La paradoja alemana
Pese a su protagonismo en las ¨²ltimas crisis de la eurozona, el pa¨ªs no es capaz de desempe?ar el papel de potencia hegem¨®nica que muchos le atribuyen. Y la historia nos muestra que la soluci¨®n no puede estar en una Europa dirigida desde Berl¨ªn
Se ha vuelto habitual decir desde que comenz¨® la crisis del euro hace cinco a?os que de ella saldr¨ªa una Europa alemana. Durante estos a?os, y puesto que se trata del mayor acreedor, es cierto que Alemania ha disfrutado de una situaci¨®n de extraordinario poder y ha podido imponer en gran medida sus preferencias a los dem¨¢s miembros de la eurozona, pero no ha sido ni es ¡ªcomo afirman muchos¡ª una potencia hegem¨®nica. Tampoco es posible que lo sea. Alemania sigue siendo demasiado fr¨¢gil para asumir las cargas que comporta ese papel preponderante, tanto en lo referido a las transferencias fiscales como a la mutualizaci¨®n de la deuda europea o una inflaci¨®n moderada. Es m¨¢s acertado decir, como ya suger¨ª en un art¨ªculo publicado en estas p¨¢ginas a finales del a?o pasado, que Alemania parece m¨¢s bien haber recuperado la posici¨®n de semihegemon¨ªa que ocup¨® entre 1871 y 1945, aunque, esta vez, en un sentido m¨¢s geoecon¨®mico que geopol¨ªtico.
En esos a?os, que desembocaron en la barbarie nazi, la cuesti¨®n alemana, tema central de aquella Europa, siempre gir¨® en torno a su incapacidad para ser l¨ªder. Tras su unificaci¨®n en 1871 se hizo demasiado poderosa como para ser desafiada por las dem¨¢s grandes potencias, pero no lo suficiente como para derrotar a una coalici¨®n de estas. El historiador alem¨¢n Ludwig Dehio describi¨® la posici¨®n de Alemania en Europa como la de una ¡°semihegemon¨ªa¡± m¨¢s que la de una hegemon¨ªa. Esa situaci¨®n estructural dio lugar, como una profec¨ªa autocumplida, a un temor alem¨¢n al envolvimiento: lo que Bismarck llam¨® la pesadilla de las coaliciones.
Los hechos de las ¨²ltimas semanas han vuelto a probar lo que la historia nos ense?¨®: que la soluci¨®n no puede estar en una Europa dirigida desde Berl¨ªn. Los acontecimientos han mostrado tambi¨¦n no solo la medida sino tambi¨¦n los l¨ªmites del poder alem¨¢n. El Gobierno de Merkel y la opini¨®n p¨²blica alemana que le da su apoyo mayoritario esperaban que a estas alturas hubiera acabado la crisis, despu¨¦s de que la periferia de la eurozona emprendiera reformas estructurales y se volviera m¨¢s competitiva. En Alemania, muchos creen que algo as¨ª ya estaba sucediendo, incluso en Grecia, hasta que, en enero, los votos designaron a Alexis Tsipras como primer ministro. Con su elecci¨®n, consecuencia directa del fracaso de la pol¨ªtica de la eurozona en Grecia, la crisis de la moneda ¨²nica volvi¨® a agudizarse, como era de prever. Sin embargo, en vez de ver la llegada de Tsipras como una se?al de alarma y cambiar su estrategia, Alemania y la eurozona decidieron enrocarse.
La decisi¨®n de la eurozona fue en definitiva que, como las exigencias de los ¨²ltimos cinco a?os no hab¨ªan servido de nada, eran necesarias otras a¨²n m¨¢s duras. En Alemania predominaba el sentimiento de que los acreedores hab¨ªan perdido la confianza en los deudores. Durante estos cinco a?os, los pol¨ªticos alemanes han citado con frecuencia a Lenin, sin saberlo: ¡°La confianza est¨¢ bien; pero el control es mejor¡±. Desde que tom¨® posesi¨®n el gobierno griego, y en particular desde que el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, envenen¨® a¨²n m¨¢s las negociaciones al llamar ¡°terroristas¡± a los acreedores, estos han exigido m¨¢s control que nunca. En concreto, exigieron ¡°medidas previas¡± antes de empezar a discutir un tercer rescate para Grecia.
Estos a?os, los pol¨ªticos alemanes han citado a Lenin sin saberlo: ¡°La confianza est¨¢ bien; el control es mejor¡±
Quiz¨¢ acabemos viendo los acontecimientos del fin de semana del 11 y 12 de julio como un punto de inflexi¨®n en la crisis, como lo fue aquel Consejo Europeo de junio de 2012 del que salieron las decisiones que salvaron el euro pero que en Alemania se consideraron una derrota. Vistos aquellos d¨ªas en retrospectiva, es posible que el plan del ministro alem¨¢n de Finanzas, Wolfgang Sch?uble, de colocar 50.000 millones de euros de activos griegos en un fondo en Luxemburgo para luego privatizarlos y, sobre todo, su clara defensa de la idea de expulsar temporalmente a Grecia de la eurozona, hayan transformado la moneda ¨²nica para siempre.
M¨¢s dudoso resulta que el fin de semana dejara al descubierto una Europa m¨¢s alemana, como afirman muchos comentaristas. Es cierto que fue llamativo que, en el plazo de 24 horas, las propuestas de Sch?uble se convirtieran en la base del documento del Eurogrupo (ministros de Finanzas de la zona euro); pareci¨® la prueba definitiva de que Alemania era la que mandaba. Y tambi¨¦n lo es que en la reuni¨®n hubo m¨¢s voces que nunca en apoyo de los alemanes, sobre todo provenientes de los tres pa¨ªses b¨¢lticos (ahora miembros de la moneda ¨²nica), de Eslovaquia y de Eslovenia. La impresi¨®n es que Alemania simplemente se dio cuenta de que para imponer unas condiciones m¨¢s estrictas de las necesarias deb¨ªa dar la impresi¨®n de dominio.
La pregunta que Europa se plantea desde hace a?os y que ahora se ha vuelto m¨¢s urgente es: ?qu¨¦ quiere Alemania? No es una pregunta f¨¢cil. Es evidente que los alemanes tienen una actitud cada vez m¨¢s dura y son cada vez m¨¢s euroesc¨¦pticos. Desde 2012, su enfado ha ido en aumento, en especial ante lo que consideran una mutualizaci¨®n furtiva e ilegal de la deuda, y sienten que su pa¨ªs ha perdido el control de los acontecimientos. Las concesiones que Merkel se vio obligada a hacer en el verano de 2012 sirvieron de justificaci¨®n para el nacimiento de Alternative f¨¹r Deutschland (Alternativa por Alemania), el partido euroesc¨¦ptico cuyo nombre pretende refutar la declaraci¨®n de la canciller de que ¡°no hay alternativa¡± a su estrategia. Desde la elecci¨®n de Tsipras, la indignaci¨®n ha crecido, igual que las presiones sobre Merkel.
En las ¨²ltimas semanas ha habido mucha especulaci¨®n sobre las intenciones de Merkel y Sch?uble y lo que significan para la pol¨ªtica alemana. La paradoja es que a Sch?uble se le considera m¨¢s proeuropeo que a Merkel, se piensa que es el ¨²nico en Alemania que comparte la visi¨®n continental que ten¨ªa Helmut Kohl, y sin embargo es ¨¦l quien ha adoptado la actitud m¨¢s dura sobre Grecia hasta el punto de desear una salida, un Grexit. Dicen que cree que la moneda ¨²nica solo puede triunfar si todo el mundo obedece las reglas, mientras que a Merkel le preocupan m¨¢s los costes geopol¨ªticos de una posible salida, sobre todo dada la postura revisionista del pasado de Rusia desde la anexi¨®n de Crimea en 2014. Otros aventuran que la diferencia entre Merkel y Sch?uble no es m¨¢s que t¨¢ctica, el cl¨¢sico m¨¦todo de poli bueno / poli malo para obtener concesiones de Grecia.
Dicen que Sch?uble cree que el euro solo puede triunfar si todos obedecen las reglas
Es posible que Sch?uble crea que el Grexit ayudar¨ªa a impulsar el proyecto europeo igual que, en su opini¨®n, ha ayudado la crisis en los cinco ¨²ltimos a?os. No solo porque librar¨ªa a la eurozona de su miembro m¨¢s conflictivo, sino porque obligar¨ªa a los dem¨¢s pa¨ªses a profundizar en la integraci¨®n para tranquilizar a los mercados sobre la sostenibilidad de la moneda ¨²nica. Esta interpretaci¨®n la confirma el antiguo secretario del Tesoro estadounidense Timothy Geithner, en cuyas memorias, Stress Test, relata una conversaci¨®n del verano de 2012 en la que Sch?uble dijo que la salida de Grecia ser¨ªa tan ¡°traum¨¢tica¡± que asustar¨ªa al resto de Europa y le obligar¨ªa a ceder m¨¢s soberan¨ªa a una uni¨®n bancaria y fiscal m¨¢s fuerte. En otras palabras, es posible que Sch?uble est¨¦ intentando provocar una crisis para imponer una mayor integraci¨®n que, en caso contrario, contar¨ªa con pocos apoyos.
Sch?uble, m¨¢s popular hoy en Alemania que Merkel, es tal vez un europeo proalem¨¢n, es decir, alguien que de verdad quiere m¨¢s Europa pero de acuerdo con los intereses de Alemania (aunque, por supuesto, ¨¦l lo niega y dice que no quiere una Europa alemana, sino solo una Europa fuerte). En la pr¨¢ctica, eso puede traducirse en un n¨²cleo europeo que siga el modelo alem¨¢n, en el que los pa¨ªses se integren cada vez m¨¢s y tal vez acaben incluso creando una especie de uni¨®n pol¨ªtica, basada en unas reglas ya establecidas y que no se puedan cambiar, como en el caso del freno al endeudamiento introducido por los pa¨ªses de la eurozona en sus constituciones. En resumen, una Europa m¨¢s integrada pero en la que todas las decisiones importantes, en particular sobre pol¨ªtica econ¨®mica, se tomen lejos del debate pol¨ªtico y el control democr¨¢tico.
Hans Kundnani es senior transatlantic fellow en el German Marshall Fund y autor de The Paradox of German Power (Oxford University Press). Twitter: @hanskundnani. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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