Colonia, s¨ªmbolo de solidaridad
No se debe hacer pagar a los refugiados el comportamiento criminal de unos pocos
Las causas m¨¢s honorables pueden ser ensuciadas. Es lo que ocurri¨® en Colonia. Se sab¨ªa que entre los refugiados llegados a esta ciudad iban a colarse unos cuantos canallas, gamberros y provocadores, cuando no, m¨¢s peligroso a¨²n, terroristas que buscan expandir la guerra en Europa. En Nochevieja se han perpetrado ataques en serie contra civiles y violaciones a mujeres. Oportunidad inesperada para los que no quieren acoger sino coaccionados y forzados, y una ¡°justificaci¨®n¡± bienvenida para el movimiento alem¨¢n Pegida, islam¨®fobo y ultraderechista, en la pura tradici¨®n nazi.
De todo el l¨ªo maloliente que surge de estos acontecimientos, hoy se sabe que se juzgar¨¢ a un agresor: un inmigrante sin papeles cuya presencia en Colonia podr¨ªa ser anterior a la llegada de los refugiados. Muchos otros han sido detenidos, los procesos se desarrollar¨¢n a lo largo del a?o y podemos tener por seguro que, en adelante, la simetr¨ªa Colonia-refugiados-disturbios-violaciones servir¨¢ de lema a todos los discursos xen¨®fobos y racistas. Evidentemente, la primera persona en desplegar esta bandera ha sido la se?ora Marine Le Pen, en Francia, cuyo fondo de comercio electoral gira en torno a la venta del odio antiinmigrante. En este pa¨ªs, las agresiones contra las instituciones musulmanas se han disparado estas ¨²ltimas semanas.
?Qu¨¦ ha pasado en Colonia? La verdad es que todav¨ªa no sabemos con rigor el fondo y el trasfondo de lo que ocurri¨®.
Est¨¢ claro que dentro de cualquier colectivo humano, y, m¨¢s a¨²n, en los que se encuentran en situaci¨®n de desestabilizaci¨®n territorial y cultural, surgen actitudes irracionales y violentas. No es necesario aqu¨ª recordar los disturbios de toda ¨ªndole cometidos por ultras futbol¨ªsticos, ni los ¡°desmadres¡± de fin de semana, como consecuencia del alcohol y las drogas, tan popularizados en la sociedad de consumo.
En cualquier caso, nada puede justificar los ataques a mujeres s¨®lo por el hecho de serlo. La ley debe ser imperativa y despiadada contra los culpables. S¨ª, es cierto que en la situaci¨®n de promiscuidad en la que est¨¢ confinada la gran mayor¨ªa de los refugiados, todo puede ocurrir. Por ello, cuanto antes se tramiten los procedimientos de petici¨®n de asilo, se podr¨¢ separar mejor la paja del trigo. Por otra parte, es verdad, que para muchos de los reci¨¦n llegados de pa¨ªses en los que el apartheid entre mujeres y hombres est¨¢ institucionalizado (Afganist¨¢n, Irak, Siria), encontrarse en un ambiente permisivo, donde el contacto entre g¨¦neros responde a diferentes c¨®digos, podr¨ªa incitar los instintos m¨¢s despreciables. Es imprescindible que las pautas, as¨ª como los valores y las normas de la sociedad de acogida, sean puestos en el centro de las condiciones de aceptaci¨®n de los peticionarios de asilo e inmigrantes. En cambio, las autoridades no deben aprovecharse de esta situaci¨®n para endurecer indebidamente las leyes y hacer pagar a todos aquellos que piden socorro el comportamiento criminal de unos gamberros. Colonia debe seguir siendo el s¨ªmbolo de la solidaridad.
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