La caravana
La sociedad del 'selfie' se ha visto sorprendida y tambaleada. Impasibles est¨¢bamos hasta que el mar vomit¨® el cad¨¢ver de Aylan
La sociedad del selfie se ha visto sorprendida y tambaleada por el descubrimiento de la desgracia ajena en una orilla tur¨ªstica. Descubrimiento quiere decir que la distancia geogr¨¢fica y psicol¨®gica de las civilizaciones de ultramar en agon¨ªa nos permit¨ªa abstraernos de nuestras obligaciones humanas. Y habr¨¢ que demostrar que somos humanos alguna vez, como recuerdan a Thomas Fowler un colega vietnamita en un pasaje de El americano impasible.
Impasibles est¨¢bamos hasta que el mar vomit¨® el cad¨¢ver de Aylan. Y lo hubi¨¦ramos estado a¨²n -la guerra empez¨® hace cuatro a?os- si no fuera porque el muchachillo parec¨ªa uno de los nuestros. Me ha recordado a la ni?a en rojo de Spielberg en La lista de Schindler, una figura vagante, una v¨ªctima arbitraria, una criatura errante que termina sacrificada en una montonera de cad¨¢veres.
Ha despertado la sociedad europea antes que sus gobiernos. Lo auguraba un art¨ªculo premonitorio de Vidal-Folch. Lo demostraba la connivencia de Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa y del ministro del Interior -del interior de la caverna- proclamando el pasado lunes -insisto, el pasado lunes- la saturaci¨®n de Espa?a, no fuera a ocurrir que unos parias sirios y unos inmigrantes sin papeles malograran la proeza econ¨®mica de Rajoy, precisamente ahora que la Navidad se amalgama obscenamente con las elecciones.
Ser¨¢ inevitable que prosperen los golpes bajos en el debate pol¨ªtico y que se utilice la mortaja de Aylan como instrumento beligerante, pero el Gobierno podr¨ªa haber prevenido la degeneraci¨®n de la crisis asumiendo su responsabilidad ¨¦tica y humanitaria, atajando cualquier atisbo de pol¨¦mica desde la obligaci¨®n constituyente, idiosincr¨¢sica, de un estado democr¨¢tico: habr¨¢ que demostrar que somos humanos.
Y que somos europeos. Lo exige la caravana de los malditos que atraviesa a pie Centroeuropa, no s¨®lo delineando la frontera de Hungr¨ªa y de Austria en la contradicci¨®n geopol¨ªtica de la UE, sino partiendo el continente mismo entre los europeos solidarios y los xen¨®fobos. Podr¨ªa deducirse que predominan los primeros en su notoriedad medi¨¢tica y efervescencia humanitaria, pero los discursos chauvinistas de V¨ªctor Orb¨¢n y sus secuaces aspiran a recrear el fantasma del enemigo exterior y exacerbar a los patriotas en la emergencia del conflicto identitario, incurriendo en la ingenuidad que supone levantar un muro de concertinas para remediar la certeza, la inminencia, de un gigantesco tsunami migratorio.
El hombre ha dejado su casa cuando no ten¨ªa comida o cuando le urg¨ªan las guerras. No le han detenido el oc¨¦ano, las murallas ni las v¨ªas del tren. Y no ha necesitado otro medio de transporte que sus propias piernas. De Oklahoma a California, entre el polvo de Las uvas de la ira. De Egipto a Cana¨¢n, con el horizonte de la Tierra Prometida. Y de Budapest a Viena, provocando la incredulidad p¨®stuma de S¨¢ndor M¨¢rai. No cre¨ªa en las l¨¢grimas el escritor h¨²ngaro. Sosten¨ªa que el dolor es mudo y seco. Pero se avergonzar¨ªa de un continente que se obstina en recrear su endogamia. ¡°Europa¡±,escrib¨ªa, ¡¤no puede permanecer unida ni puede aspirar a un porvenir com¨²n si no es consciente de su misi¨®n¡±.
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