Donald Trump, y tal y tal
El discurso simplificado y mesi¨¢nico del magnate sobrepasa el paradigma republicano-democr¨¢ta
La amistad com¨²n hacia Pl¨¢cido Domingo me hizo coincidir hace unos d¨ªas con un adinerado empresario californiano que financiaba la campa?a de Jeb Bush. Financiaba quiere decir que ha dejado de financiarla. Considera un despilfarro perseverar en la apuesta de la dinast¨ªa. Y considera inevitable en las primarias la victoria de Donald Trump, inevitable pero preferible, en su juicio, a la victoria de Ted Cruz.
El matiz cualitativo guarda relaci¨®n con la heterodoxia y la ortodoxia. Me explicaba el magnate californiano que prefer¨ªa a Trump porque su discurso es m¨¢s visceral que estructurado. Y que el peligro de Cruz, al contrario, consiste en tener el suyo perfectamente elaborado y hasta racionalizado. Ser¨ªa un ultraconservador profesional. Y sus posiciones sobre el aborto, la inmigraci¨®n, la seguridad, las armas y la identidad provienen de un programa contrastado en una convicci¨®n y en una naturaleza pol¨ªtica.
Donald Trump, en cambio, abjura de ella, de la pol¨ªtica. Su pujanza se explica no desde la afinidad republicana, sino desde el fervor del populismo. Quiere decirse que puede llegar tan lejos como Cruz en la xenofobia, el patriotismo y el liberalismo, como puede reclutar muchos votantes entre los compatriotas desenga?ados, extrapolando a EE UU la expectativa de los fen¨®menos mesi¨¢nicos que Berlusconi inocul¨® en Europa y cuyas r¨¦plicas supersticiosas se han ensanchado desde Farage hasta Orban.
Trump es el menos ortodoxo de los republicanos pero el m¨¢s conveniente entre ellos para disputar la Casa Blanca. Sobre todo porque el discurso de Cruz se expone al rechazo de las minor¨ªas negra e hispana, a la incertidumbre del voto femenino y al recelo de las clases urbanitas en las costas este y oeste de Estados Unidos.
Podr¨ªa ocurrirle lo mismo a Trump si no fuera porque el magnate ha sobrepasado el paradigma republicano-dem¨®crata. Y lo ha hecho amalgamando el carisma, la autoridad, la demagogia y la reivindicaci¨®n de su escepticismo hacia la pol¨ªtica. No vive de ella. Y promete a los compatriotas la expectativa de su propia prosperidad, llevando al extremo el principio de la simplificaci¨®n: si los terroristas son musulmanes, expulsemos a los musulmanes y no los dejemos entrar. ?Y si los mafiosos son italianos? ?Habr¨ªa que evacuarlos por id¨¦nticas razones?
Donald Trump puede disputar la Casa Blanca como Marine Le Pen va a disputar el El¨ªseo. Con dos diferencias. La primera es que Trump a?ade al bagaje del populismo la distinci¨®n de la antipol¨ªtica, el orgullo del outsider. Y la segunda, m¨¢s inquietante a¨²n, consiste en que puede ganar. Quedar¨ªa verificada entonces la paradoja de Waldo, un mu?eco animado de la serie Black Mirror cuya popularidad entre los espectadores a cuenta de sus bromas e iconoclasia termina convirti¨¦ndolo en candidato a la presidencia como quintaesencia del antisistema.
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