Fran?ois Hollande, el gendarme de Francia
El socialista se reinventa como estadista s¨®lido y querido en la emergencia del terrorismo
El 74% de los franceses aprueba la gesti¨®n de Fran?ois Hollande en la crisis y el 84% acepta subordinar ciertas libertades al imperativo de la seguridad. Vienen a cuento estas conclusiones porque definen la credibilidad del jefe del Estado en la peor emergencia que Francia experimenta desde la II Guerra Mundial.
Hollande hab¨ªa sido un presidente pusil¨¢nime y hasta negligente. Hab¨ªa sido caricaturizado en sus aventuras amorosas. Se le observaba como un l¨ªder ef¨ªmero, un monaguillo de Merkel, pero su reacci¨®n manu militari a los atentados del 13-N ha logrado que se le perciba como el estadista adecuado en el momento oportuno, provisto incluso de una liturgia mitterandista y dotado de una gran habilidad para reinventarse.
Su reacci¨®n 'manu militari' a los atentados ha logrado que se le perciba como el estadista adecuado?
Empezando por su proceso de "sarkozyaci¨®n". En cierto sentido, Hollande ha promovido las medidas autoritarias que hubiera querido instrumentar su predecesor en el El¨ªseo: cerrar las mezquitas donde anida la apolog¨ªa terrorista, expulsar a los franceses de doble nacionalidad que amenazan la patria, confinar a los sospechosos sin mandato judicial, otorgar superpoderes a las prefecturas, incluso reclamar al Consejo de Estado un criterio solidario para estirar las costuras de la Constituci¨®n, m¨¢s all¨¢ de que Hollande haya decidido cambiarla ¡ªnecesita 3/5 de las c¨¢maras o la aquiescencia de un referendum¡ª en los pormenores actualizados del estado de excepci¨®n.
Sarkozy quiso ser el gendarme de Francia. Hollande lo ha conseguido. Ha tenido que invertir la "ecuaci¨®n" del lema sesentayochista que ¨¦l mismo reivindic¨® en sus mocedades ¡ªhaz el amor, no la guerra¡ª, pero hacer la guerra en lugar del amor obliga a emprender una estrategia responsable que Hollande capitaliza no s¨®lo como presidente de Francia, sino como emblema jer¨¢rquico entre sus iguales occidentales.
Hollande es el antagonista del Daesh. La oposici¨®n francesa le acus¨® de haber expuesto la patria por haber emprendido en solitario las campa?as de Mali y de Siria, pero tanto podr¨ªa decirse que la unilateralidad obedec¨ªa a la pasividad interesada o especulativa de sus socios ¡ªlas represalias terroristas, los procesos electorales¡ª y que la masacre del 14N ha sido un desgraciado est¨ªmulo para suscitar un estado de conciencia inequ¨ªvoco respecto a la urgencia de una estrategia coral.
Por eso impresiona la reinvenci¨®n de Hollande y deslumbran sus galones de guardi¨¢n del planeta, sobrepasando los tiempos en que se malogr¨® su expectativa de contrapoder a la doctrina de la austeridad evangelizada por Merkel.
Su victoria en las presidenciales ¡ªmayo, 2012¡ª, en efecto, fue percibida por la socialdemocracia europea como una fervorosa alternativa al diktat econ¨®mico germano.
impresiona la reinvenci¨®n de Hollande y sus galones de guardi¨¢n del planeta
Se presum¨ªa una alternativa a los recortes, una tercera v¨ªa, pero Hollande no tuvo envergadura pol¨ªtica para mantenerla. Ni fuera de Francia ni dentro, como se desprende de las crisis de Gobierno, del recambio de primer ministro ¡ªManuel Valls en lugar de Ayrault¡ª de la autodestrucci¨®n del Partido Socialista, de la exasperaci¨®n ciudadana.
Sobrevino entonces un asombroso proceso de desmitificacion el¨ªsea. Nos tom¨¢bamos a broma Hollande. Nos re¨ªamos de la torpeza con que se distra¨ªa en su affaire amoroso con la actriz Juile Gayet. Y juraba venganza su ex pareja, Val¨¦rie Trierweiller, retrat¨¢ndolo como un tipo acomplejado, arbitrario, negligente.
Nunca un presidente franc¨¦s se hab¨ªa desdibujado tanto en tan poco tiempo. Se le daba a Hollande por amortizado, al menos hasta que el sucesor de Sarkozy, apodado Flanby por su viscosidad f¨ªsica y pol¨ªtica, encontr¨® en la pol¨ªtica exterior el asidero que no lograba aferrar en la pol¨ªtica interior.
La neutralizaci¨®n del yihadismo en Mali (2014) fue la primera demostraci¨®n. Hollande desplegaba fuerzas terrestres, asum¨ªa el viejo paternalismo de la "Franc¨¢frica" para ahuyentar la pujanza del yihadismo en la impunidad del Sahel.
Es verdad que la injerencia respond¨ªa e intereses econ¨®micos y geopol¨ªticos, pero tambi¨¦n avalaba al presidente un escr¨²pulo ¨¦tico, incluso la pretensi¨®n de remediar en sentido simb¨®lico la cat¨¢strofe franco-brit¨¢nica que hab¨ªa supuesto la guerra a Gadafi en tiempos de Sarkozy. Hollande se gustaba en su papel tutelar. Y decid¨ªa asumir el protagonismo de la oposici¨®n a Putin en la crisis ucraniana, cancelando por a?adidura los acuerdos de ventas de armas, de embarcaciones y de aviones.
Los reflejos le permitieron convertirse en el primer jefe de Estado que aterrizaba en Cuba despu¨¦s del deshielo. Francia proteg¨ªa las colonias de ultramar y Hollande se recreaba en el papel de diplom¨¢tico universal, llegando al extremo de fomentar, sin demasiado ¨¦xito, una coalici¨®n contra el terror de Al Asad en Siria.
El golpe del Charile Hebdo lo devolvi¨® a la tierra e incit¨® un discurso sensible, l¨ªrico y hasta ingenuo, mientras que la masacre del Viernes 13 predispuso la reacci¨®n no tanto de un presidente como de un militar. Hollande mencionaba la guerra y promet¨ªa la victoria. Se erig¨ªa en gendarme de la patria. Y confortaba un pa¨ªs en estado de psicosis entonando La Marsellesa en Versalles ¡ªno es una met¨¢fora¡ª y garantizando la reunificaci¨®n.
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