Los fracasos de la plaza de Tahrir
Cinco a?os despu¨¦s de la eclosi¨®n de la ¡®primavera ¨¢rabe¡¯, el balance pol¨ªtico de las revueltas es totalmente desolador
La primavera ¨¢rabe de 2011 cont¨® desde el primer minuto, justo al empezar la revuelta en T¨²nez, con la desagradable compa?¨ªa de los profetas del desastre. Primero fue el escepticismo sobre los efectos de las protestas tunecinas, que mal pod¨ªan derribar un r¨¦gimen al que todos daban por estable y al que, por cierto, algunos como el Gobierno franc¨¦s de Nicolas Sarkozy contribuyeron a sostener con el suministro de material antidisturbios hasta su ¨²ltimo suspiro. Luego empezaron las frases lapidarias en las que los agoreros se pillaron los dedos: Egipto no era T¨²nez, dec¨ªan tras la ca¨ªda de Ben Ali, y de ah¨ª que no pudiera caer el fara¨®n Mubarak, piedra clave del statu quo en Oriente Pr¨®ximo y de la seguridad de Israel. Cuando cay¨®, las profec¨ªas tomaron otros derroteros: visto que los ¨¢rabes pod¨ªan derribar a sus tiranos, seguro que no podr¨¢n construir reg¨ªmenes democr¨¢ticos. Por la raz¨®n fundamental de que la democracia no pod¨ªa ser compatible con el islam.
Del T¨²nez profundo ha salido la mayor aportaci¨®n de yihadistas al Estado Isl¨¢mico: al menos 3.000
De todo esto ahora hace cinco a?os. Las protestas empezaron el 25 de enero, declarado D¨ªa de la Rabia por la oposici¨®n egipcia, convocadas en buena parte a trav¨¦s de las redes sociales hasta llegar a la ocupaci¨®n de la plaza de Tahrir de El Cairo, s¨ªmbolo y epicentro de las libertades ¨¢rabes. El 1 de febrero, el presidente Mubarak dio un paso atr¨¢s y renunci¨® a presentarse de nuevo a las elecciones; el 4 fue declarado D¨ªa de la Partida por los manifestantes, y el 11 cay¨® el dictador, obligado a renunciar por el Ej¨¦rcito. Ahora la historia parece dar la raz¨®n a aquellos agoreros que ya despotricaban entonces. No hay que poner urnas, dec¨ªan, porque ganar¨¢n los islamistas y terminar¨¢n dando el poder a los yihadistas. Hay que apoyar a los reg¨ªmenes policiales porque lo que importa son la estabilidad y la seguridad y no la libertad y la democracia. El ¡°yo ya lo dec¨ªa¡± se oye aqu¨ª y all¨ª, en las capitales occidentales y en los pa¨ªses del Golfo.
Solo en un pa¨ªs, el m¨¢s peque?o, se mantiene viva la esperanza. En T¨²nez se ha producido una transici¨®n democr¨¢tica entera. La Constituci¨®n que se ha redactado y aprobado es la m¨¢s liberal del mundo ¨¢rabe y una de las m¨¢s feministas. Cuesti¨®n crucial fue su car¨¢cter inclusivo y consensual; por cierto, como en la transici¨®n espa?ola.
Y a pesar de todo, no est¨¢ claro que vaya a terminar bien. La econom¨ªa se halla maltrecha. El turismo no se ha recuperado desde 2011, sobre todo por los ataques terroristas ¡ªen el Museo del Bardo, en la playa de Susa, contra la guardia presidencial¡ª, que han ahuyentado a los extranjeros. Del T¨²nez profundo ha salido la mayor aportaci¨®n de yihadistas al Estado Isl¨¢mico: al menos 3.000, seg¨²n algunas evaluaciones. Y el pa¨ªs se halla al borde de la explosi¨®n social.
La lista de los fracasos o de las lecciones pol¨ªticas que se deducen de las revueltas va m¨¢s all¨¢ de las ideas antidemocr¨¢ticas de los monarcas ¨¢rabes, y de sus protectores occidentales. Veamos algunas. Las redes sociales pueden servir para la ignici¨®n de las revueltas, pero no para organizar las transiciones, e incluso pueden trabajar en sentido contrario. Los j¨®venes laicos y prooccidentales que protagonizaron las protestas pronto fueron barridos por la fuerza del islamismo, principalmente de los Hermanos Musulmanes, la poderosa cofrad¨ªa panisl¨¢mica que observ¨® primero las revueltas desde la ventana, luego se hizo con la direcci¨®n y termin¨® tomando el poder por las urnas. El fracaso de los Hermanos, con su incapacidad de consenso, su p¨¦sima gesti¨®n econ¨®mica y su idea de un islam pol¨ªtico sectario e iliberal, es uno de los datos m¨¢s trascendentes, porque alimenta el argumento que declara incompatibles islamismo y democracia.
No termina aqu¨ª el repertorio. Ah¨ª est¨¢ la maldici¨®n del r¨¦gimen militar egipcio, m¨¢s represivo ahora incluso que con Mubarak. Como todo golpista, el mariscal Al Sisi, que derroc¨® al presidente Mohamed Morsi, no ha limitado su represi¨®n al islamismo, sino que alcanza a toda expresi¨®n de pluralismo. Los militares echaron a Mubarak, tutelaron la transici¨®n y mantuvieron bajo vigilancia a los Hermanos Musulmanes en el poder hasta que la impopularidad de Morsi les permiti¨® echarlo a ¨¦l tambi¨¦n con el benepl¨¢cito de la oposici¨®n laica y progresista. Al Sisi hizo con Morsi, que le nombr¨®, algo similar a lo que Pinochet hizo con Salvador Allende en 1973. Ambos presidentes intentaron casar su doctrina, el marxismo del chileno, el islamismo del egipcio, con la democracia, pero no lo consiguieron y fueron derrocados por los mismos militares a los que ellos hab¨ªan promocionado.
Tanta raz¨®n ten¨ªan las casandras como que el domin¨® que deb¨ªa convertir, uno detr¨¢s de otro, a todos los pa¨ªses ¨¢rabes en democracias ha terminado en una serie de estados fallidos y en guerras civiles: Libia, Yemen, Siria, que se suman a Irak, Sud¨¢n del Sur, Somalia y a las debilidades de Nigeria, Mal¨ª, Chad, lugares todos ellos donde acampan las huestes del califato terrorista, el Estado Isl¨¢mico, ¨²ltimo y perverso reto?o de unas revueltas que empezaron orient¨¢ndose hacia Occidente y han terminado dirigidas contra Occidente.
La lista de las lecciones pol¨ªticas que se deducen de las revueltas va m¨¢s all¨¢ de las ideas antidemocr¨¢ticas de los monarcas ¨¢rabes
El fracaso en su dimensi¨®n geopol¨ªtica es occidental, de Estados Unidos y de Europa, que han soltado las palancas que ten¨ªan sobre la regi¨®n y cedido espacio de maniobra a pa¨ªses como Arabia Saud¨ª, Turqu¨ªa o Ir¨¢n. Las revueltas empezaron en una ins¨®lita atm¨®sfera de posmodernidad tecnol¨®gica y prooccidental que suscit¨® muchas esperanzas, pero el resultado es una desoccidentalizaci¨®n que ha permitido el regreso del presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, con su intervenci¨®n en Siria, transformado parte de las revueltas en enfrentamientos sectarios y convertido a la Uni¨®n Europea en un sujeto pasivo de la crisis, incapaz de actuar sobre Siria y de gestionar la huida de su poblaci¨®n hacia la Europa m¨¢s rica.
Francis Fukuyama ha comparado la primavera ¨¢rabe de 2011 con las revoluciones burguesas europeas de 1848, que tambi¨¦n fracasaron y desembocaron en reacciones autoritarias (ver su ¨²ltimo libro, Orden y decadencia de la pol¨ªtica; editorial Deusto, 2016). El pensador, que acu?¨® la idea del fin de la historia, considera que la democracia solo pudo triunfar en Europa despu¨¦s de pasar un severo sarampi¨®n identitario, y m¨¢s concretamente nacionalista, que en el caso ¨¢rabe se expresa a trav¨¦s del islamismo. Esta idea le hace pensar que la democracia tardar¨¢ todav¨ªa mucho tiempo en llegar a los pa¨ªses ¨¢rabes que protagonizaron aquella primavera de 2011.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.