La definici¨®n de Europa
Los refugiados est¨¢n obligando a la UE a definir una primera velocidad europea
?Qu¨¦ es Europa? Esta es una vieja pregunta de respuesta jam¨¢s satisfactoria. Han intentado responderla poetas y fil¨®sofos en numerosas ocasiones, tambi¨¦n ge¨®grafos e historiadores, al igual que economistas y soci¨®logos, incluso algunos te¨®logos, pero al final nadie ha conseguido una definici¨®n exacta y eficaz.
Una tal definici¨®n puede valerse de varios instrumentos. Uno de ellos es la delimitaci¨®n del per¨ªmetro, sus fronteras. Tambi¨¦n cuentan los principios o valores pol¨ªticos establecidos en sus cartas constitutivas. Es muy evidente la existencia de un mercado com¨²n a todos, donde puedan circular personas, capitales, bienes y servicios, de la que se desprende f¨¢cilmente una moneda com¨²n. Pero la que m¨¢s se exige y a la vez se echa en falta cuando hay un proyecto que no funciona es el demos, el pueblo soberano, los ciudadanos que eligen a sus representantes y gobernantes.
Desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y el final de la divisi¨®n del continente por la Guerra Fr¨ªa, se ha intentado a menudo y con objetivos muy pr¨¢cticos. ?Hasta d¨®nde deb¨ªa llegar la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea, este proyecto de unificaci¨®n de los pueblos y los ciudadanos europeos? ?Debe incluir a Turqu¨ªa? ?Deber¨ªa llegar alg¨²n d¨ªa incluso a Rusia?
Una cumbre estableci¨® en 1993 en Copenhague los criterios que deb¨ªan salvar los pa¨ªses candidatos al ingreso. Sirvi¨® para situar bien alto y claro el list¨®n y evitar que ingresaran pa¨ªses que no cumplen con los est¨¢ndares democr¨¢ticos ni respetan los derechos humanos, no tienen una econom¨ªa de mercado, no desean aplicar la legislaci¨®n europea o no comparten los objetivos fundacionales. Una definici¨®n surgida de la filosof¨ªa moral, elegante y eficaz, la defin¨ªa en la misma ¨¦poca como el territorio libre de la pena de muerte.
La discusi¨®n entre juristas y pol¨ªticos surge en cada una de las numerosas reformas de los tratados: Maastricht (1992), ?msterdam (1997), Niza (2001), Lisboa (2007), adem¨¢s del Tratado Constitucional (2004), que es probablemente donde m¨¢s se discuti¨®, aunque nunca lleg¨® a entrar en vigor porque los franceses y los holandeses lo rechazaron en sendas consultas populares. Finalmente, siempre con resultados inconclusos.
Esta vez la pregunta va muy en serio. No son los juristas y los pol¨ªticos quienes la formulan sino unos ciudadanos extraeuropeos, sirios, afganos, eritreos, y la hacen con los pies. Las respuestas les llegan de los pa¨ªses europeos que les reciben o les rechazan, y de los Gobiernos e instituciones abocados a construir una pol¨ªtica de asilo europea en la que quedar¨¢n definidas las fronteras (gestionadas finalmente en com¨²n), los valores (Hungr¨ªa, por ejemplo, ya est¨¢ fuera) o la ciudadan¨ªa (los refugiados ser¨¢n candidatos y los inmigrantes econ¨®micos lo tendr¨¢n m¨¢s dif¨ªcil).
La Europa del derecho de asilo ser¨¢ m¨¢s peque?a, como sucede ya con la del euro y dejar¨¢ muy atr¨¢s una gran parte de la definici¨®n territorial: Ucrania y Turqu¨ªa quedan mucho m¨¢s lejos ahora. Esta crisis de los refugiados nos enfrenta a los europeos ante un momento definitorio: o la Europa de las dos velocidades o nada; es decir, la desintegraci¨®n, el regreso a los nacionalismos y la irrelevancia.
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