Colombia edifica su gran museo de la memoria
Bogot¨¢ ser¨¢ la sede de un espacio de 10.000 metros cuadrados que busca dignificar a las v¨ªctimas del largo conflicto colombiano
Que un pa¨ªs dise?e y construya un museo de la memoria sin que el conflicto armado que sufre haya llegado a su fin, como lo hace Colombia sobre la guerra con las FARC, es algo poco com¨²n en el mundo. Quienes est¨¢n al frente de ese reto reconocen la dif¨ªcil tarea. No bastan las lecciones de Chile, Per¨² y Argentina, las de Centroam¨¦rica y Alemania. ¡°En medio del conflicto hay miedo, voces silenciadas, una alt¨ªsima polarizaci¨®n, disputas sobre c¨®mo se cuenta el pasado y un af¨¢n de los actores armados de eximirse de responsabilidad¡±, asegura Marta Nubia Bello, quien lidera el proyecto de este museo en Bogot¨¢ sobre una guerra que a¨²n no ha cesado y sobre la que desde hace casi tres a?os se desarrolla un proceso de negociaciones en La Habana para alcanzar la paz.
Esta trabajadora social encabez¨® el informe m¨¢s reciente sobre el conflicto armado, el Basta ya que cifr¨® en 220.000 los muertos de una guerra que ya completa 50 a?os, y desde 2012 est¨¢ a cargo de la construcci¨®n del Museo Nacional de la Memoria, que no solo busca dignificar a siete millones de v¨ªctimas sino que intentar¨¢ explicar por qu¨¦ ha pasado lo que ha pasado.
Los historiadores no han logrado ponerse de acuerdo en la fecha de origen de la guerra
La guerra en Colombia es compleja de explicar. Los historiadores no han logrado ponerse de acuerdo en la fecha de su origen. Se suma, dice Bello, que no hay consensos en si el conflicto es eminentemente econ¨®mico, si es agrario, si es de exclusi¨®n pol¨ªtica, ni sobre la incidencia del narcotr¨¢fico. Sin embargo, hay cosas irrefutables. ¡°Nadie podr¨¢ negar que no hay una relaci¨®n entre la guerra y el conflicto agrario. Ni que el narcotr¨¢fico ha sido el combustible del conflicto, aunque no lo podemos narcotizar. Ni que en este pa¨ªs hay un d¨¦ficit democr¨¢tico y exclusiones¡±, agrega. Por eso, el museo buscar¨¢ que el visitante salga con m¨¢s preguntas que respuestas, pero sobre todo, que se indigne y se lleve la idea de que hay que parar la guerra.
Las palabras de Bello dejan ver lo arduo que ha sido pensar c¨®mo ser¨¢ este museo que se empezar¨¢ a construir en Bogot¨¢ a mediados del pr¨®ximo a?o. La semana pasada se eligi¨®, entre 72 propuestas que participaron en un concurso internacional, el dise?o de una firma de arquitectos colombiano-espa?ola. Se espera que el museo abra sus puertas en 2018 y que mientras se seguir¨¢ trabajando en el gui¨®n.
Es ah¨ª donde est¨¢ el otro gran reto, porque ese gui¨®n no ser¨¢ el definitivo, mucho menos si se crea una Comisi¨®n de la Verdad tras la esperada firma de la paz con las FARC. El informe que produzca esa Comisi¨®n arrojar¨ªa luces m¨¢s claras sobre las causas del conflicto y sus responsables, que tal vez obliguen a replantearlo. Lo que s¨ª est¨¢ claro es que el museo se centrar¨¢ en cinco temas: lo que pas¨®, por qu¨¦ pas¨®, los costos, la resistencia de las v¨ªctimas y sus iniciativas de paz y las violencias del presente que nada tienen que ver con los actores armados. No ser¨¢ un museo solo de exhibiciones, sino m¨¢s bien una casa de la cultura con un archivo sobre conflicto armado y derechos humanos y un espacio para el duelo donde se pueda rendir tributo o dejar mensajes.
La controversia
La construcci¨®n del Museo Nacional de la Memoria es un mandato de la Ley de V¨ªctimas que est¨¢ vigente desde 2011 y se har¨¢ para reparar a los afectados por el conflicto. Su dise?o est¨¢ en manos del Centro Nacional de Memoria Hist¨®rica, un organismo estatal que ha venido reconociendo las propias iniciativas de memoria de aquellos que viven en las regiones m¨¢s apartadas del pa¨ªs. Por eso, gran parte de ese dise?o se ha hecho de la mano de las v¨ªctimas, algo que tampoco ha sido f¨¢cil porque muchas nunca han visitado un museo, otras no lo sienten como una prioridad y otras m¨¢s no comparten la idea de que est¨¦ en Bogot¨¢.
Aun as¨ª, Bello defiende la idea de que esas voces se escuchen en la capital y que el museo nacional visibilice a los de las regiones, como si se tratara de una red. ¡°La experiencia mundial nos muestra que los museos generan controversia profundas y tenemos que prepararnos para eso¡±, concluye.
La voz de los victimarios
Otro de los dilemas al que se ha enfrentado el equipo del museo es si dar¨¢ voz a los responsables de la guerra. La conclusi¨®n es que s¨ª. Sus testimonios importan en la medida en que en muchos casos han ayudado a entender la l¨®gica del conflicto armado. Pero m¨¢s all¨¢ de eso, dice la directora, esas voces estar¨¢n presentes no para hacer eco a un discurso que justifique la violencia, sino para cuestionarlas y si se quiere, sancionarlas moralmente.
La selecci¨®n se har¨¢ siguiendo un estricto criterio curatorial que se basa en la pluralidad aunque con restricciones. "Todas las voces, mientras no falseen hechos hist¨®ricos, como negar que ocurri¨® una masacre. Todas las voces, mientras no contribuyan a la estigmatizaci¨®n, a la discriminaci¨®n y a revictimizar a los afectados", explica Bello. Tambi¨¦n deja claro que el museo no tendr¨¢ "un muro de culpables", entre otras cosas, porque no puede convertirse en un espacio que atice la polarizaci¨®n que vive el pa¨ªs.
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