El espa?ol de los medios de EE UU
Si hay alguna posibilidad de reconquista ling¨¹¨ªstica, ha de ser a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n
Las cifras son de apariencia contundente: en 2050 el 29% de la poblaci¨®n norteamericana ser¨¢, de acuerdo con su crecimiento demogr¨¢fico, de origen latino o hisp¨¢nico, de la que un 60% tendr¨¢ sus ra¨ªces en M¨¦xico, y entre la juventud la proporci¨®n va camino de ser incluso mayor. El historiador latin¨®fobo, ya fallecido, Samuel Huntington, caracterizaba esa invasi¨®n laboral como el mayor ¡°reto a los tradicionales valores e identidad culturales del mundo anglo-saj¨®n protestante¡± ¡ªlos famosos wasp¡ª. Y sobre esa base hay quien habla de la reconquista por la cultura no solo de los dos millones de kil¨®metros cuadrados que EE UU arrebat¨® a M¨¦xico entre 1836 y 1847, ¡ªCalifornia, Texas, Colorado, Nevada, Arizona y Nuevo M¨¦xico¡ª, sino a¨²n m¨¢s all¨¢, como muestra el biling¨¹ismo de Nueva York, colonizada en una especie de devoluci¨®n de visita por los puertorrique?os. Una supuesta revancha contra la doctrina Monroe (1823); pero la aritm¨¦tica no siempre explica las cosas.
?Es imprescindible hablar espa?ol para seguir siendo latino?
?Hasta qu¨¦ punto la lengua es un elemento definitorio de la identidad? O, en otros t¨¦rminos, ?es imprescindible hablar espa?ol para seguir siendo latino? Una Jennifer podr¨¢ llamarse L¨®pez, pero su elocuencia en el idioma no llega ni a limitada, mientras que Ricky Martin, puertorrique?o, dice con absoluta convicci¨®n que su lengua es el castellano. EE UU no es el rouleau-compresseur ling¨¹¨ªstico que ha sido ¡ªhoy, no tanto¡ª siempre Francia, pero inevitablemente el dominio del idioma, pol¨ªtica, social y econ¨®micamente prioritario, es imprescindible para abrirse paso en el pa¨ªs. La consecuencia de ello es que no hay ninguna garant¨ªa de que en la tercera generaci¨®n el hispano hable algo que razonablemente pueda considerarse espa?ol y no me refiero en absoluto a la lengua peninsular, sino a una idea com¨²n de lo que pertenece o no al acervo de la lengua. La jefa de prensa de un alcalde de Los ?ngeles, ambos de origen mexicano, ten¨ªa una idea un tanto inexacta de c¨®mo se pronunciaba el apellido del mun¨ªcipe, en atenci¨®n al n¨²mero de erres que conten¨ªa. Y quien no habla algo reconocible como espa?ol ha abandonado para siempre su alma m¨¢ter ¡ªlo que no es necesariamente malo ni bueno¡ª para convertirse en otra cosa. La reconquista no es igual con uno u otro idioma por delante, en una tierra donde es cierto que antes se habl¨® con igual o mayor derecho, comanche, apache o sioux. Las lenguas pierden o ganan guerras y el resultado de la que nos ocupa es cuando menos incierto.
All¨ª donde la concentraci¨®n demogr¨¢fica de lo hispano es mayor, tanto como para hacerle aspirar al poder pol¨ªtico, mayores son tambi¨¦n las probabilidades de que el espa?ol se aclimate, y aunque cambie no deje por ello de ser espa?ol y no spanglish, horrorosa operaci¨®n de destrucci¨®n de la lengua, que abandera un profesor de origen mexicano que ha hecho traducir El Quijote y auspicia la publicaci¨®n de novelas en esa neo-jerigonza. Y en Miami y su hinterland, as¨ª como en zonas de California, se dan ya esas circunstancias de peso pol¨ªtico que pueden dar una vida sin demasiados agobios al espa?ol. Una camarera anglo y un taxista haitiano, ambos en Miami, me dijeron que ten¨ªan que aprender espa?ol para progresar en la vida. Y los medios son parte de la respuesta: El Nuevo Herald es un m¨¢s que apreciable diario de Florida en espa?ol, y existen peri¨®dicos en nuestra lengua en ¨¢reas del pa¨ªs donde domina la emigraci¨®n latina, aunque es en el medio audiovisual, radio y televisi¨®n, donde parece que la propagaci¨®n es mayor y m¨¢s r¨¢pida, y cuyo mejor exponente es Univisi¨®n, siempre en Florida, tierra colonizada por cubanos que no albergan dudas sobre cu¨¢l es su lengua de procedencia.
No hay ninguna garant¨ªa de que en la tercera generaci¨®n el hispano hable algo que razonablemente pueda considerarse espa?ol
Y si hay alguna posibilidad de reconquista ling¨¹¨ªstica, aunque siempre en convivencia con esa anglosajonidad que el autor de The Clash of Civilizations y Who We Are, tem¨ªa que le arrebataran, ha de ser por esa v¨ªa: medios de comunicaci¨®n propios que no desde?en la evoluci¨®n ling¨¹¨ªstica, por otra parte inevitable, pero tampoco quieran inventar una jerga para uso interno de la comunidad. Pero las asechanzas que la realidad depara a esa operaci¨®n son numerosas, como es el caso del doblaje de las series de televisi¨®n norteamericanas, donde parece imperar la creencia de que todo lo que suene m¨¢s o menos comprensible en traducci¨®n literal es aceptable. Y as¨ª tenemos agresiones iletradas como p¨¢same el d¨®lar (pass the buck), y toda una profusi¨®n de los llamados falsos amigos que parecen por su fon¨¦tica lo que no son, versiones tolerables del ingl¨¦s original. Del franc¨¦s, italiano o portugu¨¦s se puede traducir porque el genio latino es b¨¢sicamente el mismo, pero del ingl¨¦s solo valen las versiones, la equivalencia m¨¢s que la reproducci¨®n. Por eso, bueno est¨¢ que el periodismo en espa?ol de EE UU aprenda todo lo imaginable del vecino periodismo angl¨®fono, posiblemente el mejor del mundo, pero sin olvidar que el spanglish no es un atajo sino el pa¨ªs de ir¨¢s y no volver¨¢s.
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