Misionero de cruz y de espada
La verdad indiscutible es que Jun¨ªpero Serra es muy popular en toda Norteam¨¦rica, como fundador, como colonizador y como civilizador
El cine estadounidense ha dedicado miles de pel¨ªculas, y gastado en propaganda un dineral, para exculpar, exaltar o ennoblecer el nacimiento de la naci¨®n americana sobre las ruinas de una civilizaci¨®n y la muerte de millones de seres humanos. Pel¨ªculas de indios. En Murieron con las botas puestas, de 1941, el celebre general Custer, que interpreta Errol Flynn, es presentado como un h¨¦roe nacional empe?ado religiosamente en liquidar a siux, cheyenes y otros pieles rojas, borrados de una historia escrita siempre por hombres blancos. "Cuando hay que optar entre la verdad hist¨®rica y el mito, yo me quedo con el mito", proclam¨® el gran John Ford, justific¨¢ndose. Al genocidio f¨ªsico sigui¨® el genocidio hist¨®rico, y a este el genocidio moral y el cultural. "S¨®lo conozco un indio bueno, el indio muerto. Cuantos m¨¢s matemos este a?o, menos tendremos que matar el que viene", se oye en un cl¨¢sico del g¨¦nero. Como escribi¨® en este peri¨®dico ?ngel Fern¨¢ndez Santos, "no hay en los abarrotados anales del asesinato de pueblos una fechor¨ªa mejor narrada".
?Y Espa?a, tambi¨¦n conquistadora? Alexis de Tocqueville, en De la democracia en Am¨¦rica, compara muy en favor de Espa?a. "Los espa?oles, con monstruosidades sin igual, no exterminaron a la raza india, ni impidieron que participara de sus derechos. En cambio, los americanos de los Estados Unidos alcanzaron el doble resultado, exterminio y negaci¨®n de derechos a los pocos supervivientes, con maravillosa facilidad, legalmente, filantr¨®picamente".
Para desgracia de Espa?a, la canonizaci¨®n del franciscano Jun¨ªpero Serra por Francisco (en Washington: lo normal hubiera sido que la ceremonia se celebrase en Roma), reabre la memoria de aquellas infamias, con mucha sinraz¨®n. Es verdad que el fraile conocido como 'padre de California' introdujo el cristianismo en esa tierra con la cruz en una mano y la espada en la otra ("haci¨¦ndose acompa?ar de misioneros y soldados"), pero en gran parte de sus misiones se comport¨® con misericordia y respeto al indio "como criatura que es de Dios" (as¨ª dec¨ªa, y no todos cre¨ªan en Espa?a que el indio tuviera alma y mereciera compasi¨®n).
La verdad indiscutible es que Jun¨ªpero Serra (Petra. Mallorca, 1713- Monterrey. Alta California, 1784) es muy popular en toda Norteam¨¦rica, como fundador, como colonizador y como civilizador. Grandes ciudades (San Francisco, Los ?ngeles, Monterrey, San Diego) nacieron a partir de misiones creadas por ¨¦l. Esa fama se refleja en que Serra es el ¨²nico espa?ol incluido en el Sal¨®n de las Estatuas de El Capitolio, donde est¨¢n representados otros cien personajes de la Naci¨®n. Cada estado de EE UU tiene derecho a exhibir en el Capitolio federal dos estatuas que representen a figuras ilustres del territorio. California lo hace con Jun¨ªpero Serra (desde 1931) y el ex presidente y ex gobernador del estado, Ronald Reagan.
Pero no todos son laureles. Los santos tambi¨¦n tienen un d¨ªa malo, suele decirse. El Senado californiano ha aprobado una moci¨®n (22 votos a favor; 10 en contra), para que la escultura de Serra sea retirada, un debate que la visita de Francisco pospone hasta 2016. La campa?a contra Serra, jaleada por los grandes peri¨®dicos californianos, ha sido orquestada por los escasos descendientes de los pueblos originarios californianos. "Una vez bautizados, los nuevos conversos eran virtualmente prisioneros en las misiones y si escapaban eran perseguidos por los soldados y obligados a regresar. Los bautizados tambi¨¦n se vieron obligados a abandonar su idioma, su vestimenta tradicional, sus comidas, sus costumbres matrimoniales, y quedaron expuestos a las epidemias importadas desde Europa contra las que no ten¨ªan inmunidad. De los aproximadamente 310.000 nativos que viv¨ªan en lo que hoy es California en 1769, s¨®lo una sexta parte sobreviv¨ªa cien a?os m¨¢s tarde, seg¨²n un estudio realizado por la Universidad de California", denuncian.
Jun¨ªpero Serra lleg¨® a California en 1767 para sustituir a los jesuitas, expulsados de all¨ª por las autoridades espa?olas, en un conflicto que tuvo episodios igualmente sonados en Paraguay y otras colonias. La pel¨ªcula La Misi¨®n describe los motivos por los que la Compa?¨ªa de Jes¨²s hab¨ªa ca¨ªdo en desgracia como misionera. Que Serra tuviera el favor de los conquistadores, casi siempre despiadados, no es un dato que hable en su favor, aseguran los detractores.
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