?Enemigos de la paz?
Bajo la dial¨¦ctica de algunos miembros del Gobierno, decir s¨ª a los acuerdos es votar a favor de la paz y decir no, a favor de la guerra
Hace tres a?os cuando el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, anunci¨® el proceso de paz con el grupo terrorista FARC, indic¨® que cualquier acuerdo ser¨ªa sometido a una refrendaci¨®n popular para que los colombianos dij¨¦ramos si lo acept¨¢bamos o no. Sobre la base de ese compromiso el propio Presidente habl¨® siempre de un Referendo, hasta el punto que promovi¨® una reforma para permitir que dicho referendo pudiera coincidir con otras elecciones, lo cual estaba prohibido para no contaminar un voto de opini¨®n con la movilizaci¨®n de maquinarias partidistas.
La idea del Referendo tiene elementos positivos. Por un lado se requiere un umbral m¨ªnimo de participaci¨®n del 25 por ciento de todas las personas habilitadas (Censo Electoral), requiere que se facilite el voto informado descomponiendo en preguntas los principales elementos y as¨ª permitir que los ciudadanos digan con precisi¨®n qu¨¦ les gusta y qu¨¦ rechazan, minimizando la existencia de un contrato por adhesi¨®n. As¨ª las cosas, con un referendo basado en las reglas constitucionales y legales, los colombianos podemos asistir a un pronunciamiento leg¨ªtimo y aceptar el veredicto de las urnas.
Hoy las cosas han cambiado. El gobierno ya no quiere un Referendo, porque a su juicio las exigencias de legitimidad son un ¡°suicidio¡± pol¨ªtico. Por lo tanto ha optado por la v¨ªa de un Plebiscito, donde tambi¨¦n ha querido cambiar las reglas de juego. Alterar las reglas del plebiscito es m¨¢s f¨¢cil, porque no se requiere sustituir la Constituci¨®n y en consecuencia se est¨¢ promoviendo en el Congreso, por parte del gobierno, una reforma para modificar el umbral de participaci¨®n del 50 por ciento del Censo Electoral (superior al del Referendo) a un umbral por el s¨ª del 13 por ciento. Adem¨¢s, se permite que las decisiones del Plebiscito sean legalmente vinculantes, algo que hoy la ley no contempla, y que sencillamente con una sola pregunta digamos s¨ª o no a la totalidad de los acuerdos.
Ante este camino de desmantelamiento institucional ?qu¨¦ nos debe preocupar? Que en los acuerdos con las FARC vamos camino a que este grupo terrorista incida en la selecci¨®n de los miembros de la Comisi¨®n de la Verdad, participe en la designaci¨®n de los magistrados que los juzgar¨¢n en una Jurisdicci¨®n de Paz, impongan la conexidad del secuestro y el narcotr¨¢fico con el delito pol¨ªtico, determinen las penas simb¨®licas para eludir la privaci¨®n de la libertad en condiciones carcelarias a los cr¨ªmenes de lesa humanidad, logren que se les asignen curules parlamentarias a dedo para sus integrantes y eviten que se adelante una exhaustiva extinci¨®n de domino de su riqueza, producto del narcotr¨¢fico y la criminalidad.
Bajo la dial¨¦ctica de algunos miembros del Gobierno, decir s¨ª a los acuerdos es votar a favor de la paz y decir no, es votar a favor de la guerra. Seg¨²n la misma filosof¨ªa, decir s¨ª es aceptar que la paz requiere todo tipo de sacrificios institucionales y decir no, es aceptar rigidez en los principios que nos conducir¨¢n a la violencia como destino de la patria. Adem¨¢s, la naturaleza plebiscitaria no deja m¨¢s opci¨®n que o tomas todo o no tomas nada, lo cual hace del proceso, seg¨²n ese enfoque dial¨¦ctico del gobierno, un chantaje: o el acuerdo en su totalidad o la muerte.
Votar bajo ese supuesto es votar con miedo. Es votar sin libertad, con la voluntad viciada por un destino fatal y no por la verdadera reflexi¨®n que deben tener los ciudadanos sobre si se trata de un acuerdo digno y leg¨ªtimo o de un acuerdo desbalanceado a favor de los intereses de un grupo que ha cometido los peores cr¨ªmenes de la historia de Colombia.
?Son enemigos de la paz quienes no creen en los acuerdos? No, como tampoco son simpatizantes de las FARC quienes los defienden. Lo que ocurre es que una paz donde el terrorismo criminal se aproveche de la buena fe, la esperanza o el miedo de los ciudadanos para sacar adelante sus pretensiones, ser¨¢ el mayor premio a la violencia como mecanismo de negociaci¨®n pol¨ªtica.
Todos los colombianos queremos la paz, pero una paz digna, sostenible y cre¨ªble empieza porque los criminales que tanta barbarie han sembrado, se arrepientan y paguen por sus hechos. Pensar as¨ª no es ser enemigo de la paz, sino amigo de la justicia como medio para construir la reconciliaci¨®n. L¨¢stima que el gobierno quiera simplificar y estigmatizar a quienes as¨ª piensan, adem¨¢s de privarnos de un voto informado.
Para Colombia avanzar en el terco camino de un plebiscito maniqueo, como el que promueve el gobierno, conducir¨¢ a una falsa polarizaci¨®n entre amigos y enemigos de la paz. Ojal¨¢ el gobierno recapacite y honre su palabra cuando se comprometi¨® con un Referendo con las reglas de la Constituci¨®n y la ley. Una paz validada por una minor¨ªa ciudadana que no llega al 60 por ciento de los votos que obtuvo el Presidente al momento de su reelecci¨®n, debilitar¨¢ para siempre la democracia colombiana.
Iv¨¢n Duque M¨¢rquez es senador del Centro Dem¨®cratico
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