¡°Alexis no ha empezado ni siquiera a gobernar, no le han dejado¡±

Cuando los habitantes de Kyriaki (2.492 habitantes, censo de 2011) hablan de Andreas o Alexis, no lo hacen de unos parientes o amigos conocidos por todos. Andreas y Alexis, a secas, no son otros que Papandreu padre, el visceral l¨ªder del Pasok de los a?os ochenta, bastante ladrador y poco mordedor, y el l¨ªder de Syriza, primero en las encuestas, aunque por la m¨ªnima, de cara a las elecciones del domingo. Por lo dem¨¢s, la radiograf¨ªa de Kyriaki, un pueblecito serrano encajado entre quebradas y abetos a 180 kil¨®metros al noroeste de Atenas, muestra de manera fidedigna el cataclismo socioecon¨®mico que la crisis ha provocado en Grecia: pensiones jibarizadas, sueldos reducidos a un tercio, servicios p¨²blicos ausentes, emigraci¨®n a las ciudades o el extranjero, casas vac¨ªas a punto del embargo.

De esa familiaridad con que los vecinos del pueblo nombran a ambos pol¨ªticos se desprende tambi¨¦n una conclusi¨®n: Tsipras es el nuevo Papandreu para la mayor¨ªa de los votantes de Syriza (el 58,9% del total en enero, 22 puntos por encima de la media nacional). El paralelismo entre ambos es palpable: a las ¨ªnfulas iniciales, y las ganas de revolucionar las cosas, ha seguido un ba?o m¨¢s o menos traum¨¢tico de realpolitik. Nada parecen importar las contradicciones ¡ªcomo rechazar los rescates y acabar firmando uno¡ª en este pueblecito, adormilado y vaciado de alegr¨ªa por el inminente oto?o; el electorado tiene una fe de converso en Syriza, o mejor dicho en Tsipras, como prueba tambi¨¦n el mayor porcentaje de noes del pa¨ªs en el refer¨¦ndum del 5 de julio, una propuesta personal del pol¨ªtico. El no logr¨® aqu¨ª el 79,6% de los sufragios, 18 puntos m¨¢s que el promedio nacional.

Yanis Pulos, de 70 a?os, dirigente del Pasok local durante d¨¦cadas y dos veces alcalde, es uno de los m¨¢s entusiastas conversos (un fen¨®meno com¨²n en el pueblo, que durante d¨¦cadas reparti¨® su voto entre la conservadora Nueva Democracia, ND, y el socialista Pasok). A sus 70 a?os, vot¨® a Syriza en enero, dijo no en el refer¨¦ndum y el domingo optar¨¢ de nuevo por Tsipras, ¡°por confianza personal, por identificaci¨®n con Alexis¡±; Kyriaki es de los pocos lugares de Grecia donde el ¨ªndice de popularidad del ex primer ministro se mantiene pr¨¢cticamente intacto. ¡°C¨®mo no votarle si hasta ahora ha tenido las manos atadas, tanto en Europa como dentro de su partido por culpa de los radicales. Es ahora cuando m¨¢s apoyo necesita, porque no ha empezado ni siquiera a gobernar, no le han dejado¡±, sentencia Pulos.

Son precisamente los antiguos votantes del Pasok desembarcados en Syriza los que m¨¢s c¨®modos se sienten con el giro al centro del partido, como Pulos. Tambi¨¦n la funcionaria del Ayuntamiento Panayota: ¡°No hay otra alternativa. O los partidos peque?os de intenciones inciertas, o la determinaci¨®n de Alexis. Volver al Pasok ser¨ªa como regresar al pasado, y uno siempre quiere progresar, ir hacia adelante¡±. O Yanis Fortosis, aut¨®nomo de 55 a?os desde que perdi¨® su trabajo por la crisis, votante primero del Pasok, ocasionalmente de los comunistas y en las ¨²ltimas elecciones ¡°de Alexis¡±, como ahora, ¡°para que no salga la derecha¡± de ND, en segundo lugar en las encuestas.

El tambi¨¦n jubilado Nikos Kutsikos, agricultor y ¡°militante de izquierdas desde el 74¡±, cuando se restableci¨® la democracia, tambi¨¦n se rindi¨® al hechizo de Tsipras, a quien ¡°probablemente¡± vote de nuevo el domingo, aunque le reprocha ¡°haberse sentado a negociar sin un programa claro ante los socios europeos¡±. Las dudas de Kutsikos tambi¨¦n reflejan la indefinici¨®n que, como efecto del r¨¢pido desgaste del Gobierno de Syriza y, sobre todo, de la cabriola pos-refer¨¦ndum, afecta a un porcentaje no peque?o de votantes (entre el 10% y el 15%); a ¨²ltima hora, sin embargo, Kutsikos confiesa que ¡°lo m¨¢s probable¡± es que repita voto. Los pocos j¨®venes de Kyriaki lo tienen m¨¢s claro, y se inclinan por la abstenci¨®n, como Eleni, empleada en un caf¨¦. ¡°Nos han traicionado todos. No voy a votar, y algunos de mis amigos lo van a hacer por Aurora Dorada [neonazis, tercero en intenci¨®n de voto], s¨®lo como reacci¨®n, o por Unidad Popular [la escisi¨®n radical de Syriza]. Estamos a¨²n en estado de shock, ?esto era el cambio?¡±.

El pueblo, que ha vivido un prolongado periodo de vacas gordas gracias a las f¨¢bricas y minas de los alrededores ¡ªsobre todo Aluminios de Grecia, pilar de la industria siderometal¨²rgica del pa¨ªs¡ª, y hoy exhibe preocupantes tics xen¨®fobos hacia sus inmigrantes albaneses, ha aterrizado a golpes en la realidad desde el pasado. A partir de 1981, tras la elecci¨®n de Andreas Papandreu como primer ministro, el poder clientelista agradeci¨® los votos con unos sueldos de esc¨¢ndalo, como el del padre de Eleni o su hermano, hace s¨®lo una d¨¦cada, ¡°de 3.000 euros como m¨ªnimo¡± (¨ªdem las pensiones). La crisis los ha dejado ¡°en jornales de 500 o 600 por 12 horas de trabajo¡­ ?alguien tiene una soluci¨®n para esto?¡±, se pregunta ret¨®ricamente la joven.