¡°Esto apenas empieza¡±
El presidente dimite y es arrestado por un esc¨¢ndalo de corrupci¨®n tras meses de protestas
En Guatemala ha triunfado una revoluci¨®n. Sin armas, sin barricadas, sin grandes palabras, pero cargada de dignidad. Ha sido una victoria c¨ªvica en un pa¨ªs que arrastra demasiadas derrotas. Un d¨ªa para la historia que hoy, bajo una fina lluvia tropical, congrega a una multitud en la Plaza Mayor. Hay banderas, vuvuzelas, tambores y mucho orgullo. El presidente ha ca¨ªdo por corrupci¨®n. Apenas hace unos minutos que la orden de ingreso en prisi¨®n del general Otto P¨¦rez Molina se ha conocido. La decisi¨®n judicial, fruto de un largo pulso popular, ha recorrido como una descarga las redes sociales y ha detonado, con un estallido de j¨²bilo, entre los reunidos. El ruido es ensordecedor, el ambiente el¨¦ctrico.
¡°Es lo mejor que nos pod¨ªa pasar, es el triunfo de los ciudadanos¡±. Dami¨¢n, 34 a?os y pelo hipster, es uno de los veteranos de la protesta. Trabaja de editor gr¨¢fico y, con cierta vanidad, cuenta que acudi¨® a la primera manifestaci¨®n, el ya legendario 25 de abril, nada m¨¢s conocerse la trama de corrupci¨®n aduanera que ha costado el puesto al jefe de Estado. Fue el inicio de la batalla, de la marea humana que cada s¨¢bado, hubiese sol o lluvia, les reuni¨® ah¨ª mismo, generando un se¨ªsmo que acab¨® por alcanzar a todo el pa¨ªs. El muro de indignaci¨®n protegi¨® las investigaciones de la fiscal¨ªa de la ONU e impidi¨® que los sospechosos huyeran por la puerta trasera. Primero cay¨® la vicepresidenta. Y ahora el presidente. ¡±Y no vamos a parar, que los pol¨ªticos sepan que estamos pendientes de lo que hacen. Que no pueden seguir en la impunidad¡±, afirma.
No se trata de una protesta de clase. Ni son marxistas ni liberales. Buscan la regeneraci¨®n, la transparencia, el cumplimiento de la ley
Dami¨¢n y sus amigos forman una comunidad. Tienen un lenguaje compartido y son, de alg¨²n modo, el n¨²cleo de esta primavera del descontento. Desconf¨ªan de los partidos y de los medios tradicionales. Al igual que en otras tantas revueltas juveniles que han sacudido el planeta, su discurso es transversal. No se trata de una protesta de clase. Ni son marxistas ni liberales. En un universo donde la sangre es ley, les basta con buscar la regeneraci¨®n, la transparencia, el cumplimiento de la ley. ¡°Que se le haga caso al ciudadano y se respeten sus derechos¡±, se?ala Dami¨¢n.
Sus ambiciones, que han contagiado a toda una sociedad, est¨¢n pegadas a tierra e incluso admiten en su seno cierto escepticismo. Saben que el cambio necesitar¨¢ tiempo y que no vendr¨¢ con las elecciones que se celebran el domingo. La primera vuelta de las presidenciales. ¡°No hay candidatos v¨¢lidos, todos est¨¢n cortados por el mismo patr¨®n. Todav¨ªa queda mucho por cambiar¡±, explica Cecilia, ama de casa, de 37 a?os, que ha acudido con su hija de 17. Es la primera vez que lo hace. ¡°Hasta ahora lo apoyaba a trav¨¦s de las redes, pero hoy es distinto¡±.
A su lado, un peque?o grupo de mujeres y adolescentes dan botes sin cesar. Entonan c¨¢nticos de victoria. Se abrazan. ¡°Hemos demostrado al mundo que esto es posible, que no es un sue?o¡±. Habla Silvia de Bravo, ingeniera industrial. Tiene 52 a?os y le acompa?an su madre y sus hijos. Todos se parecen. Tres generaciones sim¨¦tricas saltando sobre la Plaza Mayor. ¡°Esto es el principio del cambio. A¨²n falta mucho, pero no bajaremos la guardia¡±, a?ade.
Estanislao Gonz¨¢lez es empresario. Fabrica maletas y hoy ha decidido ir a la plaza con su esposa y sus dos hijas, de 22 y 18 a?os, para darse un ba?o de alegr¨ªa. Su lema, expuesto en una pancarta amarilla, es el que m¨¢s aplausos recibe. ¡°Esto apenas empieza¡± se lee. ¡°Hemos despertado como sociedad y queremos un cambio. Este pa¨ªs ha ca¨ªdo en manos de las mafias y es hora de que esto acabe¡±, dice.
En el lugar, cada vez hay m¨¢s gente. A los gritos y pitos, se suman las tracas. Hay quienes se dan la mano bajo la lluvia. En el ambiente flota el mismo aire de otras revoluciones pac¨ªficas. Movimientos ciudadanos que, m¨¢s all¨¢ de su longevidad, marcaron un antes y un despu¨¦s en la vida pol¨ªtica. Algunos de los congregados se reconocen en las protestas mexicanas por la tragedia de Iguala, otros en las manifestaciones de Brasil, incluso hay quien habla del 15-M y de Occupy Wall Street, pero casi todos admiten que su universo tiene reglas propias. Un mundo de pobreza extrema y ultraviolencia, pero que, esta vez, ha decidido no rendirse. ¡°Formamos una conciencia y queremos una vida mejor. Es as¨ª de simple¡±, resume Dami¨¢n. En Guatemala ha surgido la esperanza. Y, al menos por un d¨ªa, gan¨® la batalla.
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