Es la corrupci¨®n, est¨²pido
Un caso tras otro es la reiteraci¨®n semanal del desencanto y la exasperaci¨®n en M¨¦xico
No, no es la econom¨ªa lo que causa el desamor de los mexicanos por el Gobierno de Enrique Pe?a Nieto, como sentenciaba para Estados Unidos la famosa frase de Bill Clinton (It¡¯s the economy, stupid). Es la corrupci¨®n. Los niveles de aprobaci¨®n son los m¨¢s bajos que un presidente mexicano haya tenido en d¨¦cadas y siguen desplom¨¢ndose no porque las tasas de econom¨ªa sean m¨¢s bajas que las esperadas, sino porque un caso de corrupci¨®n tras otro ha terminado por convertirse en la reiteraci¨®n semanal del desencanto y la exasperaci¨®n.
Las infamias de esta semana son como para comenzar a ver a Guatemala con admiraci¨®n, luego de que la indignaci¨®n popular termin¨® por echar al presidente de palacio en aquel pa¨ªs. V¨¦ase si no.
Las infamias de esta semana son como para comenzar a ver a Guatemala con admiraci¨®n
Hace dos d¨ªas pudimos ver el v¨ªdeo en el que un polic¨ªa siembra un arma en el auto de Paulo D¨ªez, el abogado de la empresa Infraiber, con el objeto de fincarle cargos con el obvio prop¨®sito de castigarle. Infraiber es la empresa que demand¨® ante los tribunales a la constructora OHL por sus escandalosos y cuantiosos arreglos con el Gobierno federal y el Gobierno del Estado de M¨¦xico. Lejos de proceder en contra de los funcionarios que han sido captados en audios ofreciendo apoyo ilegal para que la constructora se haga de licitaciones ventajosas o ampl¨ªe sus m¨¢rgenes de ganancia, la justicia se ceba en contra de los que se han atrevido a denunciar la corrupci¨®n. D¨ªas antes, los mexicanos pudieron observar a Juan Armando Hinojosa, due?o del grupo Higa, entre las filas de invitados especiales al informe del presidente; se trata de la empresa que construy¨® las casas obtenidas por la primera dama y por el secretario de Hacienda en condiciones sospechosas, por decir lo menos. El planteamiento del presidente fue claro: ¡°Es mi amigo, y qu¨¦¡±. Acosar al abogado de Infraiber o exhibir la amistad con el empresario cuestionado por conflicto de intereses parecer¨ªan actos destinados a enviar un mensaje.
De otra manera, no podr¨ªa entenderse la designaci¨®n de Arturo Escobar como subsecretario de Prevenci¨®n del Delito en la secretar¨ªa de Gobernaci¨®n hace unos d¨ªas. Poco menos que colocar al borracho a cargo del bar. No s¨®lo porque su perfil no tiene nada que ver con el puesto, salvo que cometer delitos ayude a prevenirlos. Escobar, exsenador y alto dirigente del Partido Verde, ha estado envuelto en varios esc¨¢ndalos de lavado de dinero: uno, por un malet¨ªn con m¨¢s de un mill¨®n de pesos que portaba en condiciones oscuras el d¨ªa previo a una jornada electoral; otro, por la subcontrataci¨®n de empresas familiares con dinero del partido. Pero sobre todo, Escobar ha sido operador de algunas de las triqui?uelas orquestadas por el Verde para violentar las leyes electorales. Por lo dem¨¢s, la subsecretar¨ªa ahora a su cargo fue creada, entre otras razones, para establecer un puente con la sociedad civil capaz de construir condiciones para que los j¨®venes tengan otras alternativas distintas a la delincuencia. Esto implica trabajar con ONGs, activistas, l¨ªderes de barrio, autoridades locales; es decir, un universo de actores que cuestiona las pr¨¢cticas fraudulentas del Verde para distorsionar el voto popular.
Est¨¢n tan inmersos en la corrupci¨®n que simplemente han dejado de verla; respiran en ella, se nutren de ella; y como el aire, se ha vuelto invisible
?Qu¨¦ est¨¢ detr¨¢s de la persecuci¨®n del abogado de Infraiber, o de la designaci¨®n inexplicable de Escobar en la subsecretar¨ªa destinada a prevenir el delito, o de la invitaci¨®n especial al empresario acusado de ser protegido por el gobierno? La primera impresi¨®n es que se trata de una acumulaci¨®n de errores: torpeza, indiferencia, desaseo. Pero es tal la reincidencia y son tan inexplicables algunas de ellas, que llevan a pensar que se trata de otra cosa. ?Una provocaci¨®n? ?Una burla? ?Un mensaje? O quiz¨¢ obedezca a que est¨¢n tan inmersos en la corrupci¨®n que simplemente han dejado de verla; respiran en ella, se nutren de ella; y como el aire, se ha vuelto invisible. Salvo para el resto de los mexicanos, claro.
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