El desatador de nudos
La triple transici¨®n no desemboc¨® en una consolidaci¨®n democr¨¢tica, ahora hay que desatar el nudo autoritario
Antonio Lacayo fue el desatador de uno de los m¨¢s intrincados nudos del problema nacional. Durante la transici¨®n democr¨¢tica desat¨® el nudo de la confrontaci¨®n, una herencia maldita de casi dos siglos en nuestra vida independiente. En 1990 insisti¨® hasta el cansancio en que se ¡§hab¨ªa ganado una elecci¨®n, no una guerrra¡§, y sent¨® el precedente de una nueva cultura pol¨ªtica en la que el ganador, a¨²n despu¨¦s de un in¨¦dito plesbicito fundacional, no se lleva todo ni manda al perdedor al destierro.
A diferencia de Alejandro Magno, que cort¨® el m¨ªtico nudo gordiano con la fuerza de la espada, To?o desenred¨® el nuestro con las u?as, recurriendo al camino m¨¢s largo del di¨¢logo y la negociaci¨®n con mucha paciencia y m¨¢s determinaci¨®n. Invocando el liderazgo moral de mi madre, Violeta Barrios de Chamorro y su ideario de democracia y reconciliaci¨®n refrendado por una s¨®lida mayor¨ªa pol¨ªtica, adopt¨® decisiones complejas con la astucia de un ingeniero pol¨ªtico democr¨¢tico, y en los momentos m¨¢s dif¨ªciles se las jug¨® combinando firmeza y flexibilidad. Tambi¨¦n se equivoc¨® y cometi¨® errores, como corresponde en todos los grandes emprendimientos de riesgo, pero el balance de la obra, al menos a finales del siglo pasado, era claramente favorable a Nicaragua al grado que algunos logros luc¨ªan irreversibles. Se conquist¨® la paz y el fin de la guerra, se fij¨® un rumbo de reconstrucci¨®n econ¨®mica --aunque con un enorme d¨¦ficit social--, y se sentaron las bases de instituciones democr¨¢ticas, con libertad de prensa y m¨¢s transparencia que nunca. Sin embargo, ese legado de la ¡§triple transici¨®n¡§, no logr¨® alcanzar la etapa de la consolidaci¨®n democr¨¢tica y ahora atraviesa por una aut¨¦ntica regresi¨®n autoritaria.
Se descarril¨® la transici¨®n democr¨¢tica, por los pactos y la corrupci¨®n que facilitaron la captura del estado por un liderazgo autoritario que ha demolido las bases m¨¢s profundas del estado de derecho y el sistema de separaci¨®n de poderes.
Se abort¨® la transici¨®n militar en el ej¨¦rcito y la polic¨ªa nacional, al imponerse otra vez el caudillismo pol¨ªtico con leyes que eliminan el plazo de los jefes de ambas instituciones en el cargo, subordinando su reelecci¨®n y permanencia a la discrecionalidad del ¡§El Supremo¡§.
Se perdi¨® la democracia electoral como resultado de los fraudes y la partidizaci¨®n del sistema en todos sus niveles, eliminando las garant¨ªas b¨¢sicas de elecciones libres y transparentes. Y se desmont¨® un embrionario sistema de autonom¨ªa municipal, participaci¨®n ciudadana y rendici¨®n de cuentas, a punta de garrote y cooptaci¨®n, para sustituirlo por el r¨¦gimen de ordeno y mando de la pareja presidencial que, apuntalada en el desv¨ªo y la apropiaci¨®n ilegal de la millonaria cooperaci¨®n venezolana, ha creado un nuevo ¡§orden social¡§ que, ir¨®nicamente, excluye el derecho a ejercitar la ciudadan¨ªa.
Ciertamente, la macroeconom¨ªa funciona y el pa¨ªs mantiene el rumbo hacia el crecimiento econ¨®mico y la atracci¨®n de inversiones, pero bajo un esquema corporativista que prodiga grandes oportunidades al sector empresarial, a costa de transparencia y democracia. Este intercambio entre ventajas econ¨®micas sin institucionalidad democr¨¢tica, bajo una suerte de estabilidad autoritaria, es un mal negocio a largo plazo para las empresas y los pa¨ªses, como lo demuestra exhaustivamente el an¨¢lisis hist¨®rico del profesor James Robinson coautor del libro ¡§Por qu¨¦ fracasan las naciones¡§, que est¨¢ siendo debatido en Managua en estos d¨ªas.
Al conmemorarse los primeros 25 a?os de las elecciones de 1990, el pasado 25 de febrero To?o public¨® un art¨ªculo en La Prensa reflexionando sobre este dilema estrat¨¦gico y la incidencia determinante de los ¡§factores sociopol¨ªticos¡§ en nuestro desarrollo. Vale la pena releer con atenci¨®n su texto ¡§Los pr¨®ximos 25 a?os¡§, que concluye as¨ª: ¡§Si los nicarag¨¹enses ahora no tomamos en serio la necesidad de poder elegir libremente, sea quien sea el que elijamos, vamos a haber tirado al traste el inmenso logro de haber derrotado en 1979 una dictadura de 45 a?os y haber podido elegir libremente nuestras autoridades en 1990. La agricultura moderna, la agroindustria, la pesca, la miner¨ªa, el turismo y la producci¨®n de energ¨ªas renovables pueden muy bien permitirnos a los nicarag¨¹enses alcanzar dignos niveles de vida. Si vienen los megaproyectos, mejor. Pero debemos convencernos de una vez por todas que el gran megaproyecto de Nicaragua es la democracia, y esta demanda, por encima de todo, elecciones libres.¡§
?C¨®mo desatar el nudo del autoritarismo en un r¨¦gimen que act¨²a con mentalidad de partido ¨²nico, manteniendo la formalidad democr¨¢tica pero sin tolerar la existencia de una oposici¨®n democr¨¢tica beligerante? Esta es sin duda la tarea m¨¢s acuciante que enfrenta Nicaragua hoy, cuando se invoca con respeto y gratitud la memoria y el legado de Antonio Lacayo, para intentar despejar la incertidumbre del futuro. Un desaf¨ªo formidable, en primer lugar para todas las fuerzas pol¨ªticas: independientes, opositores, sandinistas, movimientos sociales, pero tambi¨¦n para las ¨¦lites econ¨®micas que tienen igual responsabilidad en la calidad de las instituciones del pa¨ªs. No se trata de que los empresarios sustituyan a la oposici¨®n pol¨ªtica o renuncien a dialogar con el gobierno, sino que ese di¨¢logo trascienda sus actuales objetivos cortoplacistas y ponga en la agenda nacional el desmontaje gradual del corporativismo autoritario: empezando por restituir el derecho al debate p¨²blico, terminar con las ¡°misas negras¡± en que se deciden las leyes al margen del parlamento, poner l¨ªmites estrictos a los abusos de poder, denunciar la corrupci¨®n y restablecer la transparencia p¨²blica, y sobre todo priorizar la credibilidad y renovaci¨®n del sistema electoral.
Pero el clamor nacional por elecciones libres nunca se traducir¨¢ en un cambio en las reglas del juego como una concesi¨®n del poder, sino ¨²nicamente como resultado de la presi¨®n de la gente. Y en esos momentos inciertos, cuando la estabilidad autoritaria resulte desbordada por la represi¨®n y el chantaje, el imperativo del cambio pac¨ªfico demandar¨¢ en los nuevos l¨ªderes del pa¨ªs la misma voluntad y determinaci¨®n de To?o Lacayo para desatar el nudo autoritario. Ojal¨¢ esta vez sea irreversible.
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