ir¨¢n porque profesan la rama chi¨ª del islam, se desmarca de la potencia persa. ¡°No hay ni un solo iran¨ª, ni miliciano de Hezbol¨¢ (el partido-milicia tambi¨¦n chi¨ª de L¨ªbano) en territorio yemen¨ª. Es m¨¢s, las declaraciones de Ir¨¢n intentan manipular nuestra causa. No hemos recibido apoyo alguno de armas o de ayuda humanitaria¡±, asegura Al¨ª el Imad, alto cargo de la Guardia Revolucionaria Huthi del movimiento formalmente denominado Ansar Al¨¢.
Sin embargo, es en los feudos de Hezbol¨¢ en la capital libanesa, Beirut, donde se ubica la sede de Al Maserah, el brazo medi¨¢tico de los Huthi, y donde reciben cobijo los l¨ªderes del grupo que son objetivo de la coalici¨®n liderada por Arabia Saud¨ª.
Los Huthi no solo se desmarcan pol¨ªticamente del Ir¨¢n chi¨ª sino que tambi¨¦n recalcan las diferencias religiosas. Los Huthi, chi¨ªes zayd¨ªes, aseguran tener m¨¢s en com¨²n con los chaf¨ªes (sun¨ªes yemen¨ªes) que con los chi¨ªes iran¨ªes. Con ese argumento, niegan que el conflicto sea una guerra confesional.
Ante el vac¨ªo pol¨ªtico, los Hashid, los Bakil y los Mejhade se han erigido en las tres tribus que principalmente gobiernan el pa¨ªs a nivel local. En el valle de Nuheri, al norte del pa¨ªs, un centenar de vecinos se arremolinan ante el risco de un precipicio. Milicianos de Ansar Al¨¢ (nombre formal del movimiento Huthi) y militares intentan recuperar el cad¨¢ver de un cuerpo maniatado. El sheij Amil Tugimi, l¨ªder tribal local acude al lugar. Ser¨¢ el quien lidere la investigaci¨®n del asesinato.
Anta?o enemigos, la alianza Huthi-Saleh responde a una estrategia pol¨ªtica frente al enemigo com¨²n que hoy representa Arabia Saud¨ª. En la mir¨ªada de controles militares que plagan caminos y ciudades, los soldados y Huthis armados comparten barraca. Los primeros van de caqui, los segundos visten atuendos tribales. ¡°No hay diferencia entre nosotros, somos yemen¨ªes defendiendo nuestra tierra¡±, afirma el soldado Abdal¨¢, de 28 a?os. Juntos, registran veh¨ªculos en busca de armas.
Sin embargo, en las localidades tradicionalmente enemistadas a los Huthis, como Amran, a 120 kil¨®metros al norte de San¨¢, las tensiones entre soldados y los Huthi son palpables. Objetivo de los ataques a¨¦reos, un control militar acaba de ser bombardeado. Tres bombas m¨¢s caen del cielo, esta vez alcanzando un mercado y una mezquita. Los cuerpos de siete soldados y 40 civiles, incluidas mujeres, son transportados a la improvisada morgue del hospital p¨²blico. Tensos, militares y Huthis chocan a las puertas del hospital.
Tras varios disparos al aire, ser¨¢n los m¨¦dicos quienes expulsen a los milicianos para evitar ser objetivo de los aviones que aun sobrevuelan las instalaciones. ¡°Aqu¨ª no hay coordinaci¨®n con los Huthi. Lo quieren controlar todo porque desconf¨ªan de la lealtad de la poblaci¨®n. Estamos en el mismo barco, pero no pueden imponerse de esta manera¡±, se queja Mohamed H., soldado fiel a Saleh.
A las diez de la noche del martes, un atentado con coche bomba hiri¨® a 10 personas ante una mezquita de San¨¢. Ante la ausencia de cuerpos del Estado, una vez m¨¢s los Huthi de Ansar Al¨¢ y los militares aliados acud¨ªan cada uno por su lado para organizar a bomberos, evacuar heridos y acordonar el lugar.
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