Los olvidados tambi¨¦n rezan
Prostitutas y toxic¨®manos de Ciudad Ju¨¢rez hablan de la llegada del Papa
China, Rosario y Lupillo habitan el territorio preferido del papa Francisco: las periferias existenciales. Los tres viven en Ciudad Ju¨¢rez, creen en Dios y muchos d¨ªas pasan hambre. El Santo Padre visitar¨¢ este mi¨¦rcoles su ciudad. Esto es lo que esperan de ¨¦l.
China y ?ngeles
Gorro de lana, ropa deportiva roja y una mand¨ªbula que baila sola. China es prostituta. Y tambi¨¦n heroin¨®mana, y tambi¨¦n madre de siete hijos de diferentes padres. No habla mucho y sentada en una esquina, con las piernas cruzadas, es modesta hasta para rezar: ¡°Cuando lo hago, pido s¨®lo por hoy¡±. Aunque cree en Dios, no va a misa y este mi¨¦rcoles tampoco podr¨¢ acudir a los actos del Papa. Tendr¨¢ que hacer la calle. Veinte d¨®lares por servicio. Pero ver¨¢ al Santo Padre por televisi¨®n.
- Y si se encontrase al Papa, ?qu¨¦ le pedir¨ªa?
- Pues¡ una caja con comida. Cereales, latas, vegetales, frijoles, arroz, mantequilla de cacahuete y¡ ?mermelada!
- ?No pedir¨ªa carne?
- ?Se puede? Es que no como nunca carne, no me alcanza.
China jam¨¢s ha o¨ªdo hablar de las periferias existenciales. Tampoco sabe mucho de Francisco. Pero le cae bien. ¡°Debe ser un hombre honrado¡±. A ella eso le impresiona. Ejerce la prostituci¨®n desde que es mujer. Y nunca ha tenido descanso. A lo largo de su vida ha visto de cerca la muerte. Los a?os oscuros de Ciudad Ju¨¢rez. 10.000 asesinatos desde 2008 a 2011, cuando muchas de sus compa?eras, las m¨¢s bellas, desaparec¨ªan. ¡°Se las llevaban pervertidos, sat¨¢nicos que andaban buscando jovencitas¡±.
- ?Y no sent¨ªa miedo?
- ?Y qui¨¦n iba a querer a una vieja como yo, tan correteada?
China dice tener 43 a?os y cree que una de la mejores cosas de la visita del Papa es que, aprovechando la confusi¨®n, igual le da la oportunidad de cruzar la frontera con Estados Unidos. All¨ª le gustar¨ªa criar a su hija peque?a, la chispeante ?ngeles, de 7 a?os. ¡°Quiero que sea mejor que yo¡±. Ese es su sue?o.
El remordimiento de Lupillo
Lupillo, exconvicto de 48 a?os, se siente a gusto. Al poco de amanecer se ha metido en el cuerpo medio litro de jalpe?o y un puntazo de hero¨ªna. Con eso calcula que aguantar¨¢ hasta la hora de comer. Nacido en Ciudad Ju¨¢rez, cree en Dios y asegura que se acercar¨¢ al aeropuerto cuando aterrice el Papa para ver si le cae ¡°un rayito de luz¡±. Lo dice con una media sonrisa. Despu¨¦s, ya no le asomar¨¢ ninguna m¨¢s. Es un cristiano callado, de manos inm¨®viles. Ha visto matar y ha matado. O eso cuenta. Fue hace a?os, de noche, en la orilla sur del R¨ªo Bravo. Acab¨® con la vida de un amigo a ¡°hierrazos¡±. ¡°Ten¨ªa una deuda de 2.500 d¨®lares y si no lo mataba, me mataban¡±, se excusa. En la vor¨¢gine de Ju¨¢rez, a nadie le import¨® un cad¨¢ver m¨¢s. Pero Lupillo no lo olvid¨®. Asegura que siente remordimientos y que cuando est¨¢ en la iglesia, solo, en silencio, aquello le vuelve a la cabeza y le enferma.
- Lo hice por miedo, ?sabe?
Para Lupillo la llegada del Papa es una buena se?al. ¡°Al menos alguien piensa en nosotros¡±. Pero no cree que le sirva de mucho. ¡°Si me encontrara con el Papa le mostrar¨ªa mi respeto, pero no le pedir¨ªa nada. Ni ¨¦l me puede cambiar¡±.
La pesadilla de Rosario
Rosario no se perder¨ªa por nada del mundo la visita del Papa. Piensa ir a verlo al aeropuerto y luego le seguir¨¢ a cada paso en Ciudad Ju¨¢rez. Ella, que acude a misa cada domingo, est¨¢ convencida de que la llegada de Francisco es ¡°una de esas cosas importantes que pasan en la vida¡±.
Rosario, de 33 a?os, ejerce en la salvaje calle Mina. Bajo un toldo de cervezas Corona, se ofrece a los transe¨²ntes. Cuando sale de la sombra, un sol de cuchillo dibuja su rostro. Tiene depiladas las cejas y viste una chaqueta rosa, un top turquesa y unas mallas de licra negra. Poco m¨¢s. Atiende de cinco a siete clientes al d¨ªa. 150 pesos por servicio. Le cunde m¨¢s que la maquiladora, donde insertaba arneses en refrigeradores por 480 pesos a la semana. ¡°S¨¦ que est¨¢ mal lo que hago, pero tengo que salir adelante¡±.
Su ¨²nico descanso llega los domingos. Ese d¨ªa cuida de sus tres hijos. Pero pocas veces encuentra la paz. Muchas noches se despierta en su cama presa del p¨¢nico. Es el demonio de sus recuerdos que la aleja de sus ni?os y la arrastra de vuelta al toldo de la calle Mina. En esos momentos, Rosario mira una figura de la Virgen de Guadalupe y reza. Si tiene suerte, se queda dormida.
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