China-EE?UU: condenados a entenderse
El mayor reto del pr¨®ximo presidente estadounidense ser¨¢ conseguir que el gigante asi¨¢tico deje de representar una amenaza de guerra
?Cu¨¢l es el mayor reto del pr¨®ximo presidente de Estados Unidos? Qu¨¦ hacer con China. La relaci¨®n entre la superpotencia tradicional y la emergente es la principal cuesti¨®n geopol¨ªtica de nuestra ¨¦poca. Si Washington y Pek¨ªn no aciertan, probablemente habr¨¢ guerra en alg¨²n lugar de Asia en los pr¨®ximos 10 a?os. La Rusia neoimperialista de Putin y la brutalidad del Estado Isl¨¢mico son, en comparaci¨®n, problemas medianos. Es imposible abordar el cambio clim¨¢tico y la econom¨ªa mundial sin la cooperaci¨®n de Estados Unidos y China. Y para ello, los dos partidos norteamericanos deben elaborar una estrategia global para los pr¨®ximos 20 a?os, pero parecen incapaces de generar algo que no sea una frase jugosa para los pr¨®ximos 20 minutos.
En el mar del Sur de China, Pek¨ªn ha convertido los corales sumergidos en islas artificiales, y est¨¢ terminando una pista de 3.000 metros en una de ellas. Hace poco, el presidente Xi Jinping presidi¨® un desfile militar gigantesco, al estilo del Kremlin, con Putin a su lado como invitado de honor.
China reclama un ¨¢rea inmensa de dicho mar y, para subrayarlo, ha embestido barcos de pesca filipinos y ha rozado un avi¨®n esp¨ªa estadounidense. Estados Unidos ha dicho a sus aliados asi¨¢ticos que implantar¨¢ patrullas para garantizar la libertad de navegaci¨®n en torno a las islas en disputa. El mes pasado, cuando unos buques de guerra atravesaron aguas territoriales estadounidenses junto a las islas Aleutianas, los norteamericanos reaccionaron con calma y dijeron que el paso hab¨ªa sido ¡°conforme al derecho internacional¡±. Es lo que se conoce como paso inocente. Veremos qu¨¦ hace ahora China cuando los buques de Estados Unidos hagan un paso inocente por los corales. Barcos de guerra e islas en disputa: ?en qu¨¦ siglo estamos?
Xi mantiene el control de la presidencia, sin ninguna crisis interna inmediata. Pero el Partido Comunista Chino se enfrenta a una crisis de legitimidad a largo plazo. Desde hace a?os, esa legitimidad se la otorga un crecimiento econ¨®mico impresionante, que ahora est¨¢ disminuyendo. Dije hace ya un par de a?os que Xi est¨¢ haciendo una gran apuesta leninista: que el partido ¨²nico reforzado puede gestionar el desarrollo de una econom¨ªa compleja y madura y satisfacer las expectativas de una sociedad cada vez m¨¢s educada, informada y urbana. El burdo intento de las autoridades chinas de manipular las Bolsas hace unos meses no es muy prometedor.
Washington debe redoblar sus intentos de di¨¢logo sobre el cambio clim¨¢tico, la econom¨ªa mundial, Corea del Norte o Siria
Por supuesto, pueden mantener la situaci¨®n controlada unos a?os, pero, como pasa siempre que se aplazan unas reformas necesarias, la crisis, cuando llegue, ser¨¢ mayor. De ser as¨ª, habr¨ªa una fuerte tentaci¨®n de jugar la baza nacionalista, quiz¨¢ con una acci¨®n militar contra una de sus islas, al estilo de las Malvinas. Seguramente no ser¨ªa un enfrentamiento directo con un aliado oficial de EE?UU, pero el riesgo de errores y de escalada ser¨ªa enorme. Con una opini¨®n p¨²blica nacionalista e indignada en ambos pa¨ªses, ni el l¨ªder chino ni el estadounidense podr¨ªan permitirse perder, y los dos disponen de armas nucleares. No pretendo atemorizar porque s¨ª; es una posibilidad que tienen muy presente los c¨ªrculos militares, estrat¨¦gicos y de inteligencia de Estados Unidos.
Como el rumbo de China depender¨¢ sobre todo de fuerzas internas que Washington no puede controlar, EE?UU necesita utilizar de forma racional y coherente todos los instrumentos a su disposici¨®n. Algo as¨ª como la doble v¨ªa adoptada por Occidente durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas de la Guerra Fr¨ªa. Por un lado, a los chinos debe quedarles muy claro lo que EE?UU va a aceptar. Lo contrario de lo que hizo Barack Obama en Siria: proclamar una l¨ªnea roja y despu¨¦s dejar que Bachar el Asad la traspasara impunemente. Ahora no se trata de proclamaciones p¨²blicas, sino de dejar claro en privado, y m¨¢s con hechos que con palabras, d¨®nde est¨¢ el l¨ªmite.
Al mismo tiempo, Washington debe redoblar sus intentos de di¨¢logo constructivo. Tiene que esforzarse en llegar a acuerdos sobre el cambio clim¨¢tico, la econom¨ªa mundial y varias cuestiones geopol¨ªticas como Corea del Norte y Siria. La relaci¨®n debe apoyarse en los intensos lazos comerciales existentes. Hay ya extraordinarios intercambios personales, millones de chinos acomodados han estudiado, trabajado y vivido en Occidente. La estrategia deber¨¢ fijarse en coordinaci¨®n con los principales aliados de EE UU., como Australia, Alemania y Reino Unido, que la semana que viene acoger¨¢ una visita de Estado del presidente Xi.
El experto en China Orville Schell sugiere que el pr¨®ximo presidente norteamericano nombre a un enviado especial de alto nivel para China. En tono semiir¨®nico a?ade que el candidato ideal de la presidenta Clinton ser¨ªa su marido, dotado del prestigio, la experiencia y la habilidad negociadora de un expresidente. Marco Rubio podr¨ªa ofrecerle el puesto a Jeb Bush, cuyo padre fue embajador en Pek¨ªn en 1974-1975 y cuyo hermano, George, mantuvo una buena relaci¨®n con el pa¨ªs.
Por ahora, todo esto es un brindis al sol. Los candidatos republicanos hacen los comentarios m¨¢s aleatorios y a veces absurdos sobre China. Con una mezcla de ignorancia y arrogancia, Donald Trump insin¨²a que el problema es que los dirigentes chinos no respetan a Obama. En cambio, si Xi se sentara a tomarse una cerveza con Trump, todo ir¨ªa bien. ?Y Hillary Clinton, la ¨²nica candidata con seria experiencia en la cuesti¨®n? Esta semana dio un vuelco descarado a su postura sobre el, el gran acuerdo comercial con Asia del que, cuando era secretaria de Estado, dijo que era ¡°el patr¨®n oro de los acuerdos comerciales¡±. Su giro tiene unos motivos evidentemente oportunistas; recoger los votos dem¨®cratas de sindicatos y proteccionistas, que en la actualidad se inclinan por Bernie Sanders.
Esta es la tragedia de una pol¨ªtica en la que tanto nos jugamos todos. EE UU cuenta con gente muy preparada, capaz de elaborar la gran estrategia bipartidista y multilateral necesaria para tratar con China. Pero, por desgracia, su forma de hacer pol¨ªtica impide sostener esa estrategia. Variando ligeramente una famosa expresi¨®n del posible enviado especial para China Bill Clinton: es la pol¨ªtica lo que es est¨²pido.
Timothy Garton Ash es profesor de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, donde dirige el proyecto freespeechdebate.com, e investigador titular de la Hoover Institution, en la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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