Donald Trump exprime su luna de miel
El magnate es el protagonista en los bastidores del debate republicano en Cleveland
Donald Trump exhibe una robusta sensaci¨®n de seguridad. Es una celebridad en Estados Unidos, al margen del impacto de su liderazgo actual en las encuestas de los candidatos republicanos a las elecciones presidenciales de 2016. ?l es muy consciente de ello. Habla y anda con aplomo, como si le diera igual todo lo que ocurre a su alrededor. Las c¨¢maras le buscan y a ¨¦l le encanta. Tras el primer debate televisivo de los republicanos, la noche del jueves en Cleveland (Ohio), el magnate inmobiliario atendi¨® a los medios de comunicaci¨®n. Te¨®ricamente deb¨ªan hacerlo todos los candidatos, pero Trump fue el ¨²nico de los favoritos que se acerc¨® a hablar con la prensa, a la que suele criticar sin tapujos.
Fueron pocos minutos, pero la escena fue ca¨®tica. Trump, de 69 a?os, y su comitiva irrumpieron en una zona habilitada justo detr¨¢s del escenario del debate, en el pabell¨®n del equipo de baloncesto de Cleveland. Al verle, una nube de un centenar de reporteros, camar¨®grafos y fot¨®grafos empezaron a correr hacia ¨¦l, con nervios similares a los de esos seguidores que persiguen a una estrella musical. Le rodearon, muchos subidos en escaleras para poder grabarle, y Trump les despach¨® en pocos minutos. Mostraba una calma asombrosa ante el caos que reinaba a su alrededor. Por si hab¨ªa dudas de que estaba all¨ª, un voluntario aguantaba estoicamente un cartel rojo con su apellido que se elevaba entre el mar de cabezas. Hab¨ªa los mismos carteles listos para los otros candidatos.
El aspirante a la nominaci¨®n republicana habl¨® hasta que decidi¨® que ya hab¨ªa tenido suficiente. Con la ayuda de parte de su comitiva, se abri¨® paso lentamente entre la marabunta de periodistas. Algunas c¨¢maras cayeron al suelo, hubo gritos, pero Trump apenas se inmut¨®. Parec¨ªa sentirse en casa. Avanz¨® impasible hasta una salida. Reparti¨® algunas sonrisas y saludos, y se esfum¨® por una de las escaleras en las gradas del pabell¨®n.
Con su marcha, se evapor¨® la nube de c¨¢maras. A los pocos minutos, el gobernador de Ohio, John Kasich, se acerc¨® a la zona, pero apenas le rodearon una decena de periodistas. A Kasich parec¨ªa no importarle lo m¨¢s m¨ªnimo, al fin y al cabo hab¨ªa entrado por los pelos al debate de los 10 mejor situados en las encuestas. Los siete descartados participaron en un debate previo, cuatro horas antes del principal. La mayor¨ªa no ocultaban sus caras largas de frustraci¨®n o sonrisas forzadas al atender posteriormente a los medios.
Cerca de 500 periodistas siguieron las dos horas de debate en Cleveland a trav¨¦s de pantallas de televisi¨®n en una zona habilitada detr¨¢s del escenario. Es un ritual que se repite en cada ciclo electoral en Estados Unidos. Se inici¨® en 1948 con el primer debate -solo con sonido- de candidatos de un mismo partido -el Republicano- a las elecciones presidenciales. Y cambi¨® para siempre a partir de 1960 con el primer debate presidencial televisado entre el dem¨®crata John F. Kennedy, que gan¨® las elecciones, y el republicano Richard Nixon.
En el debate de Cleveland, los internautas pod¨ªan mandar preguntas a trav¨¦s de Facebook. La cobertura en directo de los medios a trav¨¦s de Internet fue fren¨¦tica. La realidad, sin embargo, es que el paso del tiempo y los avances tecnol¨®gicos apenas han trastocado la esencia de la pol¨ªtica estadounidense. Lo evidencia un cl¨¢sico del periodismo electoral, el libro The Boys on the Bus (Los Chicos en el Autob¨²s). En ¨¦l, el reportero de la revista Rolling Stone Timothy Crouse narra el d¨ªa a d¨ªa de su cobertura de las elecciones presidenciales de 1972, desde el proceso de primarias de los dos partidos hasta las campa?as de los dos candidatos a los comicios, en que el republicano Richard Nixon fue reelegido tras imponerse al dem¨®crata George McGovern.
En el libro, Crouse relata la competencia entre los periodistas, su complicidad con el equipo de prensa del candidato con el que pasan centenares de horas o las dudas sobre aspectos de su cobertura informativa. ¡°Gastamos mucha tinta en ese tipo y podr¨ªa apostar a que en la noche que consigui¨® la nominaci¨®n no hab¨ªamos contado a nadie en Estados Unidos de qui¨¦n diablos est¨¢bamos hablando, qu¨¦ tipo de hombre era¡±, escribe Crouse, citando a un periodista, sobre McGovern.
En Cleveland, se oyeron la noche del jueves opiniones similares sobre si est¨¢ dando demasiado importancia medi¨¢tica a la luna de miel de Trump en las encuestas. Tambi¨¦n se escucharon quejas sobre la falta de sue?o de la comitiva de periodistas que sigue todos los pasos de un candidato y otras escenas parecidas a las descritas por Crouse hace 43 a?os.
Los periodistas acreditados al debate dispon¨ªan de mesas con comida y refrescos junto a la zona de prensa, a escasos metros del lugar en que Trump hizo declaraciones. El plato principal para cenar era un buffet con burritos y nachos mexicanos. No dejaba de resultar ir¨®nico que se sirviera comida mexicana en un debate marcado por el liderazgo de Trump en los sondeos, impulsado por sus comentarios xen¨®fobos contra los inmigrantes que entran desde M¨¦xico a EE UU. ¡°Estoy convencida de que es una coincidencia¡±, esgrimi¨® sobre el men¨² una trabajadora del servicio de catering.
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