El Padre Pistolas no recibir¨¢ al Papa
Un cura oficia misa con un rev¨®lver al cinto en un pueblo de Michoac¨¢n, donde llevar alzacuellos no te protege
Una cruz de ne¨®n corona esta peque?a parroquia. Por la puerta entra un se?or muy alto, fornido, con cazadora de ant¨ªlope y botas de serpiente. En una mano lleva un c¨®digo de derecho can¨®nico y en el cinto un viejo rev¨®lver. Alfredo Gallegos, el Padre Pistolas, es el irreverente cura de un pueblo de Michoac¨¢n que oficia misas armado. "?Por qu¨¦ lo llevo? El otro d¨ªa me pregunt¨® lo mismo un polic¨ªa y le dije la verdad: para defenderme de pinches rateros como ¨¦l", dice camino del p¨²lpito.
Es domingo, est¨¢ anocheciendo. Faltan solo dos d¨ªas para que el Papa Francisco visite Michoac¨¢n y los feligreses de Chuc¨¢ndiro, un peque?o pueblo de 2.000 habitantes a casi una hora de Morelia, la capital, han acudido expectantes a su homil¨ªa. Frente a una Virgen y un Cristo de madera, un monaguillo le ayuda a colocarse la casulla morada.
Pistolas, de 64 a?os, vive en los m¨¢rgenes de la jerarqu¨ªa cat¨®lica, predicando con palabras sencillas en un reba?o de ancianas, jornaleros, beatas y al menos un borracho al que caz¨® en la entrada: "T¨² ya vienes pedo, g¨¹ey". El p¨¢rroco carga sin respiro contra sus superiores eclesi¨¢sticos, contra los narcotraficantes que han convertido Michoac¨¢n en un polvor¨ªn, y su verbo alcanza hasta al presidente mexicano Enrique Pe?a Nieto.
"Oremos por la seguridad de Francisco", pide al comienzo de la misa.
Desde el obispado le han pedido que se mantenga lo m¨¢s lejos posible de los tres actos en los que participar¨¢ Francisco
D¨ªa de lucirse, el padre recurre a un cl¨¢sico, las tentaciones de Jes¨²s en el desierto, donde estuvo solo, "sin agua ni tequila". Los j¨®venes de ahora tambi¨¦n son seducidos por el demonio: "Son cachorrillos criados sin madres, que est¨¢n en el norte trabajando, y el narco les ofrece mil pesos. Como no tienen cari?o, nadie les dio pecho, acaban vendi¨¦ndose al dinero. Yo, en cambio, tom¨¦ el pecho hasta los dos a?os", cuenta sin escatimar en detalles.
El discurso del Padre Pistolas no es f¨¢cil de seguir. Le encanta el name-dropping. Comienza una frase con Cuauht¨¦moc?C¨¢rdenas y la acaba con Luis Miguel. ?Qu¨¦ tienen en com¨²n? Ambos van a morir, como todos los que estamos escuchando. O como Casildo, un vecino feliz, realizado, creyente, ejemplar, que fue la semana pasada a cambiar una pieza del coche y muri¨® en el taller de un ataque fulminante al coraz¨®n. As¨ª de ef¨ªmera es la vida.
El p¨¢rroco sujeta el micr¨®fono con un cintur¨®n atado alrededor del cuello. En la puerta hay dos altavoces que esparcen sus palabras por las calles vac¨ªas del pueblo. No ahorra cr¨ªticas a sus colegas de profesi¨®n. A muchos los considera "vendidos al poder", a bordo de coches sospechosamente caros, encamados con mujeres que son algo m¨¢s que amas de llaves.
En Michoac¨¢n levantar la voz contra el narco te puede costar la vida, aunque lleves alzacuellos. En la di¨®cesis de Apazting¨¢n, epicentro del conflicto entre autodefensas y el c¨¢rtel de Los Caballeros Templarios, cinco sacerdotes han sido asesinados en los ¨²ltimos quince a?os. El Padre Pistolas vio el final bastante cerca durante una ¨¦poca, y se recogi¨® en un voto de silencio que se prolong¨® durante seis a?os. Supo que los templarios le hab¨ªan puesto precio a su lengua.
Esperanza Guzm¨¢n, de 64 a?os, est¨¢ en primera fila. Por su rictus, no es de las que se pone al fondo a cuchichear con las amigas. "Esta iglesia estaba abandonada y ¨¦l la rescat¨®. Hay otra que tambi¨¦n est¨¢ arreglando. Al principio chocaban sus groser¨ªas pero ya estamos acostumbradas", dice en esta conversaci¨®n furtiva. La charleta la ha desviado del prop¨®sito de la misa, por lo que no comulgar¨¢ llegado el momento.
El p¨¢rroco es un defensor de los d¨¦biles, a la luz de sus acciones. En las parroquias en las que estuvo con anterioridad llev¨® luz y agua, asfalt¨® carreteras. Da catequesis a las prostitutas de Morelia y visita la c¨¢rcel para aliviar la conciencia de los presos. A la vez es retr¨®grado y falt¨®n en muchos aspectos. Las mujeres primero tienen que cuidar a sus hijos y despu¨¦s "putear y llevar falda". La decadencia de Espa?a, dice al o¨ªr el acento del periodista, tiene que ver con la proliferaci¨®n de la homosexualidad. Por todos lados ve "jotos aqu¨ª y all¨¢" que resquebrajan los cimientos de la sociedad.
Cerca del final, el monaguillo y una beata que le plancha y le cocina pasan el cepillo. "No me den tostones (monedas de medio peso, de poco valor), no sean codos, tenemos muchas cosas por pagar", dice. Y es cierto. El p¨¢rroco est¨¢ enfrascado en la restauraci¨®n de una segunda iglesia, una joya colonial, que lo tiene todo el d¨ªa con la calculadora en la mano. Del techo cuelgan unos candiles de oro con cristal austriaco y arreglar el retablo, una reliquia, cuesta una fortuna.
El Padre Pistolas no tendr¨¢ la oportunidad de cruzarse con Bergoglio. Acabada la misa, explica que desde el obispado le han pedido que se mantenga lo m¨¢s lejos posible de los tres actos en los que participar¨¢ Francisco. El establishment clerical desconf¨ªa de un cura que ha sido suspendido dos veces por desobediencia y que en el armario, en vez del cop¨®n y las hostias, guarda una pistola del calibre 45, un rifle y una espada toledana.
¡ªPor cierto, padre, ?tiene licencia de armas?
¡ªLa del Se?or es suficiente.
Cercano a la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, fue el primer seminarista convocado para la selecci¨®n michoacana de baloncesto. Dice ser pariente del cardenal Posadas Ocampo, asesinado por Joaqu¨ªn El Chapo Guzm¨¢n en el aeropuerto de Guadalajara, seg¨²n la siempre dudosa versi¨®n oficial. Escribe cuatro art¨ªculos semanales en hojas parroquiales. Le han entrevistado periodistas de Brasil, Jap¨®n, Estados Unidos y de una revista "prestigios¨ªsima" como Gatopardo, de Colombia. Como cantante ("tengo una bonita voz") ha grabado ocho discos. "P¨®ngase estos CD's en el coche durante el camino de vuelta", sugiere.
En el Reino del Padre Pistolas los pobres prevalecer¨ªan sobre los ricos, los ciegos sobre los videntes, los peque?os sobre los grandes, los tamales sobre los tacos, el mariachi sobre la m¨²sica banda, y, de seguro, la batuta la llevar¨ªa el propio Padre Pistolas.
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