La nueva guerra europea
La UE ya no se rige por la solidaridad sino por las relaciones de poder geoecon¨®micas
No es solo Alemania la que ha cambiado. Hace ya m¨¢s de dos d¨¦cadas que Helmut Kohl y Fran?ois Mitterrand se preguntaban angustiados sobre el rumbo que tomar¨ªa Europa una vez desapareciera la ¨²ltima generaci¨®n que conoci¨® y quiso evitar la repetici¨®n de la guerra entre europeos, es decir, los aut¨¦nticos or¨ªgenes del proyecto de ¡°uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha entre los pueblos de Europa¡±. Angela Merkel encarna plenamente el nuevo esp¨ªritu generacional, olvidadizo respecto a los or¨ªgenes del proyecto com¨²n. Justo cuando empez¨® la crisis de la deuda soberana el anciano Kohl, hoy muy enfermo, le dijo a un amigo que Angela Merkel estaba destruyendo su Europa (¡°Die macht mir mein Europa kaputt¡±).
Dos hechos bien conocidos est¨¢n en el origen de la mutaci¨®n. El m¨¢s evidente es la unificaci¨®n alemana, que desequilibr¨® la ecuaci¨®n sobre la que ha basculado todo el peso de la construcci¨®n europea entre Francia y Alemania. El segundo es la ampliaci¨®n hasta 28 pa¨ªses socios, con la incorporaci¨®n de multitud de enanos pol¨ªticos que hace m¨¢s sobresaliente y solitario el papel de una Alemania dominadora en el plazo comercial y financiero.
Merkel encarna el nuevo esp¨ªritu generacional, olvidadizo respecto a los or¨ªgenes del proyecto com¨²n
Sin el impulso del motor franco-alem¨¢n y con un mosaico de intereses nacionales variopintos y alejados, el proyecto europeo com¨²n ha ido perdiendo inspiraci¨®n y sentido, hasta el punto de que el euroescepticismo brit¨¢nico pugna ahora por borrar de los tratados esa ¡°uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha¡± consagrada por los padres fundadores. Jacques Delors, ahora ya nonagenario, se lamentaba al poco de abandonar la presidencia de la Comisi¨®n en 1994 sobre la p¨¦rdida del sentido de familia entre los pa¨ªses socios.
Hoy es un hecho. Apenas queda nada del esp¨ªritu de familia y de la solidaridad obtenida a trav¨¦s del gradualismo de las peque?as solidaridades. La cumbre del euro del pasado 13 de julio es el mejor ejemplo del punto al que se ha llegado, en el que la enemistad y el rencor sustituyen a la responsabilidad compartida y las solidaridades entre socios. Tsipras rompi¨® la baraja con el disparo de un refer¨¦ndum que le sali¨® por la culata. Lo mismo les puede suceder a Sch?uble y Merkel con un rescate impuesto a Grecia que dejar¨¢ heridas incurables y permite las teor¨ªas demenciales de una imposici¨®n imperial donde antes se hablaba de soberan¨ªas compartidas o el diktat de un IV Reich sobre una Europa alemana.
Apenas queda nada del esp¨ªritu de familia y de la solidaridad obtenida a trav¨¦s del gradualismo de las peque?as solidaridades
Europa ha dejado atr¨¢s la etapa de la construcci¨®n de su unidad pol¨ªtica y se adentra en otra de mera competici¨®n geoecon¨®mica, guiada por los intereses desnudos de cada socio, en una nueva especie de guerra sin violencia, a trav¨¦s del comercio, la innovaci¨®n y las finanzas. Edward Luttwak acu?¨® el t¨¦rmino en 1990 en un ensayo en National Interest y Hans Kundani lo ha aplicado a la Alemania de la actual crisis en su excelente ensayo The Paradox of German Power, donde asegura que ¡°Alemania es ¨²nica en la combinaci¨®n de una gran firmeza econ¨®mica con su abstinencia militar¡±. Esta es la gran mutaci¨®n europea. La guerra, incluso si es geoecon¨®mica, es la suma cero, exactamente lo contrario del m¨¦todo sin¨¦rgico que ha hecho a Europa. Por eso ahora se nos est¨¢ deshaciendo a ojos vista.
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