Entre la miseria y Boko Haram
La carretera de Diffa, en N¨ªger, se han convertido en un campo de miles de desplazados
A veces Moussa Boulama se pasa toda la noche sentado bajo un ¨¢rbol. Hace dos semanas Boko Haram atac¨® su pueblo, situado en la frontera entre N¨ªger y Nigeria, y todos decidieron abandonar sus casas y sus cultivos y buscar un lugar m¨¢s seguro. Ahora, los 4.000 habitantes de Argou Goumseri viven en abrigos de ramas y paja cubiertos de pl¨¢sticos que no levantan un metro y medio del suelo y que fueron construyendo junto a la ¨²nica carretera asfaltada de la regi¨®n. Pero ni ah¨ª se sienten seguros de la furia de una secta que solo en los ¨²ltimos dos a?os se estima que ha matado a 16.000 personas. ¡°Estamos a tres kil¨®metros de la frontera, al otro lado solo queda la gente de Boko Haram, por eso apenas duermo¡±, asegura Boulama.
El viento del desierto golpea con fuerza, y por la noche la temperatura baja hasta los 10 grados. Sin mantas, apenas sin comida y sin agua, los ni?os est¨¢n todos enfermos: conjuntivitis, diarreas, resfriados. Es un gotear sin fin de personas ¡ªBoko Haram ha empujado al ¨¦xodo a casi dos millones de personas¡ª que llegan con lo puesto y se instalan donde pueden. La carretera nacional 1 que atraviesa la regi¨®n de Diffa, en N¨ªger, es el lugar de asentamiento de decenas de miles de refugiados y desplazados que huyen de Nigeria o de las zonas pr¨®ximas a una frontera, donde 70 pueblos han sido abandonados.
Un goteo de ataques
El paisaje es desolador. Las agencias de Naciones Unidas hablan de 350.000 personas que han dejado sus hogares y que se han instalado en una regi¨®n de 600.000 habitantes. Podr¨ªan ser muchos m¨¢s porque cada semana se suman miles. No hay un censo fiable y el reparto de la ayuda y la construcci¨®n de puntos de agua es lento y condicionado a los ataques de Boko Haram. Naciones Unidas y las ONG se est¨¢n viendo superadas por la rapidez de los movimientos de poblaci¨®n.
¡°Hasta principios de 2015, esta era la zona de repliegue de los insurgentes¡±, asegura Hassan Ardo, secretario general del gobernador de Diffa. Pero ¡°ahora es dif¨ªcil saber qui¨¦n es qui¨¦n. Hay infiltraciones y complicidad en los pueblos¡±, asegura. Hace dos d¨ªas, a 38 kil¨®metros de Diffa, un enfrentamiento entre insurgentes y gendarmes provoc¨® un muerto; una semana atr¨¢s una mina escondida entre la arena mat¨® a seis militares.
Nadie sabe por d¨®nde vendr¨¢ el pr¨®ximo golpe. El r¨ªo estacional Komadougou Yobe, la frontera natural entre N¨ªger y Nigeria en esta regi¨®n, se seca r¨¢pidamente en esta ¨¦poca y hay zonas donde se puede cruzar a pie con facilidad.
En el hospital regional de Diffa est¨¢n los que han vivido muy de cerca esos ataques. Madou Gan¨¢, agricultor de 27 a?os, fue atacado a tiros por dos miembros de Boko Haram cuando fue a trabajar a su campo de pimientos cerca del r¨ªo. ¡°Me lanc¨¦ al agua y sent¨ª que una bala me daba en la cabeza¡±, asegura mientras muestra un enorme vendaje en la parte superior del cr¨¢neo. A su lado, Madou Adji, de 36 a?os, tiene la pierna inmovilizada: ¡°Me dispar¨® un soldado en la estaci¨®n de autobuses, debi¨® pensar que yo era un terrorista¡±. Desde que empezaron los ataques a Diffa, hace un a?o, unas 650 personas han sufrido heridas de bala, arma blanca y quemaduras.
Los primeros ataques en el lado nigerino de la frontera comenzaron en febrero de 2015, pero la secta radical, tambi¨¦n conocida con el nombre de Estado Isl¨¢mico de ?frica Occidental, acumula un sangriento historial en Nigeria. Nacido en 2002 en Maiduguri, capital del Estado de Borno, el grupo persigue la implantaci¨®n de la sharia o ley isl¨¢mica en el pa¨ªs. La secta se radicaliz¨® a partir de 2009 tras la muerte de su fundador, Mohammed Yusuf, a manos de la polic¨ªa. Desde entonces, la escalada de violencia ha sido imparable. Al frente se encuentra Abubakar Shekau, uno de los terroristas m¨¢s buscados del continente. Su imparable extensi¨®n por Borno, Yobe y Adamawa hizo que a mediados de 2014 anunciara la fundaci¨®n de un califato y que, a principios de 2015, se desencadenara una contraofensiva por parte de Nigeria que, sin embargo, est¨¢ lejos de haber acabado con los radicales.
Los incidentes parecen multiplicarse a medida que el Ej¨¦rcito nigeriano hostiga a Boko Haram en el sur. El grupo terrorista, acorralado junto al Lago Chad y en las fronteras de N¨ªger y Camer¨²n, aprovecha cualquier ocasi¨®n para atacar en los tres pa¨ªses. En octubre pasado, los radicales lanzaron tres ofensivas contra el pueblo de Baroua, en la ribera nigerina del lago. Hoy sus 10.000 habitantes se han trasladado junto a la localidad de N¡¯guanguam. ¡°Robaron todo lo que pudieron; y lo que no se pod¨ªan llevar, lo quemaron¡±, asegura Boulama El Hadji Manga, jefe del pueblo.
Los vecinos sin hogar viven en refugios construidos con bamb¨² y paja cerca de una base militar. M¨¦dicos sin Fronteras les ha construido unas letrinas y facilita su asistencia m¨¦dica en el centro de salud cercano. Pero el principal problema es la comida, que llega con cuentagotas y gracias al complicado trabajo de las agencias de la ONU en un contexto de inseguridad como este.
Alhadji Boucar Modou Gamb¨® ha tenido que huir en tres ocasiones de la violencia. Conoci¨® a dos j¨®venes que se unieron a Boko Haram. ¡°Lo hacen por ser superiores a los dem¨¢s. Cuando entran en la secta les dan un arma, una moto y empiezan a tener dinero¡±, explica. Ahora busca c¨®mo sobrevivir en Diffa, donde la actividad econ¨®mica est¨¢ pr¨¢cticamente paralizada y el 75% de los cultivos han sido abandonados dado que la mayor¨ªa se encuentran junto al r¨ªo y el lago, las zonas m¨¢s peligrosas. La pesca est¨¢ prohibida. Gamb¨® acaba de ser padre del peque?o Ari Dawa y s¨®lo desea encontrar un lugar donde su hijo crezca en paz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.