Afganist¨¢n, la guerra inc¨®moda
El bombardeo de un hospital ha vuelto a destapar un conflicto que EE UU querr¨ªa olvidar
El bombardeo ¡°por error¡± de un hospital de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) en Kunduz es algo que Estados Unidos habr¨ªa querido evitar a toda costa. No solo por los 22 civiles muertos y los problemas que le traer¨¢ lo que apunta a una cadena de graves errores de sus militares. La ¡°tragedia¡± de Kunduz, como lo ha calificado la Casa Blanca, ha vuelto a poner a en el centro de atenci¨®n a Afganist¨¢n, un pa¨ªs en el que lleva a?os intentando no pensar un EE UU cansado de la guerra m¨¢s larga de su historia, y que adem¨¢s parece incapaz de ganar.
¡°Los estadounidenses quieren olvidar Afganist¨¢n¡±, sostiene Michael Kugelman, del laboratorio de ideas Wilson Center. La de Afganist¨¢n era la ¡°guerra buena¡±, la intervenci¨®n que, al contrario que la iraqu¨ª, contaba con el visto bueno de la comunidad internacional y en la que r¨¢pidamente se lograron los objetivos iniciales: expulsar a los talibanes e impedir que el pa¨ªs siguiera siendo un santuario para Al Qaeda. Pero luego ¡°se complic¨®, porque dejaron de estar claros los objetivos de EE UU, pese a lo cual segu¨ªan muriendo soldados estadounidenses (m¨¢s de 2.200) y porque reinaba la sensaci¨®n de que, independientemente de todo el dinero (m¨¢s de 600.000 millones hasta 2014) y armas que se proporcionara a Afganist¨¢n, nada parec¨ªa cambiar de verdad sobre el terreno¡±.
La ¡°fatiga afgana¡±, como tambi¨¦n la denomina Dominic Tierney, del Foreign Policy Research Institute, lleg¨® cuando, pese a que el presidente Barack Obama orden¨® aumentar las fuerzas a 100.000 efectivos entre 2010 y 2011, persistieron los desaf¨ªos. ¡°En ese momento, la guerra buena empez¨® a verse no necesariamente como una guerra mala, pero s¨ª como una guerra desafortunada¡±, se?ala Kugelman.
Desde entonces, ¡°sacar el tema de Afganist¨¢n es como hablar de mortalidad. Hay un deseo profundo de cambiar de tema¡±, ironizaba recientemente en la revista The Atlantic Tierney, autor de ¡°La forma correcta de perder una guerra: Am¨¦rica en la era de conflictos que no se pueden ganar¡±.
Pero como ha demostrado tambi¨¦n la ofensiva talib¨¢n contra Kunduz, ignorar el conflicto afgano no va a ser tan f¨¢cil, apunta Kugelman.
¡°A los estadounidenses y a la Casa Blanca les gustar¨ªa dejar de lado Afganist¨¢n, pero por desgracia el problema afgano sigue siendo uno considerable y, con el tiempo, podr¨ªa volver a convertirse en una amenaza seria¡±, advierte.
El Pent¨¢gono evita decirlo de forma tan expl¨ªcita, pero las declaraciones ante el Congreso del m¨¢ximo responsable militar norteamericano en Afganist¨¢n, el general John Campbell, que dio a entender que considera insuficientes los mil soldados que Obama quiere dejar en Afganist¨¢n para 2017, evidencian que es un temor compartido.
Tampoco Tierney y Kugelman creen que sea conveniente reducir tan dr¨¢sticamente la presencia militar. Al fin y al cabo, recuerda Tierney, la de 2016 no es m¨¢s que una fecha electoral, no estrat¨¦gica, fijada por Obama para poder dejar como legado el haber sacado a EE UU de las dos guerras impopulares con las que se top¨® al llegar a la Casa Blanca.
Guerras impopulares
Pero Obama tampoco quiere ser el presidente que perdi¨® en Afganist¨¢n, como tampoco quiere hacerlo en Irak, agrega en referencia a los bombardeos contra posiciones del Estado Isl¨¢mico.
Kugelman va incluso m¨¢s all¨¢ y apunta a que ¡°no se trata solo de cu¨¢ntos efectivos m¨¢s se quedan, sino qu¨¦ es lo que podr¨¢n hacer¡±. Si EE UU no logr¨® estabilizar Afganist¨¢n con 100.000 soldados, no lo va a hacer con 5.000. Pero quiz¨¢s, se?ala, habr¨ªa que darles algo m¨¢s de ¡°margen, de flexibilidad¡± sobre la forma en que pueden operar.
Kugelman admite que tras el ataque al hospital de MSF en Kunduz, esa opci¨®n ser¨ªa menos popular que nunca. Pero advierte en contra de convertir un incidente ¡°tr¨¢gico, pero aislado¡± en un freno para una estrategia que cree positiva para Afganist¨¢n a largo plazo.
La decisi¨®n final sobre el calendario de salida de Afganist¨¢n est¨¢ en manos de Obama. Decida lo que decida, Kugelman tiene algo muy claro: ¡°Por mucho que lo desee, a EE UU le va a ser muy dif¨ªcil lavarse del todo las manos en Afganist¨¢n¡±.
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