¡°Todos mis sue?os dependen de unos papeles¡±
El Pont¨ªfice se re¨²ne con inmigrantes en Harlem, el hist¨®rico barrio negro de Nueva York
Ignacia dej¨® M¨¦xico para que sus hijas tuvieran la oportunidad de estudiar. Josu¨¦, para triunfar en la vida ¡°y poner bien alto el nombre de El Salvador¡±. Norlan, a sus 15 a?os, para acabar con una obsesi¨®n que desde peque?o lo despertaba en medio de la noche: ¡°El sue?o de toda mi vida siempre fue conocer a mi padre. Un d¨ªa, cuando ya sent¨ª que ten¨ªa fuerzas para caminar desde Honduras hasta Estados Unidos, le di un beso a mi madre y le dije: voy a buscar a mi padre¡±. Ahora est¨¢n aqu¨ª, sentados en el gimnasio reci¨¦n pintado de una escuela de Harlem ¡ªel barrio hist¨®rico de la poblaci¨®n negra de Nueva York¡ª, esperando la visita del papa Francisco, junto a otras decenas de inmigrantes con sus sue?os y sus pesadillas a cuestas.
El Papa llega en medio de un impresionante, tal vez excesivo, dispositivo de seguridad. El arzobispado de Nueva York, que nada en una abundancia tan distinta a la que predica Francisco, le ha organizado una visita a la escuela Reina de los ?ngeles, donde el 69% de los alumnos provienen de Latinoam¨¦rica. Se trata de hijos de inmigrantes o de menores que llegaron solos, unos caminando, otros en camionetas, algunos en el techo La Bestia, el tren de mercanc¨ªas que cruza en Estados Unidos de sur a norte. Norlan, como pr¨¢cticamente todos los que cruzaron Centroam¨¦rica y M¨¦xico escondi¨¦ndose de la polic¨ªa y bajo la extorsi¨®n de las mafias, prefiere olvidar, pero apenas puede: ¡°He visto a personas a las que el tren cort¨® por la mitad; tantas cosas¡¡±.
El deseo del arzobispado de Nueva York de ense?ar una escuela donde los hijos de inmigrantes van alcanzando, poco a poco, el sue?o de sus padres se convierte de pronto en un s¨ªmbolo tal vez no deseado. Junto a la escuela, la parroquia del mismo nombre est¨¢ cerrada a cal y canto. Se trata de una de las 1.700 parroquias que han cerrado en los ¨²ltimos 10 a?os en EE UU. La versi¨®n oficial atribuye la culpa a la falta de vocaciones y a la huida de los fieles hacia iglesias evang¨¦licas, pero a nadie se le escapa que el gran esc¨¢ndalo de abusos sexuales por parte de sacerdotes tambi¨¦n tuvo mucho que ver. Tanto que Jorge Mario Bergoglio, cuando el jueves se reuni¨® con el clero de Nueva York, se refiri¨® a aquella ¨¦poca como ¡°la gran tribulaci¨®n, la verg¨¹enza provocada por tantos hermanos que han herido y escandalizado a la Iglesia en sus hijos m¨¢s indefensos¡±.
Sus hijos m¨¢s indefensos est¨¢n aqu¨ª, en Harlem, esta tarde. Son Josu¨¦, y Norlan, y las hijas de Ignacia, y las de Francisco, nacido en Michoac¨¢n (M¨¦xico) hace 47 a?os y que desde hace 14 a?os lleva luchando. Ha logrado dar de comer a su familia, aprender ingl¨¦s, el respeto de sus jefes y vecinos, incluso comprar una casa. ¡°Pero todo lo he hecho¡±, confiesa, ¡°usando una documentaci¨®n falsa. Toda mi vida, todos mis sue?os, dependen de unos papeles. Ojal¨¢ el papa Francisco, que tiene un lenguaje sencillo, como el nuestro, consiga ablandar algunos corazones¡±.
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