La peor cara de ?frica
Rep¨²blica Centroafricana se desangra por una violencia que ha causado miles de muertos y casi un mill¨®n de desplazados
Me resulta imposible expresar la c¨®lera, la angustia y la verg¨¹enza que siento ante las acusaciones, recurrentes en los ¨²ltimos a?os, de explotaci¨®n sexual y abusos cometidos por fuerzas de la ONU (¡) Ya es demasiado¡±. Visiblemente enfadado, en un tono nada habitual en la diplomacia internacional, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, comparec¨ªa el 12 de agosto para anunciar la destituci¨®n del jefe de la misi¨®n de la ONU en Rep¨²blica Centroafricana, la MINUSCA, despu¨¦s de que Amnist¨ªa Internacional hiciera p¨²blica la violaci¨®n de una menor de 12 a?os por un casco azul en el barrio PK5 de Bangui, la capital. Una ni?a agredida por quien deb¨ªa protegerla. El enfado de Ban Ki-moon es comprensible: no era la primera vez que ocurr¨ªa algo as¨ª.
En las ¨²ltimas semanas otras dos mujeres han denunciado hechos similares, lo que eleva a 14 los casos de abusos sexuales en los que se han visto envueltos soldados de la paz, sobre todo cameruneses, congoleses y ruandeses, desde que comenz¨® su despliegue en este pa¨ªs africano en abril de 2014. A todo ello hay que sumar las presuntas violaciones y abusos sexuales a cambio de comida cometidos contra menores de entre 8 y 15 a?os el a?o pasado por soldados franceses de la Operaci¨®n Sangaris, tambi¨¦n en Bangui, que est¨¢n siendo investigadas por la Justicia gala.
Estas recientes denuncias han hecho que, al menos por un instante, el mundo gire la mirada hacia el coraz¨®n de ?frica para recordar que all¨ª sigue un pa¨ªs desangrado por una espiral de violencia que ha provocado miles de muertos, casi un mill¨®n de desplazados y una gran crisis humanitaria. Como ocurre en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, el norte de Mal¨ª, el noreste de Nigeria o Sud¨¢n del Sur, uno de esos conflictos olvidados que muestran la peor cara del continente africano.
Desde que alcanzara la independencia en 1960, la Rep¨²blica Centroafricana (que cuenta con unos cinco millones de habitantes y es el s¨¦ptimo pa¨ªs m¨¢s pobre del mundo) fue durante a?os una pieza m¨¢s en el juego de los intereses franceses en la regi¨®n, lo que unido a la intensa pugna entre grupos rivales por el control del poder y los recursos naturales que abundan en su suelo, sobre todo diamantes pero tambi¨¦n oro, uranio y petr¨®leo, se tradujo en una sucesi¨®n de rebeliones y golpes de Estado que sol¨ªan triunfar cuando eran apoyados o tolerados por la exmetr¨®poli. Un dato: de los siete presidentes que ha tenido el pa¨ªs, solo uno ha sido elegido en las urnas.
El pen¨²ltimo cap¨ªtulo de esta agitada historia comenz¨® el 10 de diciembre de 2012, cuando los rebeldes del norte agrupados en torno al movimiento Seleka, hartos de esperar que se cumplieran las condiciones del ¨²ltimo acuerdo firmado con el Gobierno en 2007, inician un imparable avance hacia la capital a donde llegan en marzo de 2013 derrocando al presidente Fran?ois Boziz¨¦ y tomando el poder.
Sin embargo, Seleka, una heterog¨¦nea alianza sin un verdadero proyecto, estaba m¨¢s interesada en el saqueo y la rapi?a que en articular una alternativa pol¨ªtica. Para cientos de miles de centroafricanos, el a?o 2013 fue un infierno en la tierra. Pueblos arrasados, masacres, robos..., Los Seleka, de mayor¨ªa musulmana, atacaban sobre todo a la poblaci¨®n cristiana introduciendo la peligrosa variable religiosa en el conflicto de un pa¨ªs en el que las distintas confesiones religiosas conviv¨ªan en relativa calma. En respuesta a esta violencia reaparecen en la escena los grupos de autodefensa cristianos denominados antibalaka, que lideran una contraofensiva contra los rebeldes y, por extensi¨®n, contra los musulmanes sospechosos de colaborar con estos.
La presencia de la ONU es necesaria pero debe redoblar esfuerzos para evitar nuevas violaciones
El l¨ªder rebelde que se hab¨ªa autoproclamado presidente, Michel Djotodia, es incapaz de controlar la situaci¨®n. Ni siquiera su decisi¨®n de disolver oficialmente a Seleka logra frenar la espiral de odio. Una misi¨®n de paz de la Uni¨®n Africana, luego sustituida por una fuerza de paz de la ONU y el despliegue de unos 2.000 soldados franceses tratan de calmar los ¨¢nimos, pero los ajustes de cuentas siguen sobresaltando al pa¨ªs. Finalmente, la presi¨®n internacional logra hacer dimitir a Djotodia y en enero de 2014 es nombrada una presidenta de transici¨®n, Catherine Samba-Panza.
Desde entonces, los esfuerzos por acabar con la violencia, que han incluido la presencia de una misi¨®n europea con notable presencia espa?ola, han dado algunos frutos, pero el proceso es lento y est¨¢ lleno de obst¨¢culos. Miles de civiles musulmanes se han visto forzados a huir de la capital mientras sufren los ataques de los antibalaka. Los estallidos de violencia se producen con demasiada frecuencia. El pasado 20 de agosto, un musulm¨¢n fue asesinado en Bambari. En las 24 horas siguientes, j¨®venes de esa religi¨®n se lanzaron a una nueva masacre de cristianos. Resultado: diez muertos y una decena de heridos.
En el ¨²ltimo a?o y medio han tenido lugar acuerdos de paz, foros de di¨¢logo, un intento de desarme que nadie parece respetar y un proceso de transici¨®n prorrogado varias veces que deber¨ªa conducir a la celebraci¨®n de unas elecciones presidenciales y legislativas antes de final del presente a?o. Pero, ?c¨®mo celebrar unos comicios cre¨ªbles cuando una cuarta parte de la poblaci¨®n est¨¢ desplazada y la supervivencia diaria es el ¨²nico y gran objetivo para muchos de ellos? ?En qu¨¦ condiciones ir¨¢n a las urnas quienes siguen sometidos al antojo de los exSeleka, en el noreste, o de los antibalaka, en el sudoeste? En este contexto, la radicalizaci¨®n de la amenazada poblaci¨®n musulmana es m¨¢s que posible.
El futuro es incierto. Con los se?ores de la guerra controlando a¨²n buena parte del territorio y una fr¨¢gil transici¨®n amenazada por los intereses de grupos armados que controlan los recursos, la presencia de las fuerzas de la ONU se antoja imprescindible en un Estado que ya ha empezado a deslizarse por la pendiente de los Estados fallidos. Pero la misi¨®n de paz tendr¨¢ que mostrar una mayor capacidad para proteger a la poblaci¨®n. E investigar, identificar y condenar a los responsables de las violaciones para lavar su maltrecha imagen, redoblando esfuerzos para que esto no vuelva a ocurrir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
Archivado En
- Desplazados
- Rep¨²blica Centroafricana
- ?frica central
- Violaciones
- Derechos humanos
- Violencia
- ONU
- Agresiones sexuales
- ?frica
- Migraci¨®n
- Delitos sexuales
- Sucesos
- Organizaciones internacionales
- Conflictos
- Relaciones exteriores
- Delitos
- Problemas sociales
- Justicia
- Problemas demogr¨¢ficos
- Demograf¨ªa
- Sociedad
- Violencia sexual
- Ideas