La frontera caliente
El escritor H¨¦ctor Abad Faciolince explica la crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela
Hasta hace dos semanas el puente sobre el r¨ªo T¨¢chira entre C¨²cuta y San Antonio -la m¨¢s importante frontera entre Colombia y Venezuela- herv¨ªa de actividad: motos, autom¨®viles, camiones, buses, bicicletas, carrotanques, contenedores, y sobre todo, miles de personas que caminaban de ida y vuelta. En esa zona fronteriza entre los estados del T¨¢chira en Venezuela y el Norte de Santander en Colombia viven un mill¨®n de personas.
A ambos lados se habla la misma lengua con acentos levemente distintos; se ve la televisi¨®n nacional de ambos pa¨ªses, se oyen los dos himnos patrios, hay miles y miles de parejas mixtas, de ni?os nacidos aqu¨ª o all¨¢ y que estudian en colegios a uno u otro lado del r¨ªo que marca el conf¨ªn. Decenas de miles tienen las dos c¨¦dulas de ciudadan¨ªa (DNI) y para nadie es (era) vergonzoso ni inc¨®modo ser venezolano, colombiano o colombo venezolano. Para que se entienda: cultural y ling¨¹¨ªsticamente un venezolano y un colombiano se parecen mucho m¨¢s que un andaluz y un gallego.
La frontera incluye desiertos, en la Guajira, llanuras, en el Orinoco, y selva amaz¨®nica, hacia el sur. La peque?a ciudad donde hoy se hacinan la mayor¨ªa de los expulsados y escapados de Venezuela, Villa del Rosario, fue la sede del Congreso de 1821, en que los dos pa¨ªses ensayaron ¨Cpor solo nueve a?os- el sue?o de Bol¨ªvar: una sola rep¨²blica constituida por Venezuela, Colombia y Panam¨¢, la Gran Colombia. El anhelo bolivariano, pues, viene a dar en este ataque de xenofobia y persecuci¨®n por motivos de nacionalidad de parte del gobierno que se ufana de ser ¡°bolivariano¡±.
El epicentro de este terremoto humanitario es la regi¨®n de C¨²cuta, donde una vez los dos pa¨ªses decidieron ser uno. El comercio all¨ª, en el ¨²ltimo medio siglo, se ha regido por una especie de regla natural que podr¨ªamos llamar hidr¨¢ulica: as¨ª como los l¨ªquidos fluyen hacia las partes m¨¢s bajas, as¨ª mismo los productos m¨¢s baratos van hacia donde est¨¢n m¨¢s caros. Cuando el bol¨ªvar era una moneda dura y el peso colombiano no val¨ªa casi nada, los venezolanos entraban a C¨²cuta a hacer la compra. Se llevaban de todo: alimentos, telas, muebles, cer¨¢mica, zapatos. Hab¨ªa una frase proverbial que usaban los vecinos orientales despu¨¦s de preguntar un precio: ¡°Ta¡¯ barato¡¡± Y como estaba barato, de cualquier cosa se llevaban dos docenas, veinte kilos, ocho pares. El comercio florec¨ªa en C¨²cuta y los venecos estaban contentos de comprar barato. Ellos eran los ricos, los petroleros, y las gentes m¨¢s pobres de Colombia se colaban a Venezuela para hacer los oficios humildes: peones de construcci¨®n, empleadas dom¨¦sticas, ni?eras, obreros no calificados. Desde all¨ª enviaban divisas a sus familias en Colombia, gracias al bol¨ªvar fuerte. ?Cu¨¢ntos colombianos se fueron a vivir al pa¨ªs vecino? Las cifras no son muy exactas pues la mayor¨ªa (en buena parte gracias a Ch¨¢vez, que buscaba votos entre la base m¨¢s pobre de la poblaci¨®n) obtuvieron la doble nacionalidad. Alrededor de dos millones.
Desde los primeros a?os del chavismo el flujo de personas hacia Venezuela sigui¨®, aunque menos intenso
Muchos colombianos, sin embargo, a pesar de llevar decenios del lado venezolano, no arreglaron su situaci¨®n migratoria. Ten¨ªan all¨ª su casita, su familia, su empleo m¨¢s o menos precario, pero all¨¢ viv¨ªan, sin papeles. Muchos, los m¨¢s humildes, llegaron en los a?os m¨¢s duros de la violencia colombiana, huyendo de ella: de la guerrilla o de los paramilitares, del mal gobierno o los abusos de los narcos. Durante muchos a?os era menos malo ser pobre en Venezuela que en Colombia, y ¡°la hermana rep¨²blica¡±, como se le dice, absorb¨ªa bien una mano de obra barata que necesitaba.
Desde los primeros a?os del chavismo el flujo de personas hacia Venezuela sigui¨®, aunque menos intenso: los migrantes paup¨¦rrimos segu¨ªan el espejismo de una nacionalidad express, a cambio del voto por el Comandante. Muchos de los que se fueron en esta ¨¦poca eran simpatizantes pol¨ªticos del chavismo y de la guerrilla. Despu¨¦s la situaci¨®n econ¨®mica de los vecinos se fue deteriorando. De repente el bol¨ªvar val¨ªa lo mismo que el peso, y poco a poco el peso costaba el doble, el triple, siete veces el bol¨ªvar, hasta que ya nadie sabe bien cu¨¢l es el precio justo de un bol¨ªvar. Le quitaron tres ceros y a pesar de esto los ceros a la derecha volvieron a crecer. Tambi¨¦n el dinero obedece a reglas m¨¢s o menos hidr¨¢ulicas: si no te sientes seguro con tu moneda, la cambias por otra que te ofrezca menos incertidumbre en el futuro. Si comprar d¨®lares es imposible, consigues al menos pesos, pues al lado colombiano la inflaci¨®n es de un d¨ªgito, y del lado venezolano est¨¢ descontrolada y m¨¢s vale guardar los ahorros en una moneda que no pierda el 80% de su valor en un a?o.
Lo que antes era comercio regular, poco a poco se volvi¨® contrabando. De repente pasar arroz, az¨²car, leche o harina (productos normales, que nadie considerar¨ªa ilegales), se volvi¨® contra la ley. Y cuando cualquier cosa, as¨ª sea el inocente arroz, se vuelve ¡°ilegal¡±, alrededor de la ilegalidad florecen el soborno, la corrupci¨®n, las mordidas, las coimas. Colombia cay¨® en una absurda trampa venezolana. Para mantener tranquilos a los vecinos que subvencionaban la canasta b¨¢sica, resolvi¨® que pasar mercanc¨ªas normales venezolanas era contrabando. Y as¨ª la corrupci¨®n lleg¨® tambi¨¦n a la polic¨ªa y al ej¨¦rcito colombiano: pasar harina se volvi¨® casi tan grave como pasar coca¨ªna. Una idiotez.
Cuando cualquier cosa, as¨ª sea el inocente arroz, se vuelve ¡°ilegal¡±, alrededor de la ilegalidad florecen el soborno, la corrupci¨®n, las mordidas, las coimas
Cuando una econom¨ªa centralizada (fundada en ilusiones y no en la realidad) subsidia ciertos productos, se somete a una presi¨®n en las fronteras. Si no quiere que los productos se escapen hacia las partes m¨¢s bajas, como el agua, tiene que cerrar las fronteras, multiplicar los controles, dedicar a la represi¨®n del comercio ej¨¦rcitos de vigilantes. Y tras las reglas vienen las trampas, como con la varicela llegan las llagas. Todo lo que en Venezuela casi se regala (empezando por la gasolina), se escapa hacia Colombia como agua entre los dedos. ?Puedes ponerle diques al agua? Puedes, s¨ª, pero el agua se sigue filtrando a no ser que hagas una frontera totalitaria, herm¨¦tica y feroz, como en Corea del Norte. ?Es esto lo que intenta Maduro controlando las trochas con soldados y cerrando los puentes con barricadas de alambre de p¨²as?
Maduro usa a Colombia para explicar su crisis de popularidad y el desastre de la econom¨ªa venezolana. Aun suponiendo una cifra enorme (que se escape a mi pa¨ªs el 10% de los productos subsidiados por Venezuela) esta no es la causa de la falta de bienes de primera necesidad. Quiz¨¢ en las fronteras explique en parte el fen¨®meno, pero no es culpa de Colombia lo que ocurre en Caracas o en Isla Margarita. Adem¨¢s el contrabando hacia Colombia es un negocio binacional de corruptos de los dos lados. La gasolina que Venezuela regala (US$ 0,02 por litro, una locura financiera y un crimen ecol¨®gico) llega a Colombia porque la Guardia Nacional y el Ej¨¦rcito Bolivariano (previo pago de sobornos) lo permite. Y porque los cucute?os iban a llenar el tanque al pa¨ªs vecino, mientras los dejaron. ?Si uno vive en Gerona y en Colliure venden la gasolina a € 0,03 el litro, cu¨¢ntos catalanes no har¨ªan el viaje? Hasta el paseo les sale casi gratis. Igual que los suizos van a comprar verduras y vino en los pueblos fronterizos de Italia.
Si yo fuera el gobierno colombiano declarar¨ªa que la circulaci¨®n de toda mercanc¨ªa es libre en la frontera colombiana: arroz, harina, leche, huevos, az¨²car, gasolina. Si Venezuela subsidia esos productos y no quiere que salgan, pues que pongan controles y no dejen sobornar (si pueden) a sus autoridades aduaneras. Pero ese no puede ser un problema colombiano. Vender arroz venezolano en Colombia ser¨¢ un delito para el primer pa¨ªs, pero no para el segundo.
La coca¨ªna es un negocio compartido entre autoridades venezolanas, guerrilleros, paramilitares y narcocriminales colombianos
El problema colombiano s¨ª est¨¢, en cambio, en los productos ilegales, y m¨¢s concretamente en uno bien espec¨ªfico, parecido a la harina, pero m¨¢s caro y m¨¢s blanco: la coca¨ªna. Esta la producen mafiosos, guerrilleros y criminales. El negocio es tan bueno que el Estado colombiano, por mucho que lo intente, no logra controlarlo del todo: tambi¨¦n a este lado hay ej¨¦rcito y polic¨ªas comprados. Adem¨¢s hay avionetas que despegan con la droga en pistas hechizas al borde de la frontera, donde nuestra aviaci¨®n no puede perseguirlas sin violar el espacio a¨¦reo vecino. Se les avisa a las autoridades aeron¨¢uticas venezolanas: ¡°all¨¢ va un avioncito¡±, pero del otro lado lo dejan pasar. ?Por qu¨¦? Bueno, por lo mismo de siempre, por el billete. Porque tambi¨¦n la coca¨ªna, como el agua, fluye hacia donde se dejan comprar por hacerse los ciegos ante la ilegalidad. La coca¨ªna es un negocio compartido entre autoridades venezolanas, guerrilleros, paramilitares y narcocriminales colombianos. Aqu¨ª se produce, y all¨¢ se le da libre tr¨¢nsito (con peaje ilegal, pero sustancioso) hacia ?frica y Europa y Asia. ?Qu¨¦ har¨ªa yo? Declarar¨ªa tambi¨¦n despenalizado este comercio, pues 30 a?os de guerra contra las drogas no han servido de nada. Cuando una pol¨ªtica no sirve, al menos se prueba otra, a ver qu¨¦ pasa.
Hay que mencionar, para no terminar en el dulce sino en la amargura, lo m¨¢s triste: la gente, las personas. De repente el discurso bolivariano (siempre tan elocuente en su ret¨®rica f¨¢cil: ¡°todos somos hermanos bolivarianos¡±) ha cambiado de cu?o: de la noche a la ma?ana los ¡°hermanos colombianos¡± se volvieron contrabandistas, asesinos, ladrones, paramilitares. Las c¨¦dulas de nacionalidad chavista tambi¨¦n se devaluaron, y hoy sus portadores son ciudadanos de segunda categor¨ªa y se exponen al destierro. A veces les rasgan la c¨¦dula en la cara. El se?or Maduro empez¨® a deportarlos por miles sin f¨®rmula de juicio. Como su denostado Israel, se?ala y tumba las casas de los supuestos delincuentes, y los empuja a salir, sin dejarlos usar siquiera los puentes, atravesando r¨ªos y monta?as. Otros, con miedo, empiezan a huir antes de que los deporten sin dejarlos sacar siquiera los corotos. Y en la frontera colombiana se vive una crisis humanitaria que crece cada d¨ªa: ya son 12.000 los que han cruzado, y podr¨ªan llegar a decenas de miles, si la locura xen¨®foba bolivariana no se detiene. El gobierno colombiano dice que recibe a sus compatriotas con los brazos abiertos. Pero esos brazos abiertos se necesita de repente que vengan con agua, comida, techo, escuela, trabajo. Las palabras bonitas no reemplazan la leche ni el arroz. Se requerir¨ªa la solidaridad de toda Am¨¦rica, pero lo m¨¢s vergonzoso es que Brasil, Argentina, Ecuador y muchos otros gobiernos ¡°populares¡± prefieren mirar hip¨®critamente para otro lado. Mientras tanto la tragedia econ¨®mica y moral de chavismo llega a Colombia bajo la forma m¨¢s triste: expulsados y refugiados con hambre y miedo. La diferencia con los refugiados de Europa es que aqu¨ª es un regreso y mi pa¨ªs tiene que hacerlo todo para dar la bienvenida a sus ciudadanos. El ¨²nico sentido que tiene la nacionalidad es tener un lugar sobre la tierra del que no puedan expulsarnos.
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