Agust¨ªn Ch¨¢vez, el carpintero de Bergoglio
Un artesano de P¨¢tzcuaro, una hermosa ciudad de Michoac¨¢n, dise?o y construy¨® el mobiliario que emple¨® el Papa en su homil¨ªa en Morelia
El Papa Francisco hizo una reverencia frente a la Virgen. Despu¨¦s se acomod¨® en el sill¨®n desde el que presidi¨® la misa en el estadio Venustiano Carranza, en Morelia. Parec¨ªa algo cansado. Cuando lleg¨® el turno de la homil¨ªa se puso de pie y camin¨® hasta el atril. Durante el serm¨®n acarici¨® el amb¨®n y tambi¨¦n lo golpe¨® hasta hacerlo temblar. El sonido de esos impactos en la madera era m¨²sica para los o¨ªdos de un hombre sentado en primera fila.
Agust¨ªn Ch¨¢vez es el carpintero al que la Iglesia encomend¨® fabricar los muebles con los que Bergoglio ofici¨® misa en la capital de?Michoac¨¢n. "Una vez que el vicario de Cristo toca esa madera todo cambia. Podr¨¦ tallar otros iguales, volver a esculpir las uvas que simbolizan la importancia del vino, el escudo vaticano, pero jam¨¢s tendr¨¢n el mismo valor", explica excitado, como si todav¨ªa pudiera ver en su cabeza los dedos del Papa acariciando el cedro.
Ch¨¢vez, de 51 a?os, tiene un taller con 40 trabajadores en P¨¢tzcuaro, una bonita ciudad a una hora de aqu¨ª. El p¨¢rroco del lugar, el padre Carmelo, conoc¨ªa su destreza con la madera y le propuso hace unos meses dise?ar y fabricar, a su antojo, el atrio, el amb¨®n y la silla sede. La encomienda lo turb¨®.
El carpintero de Bergoglio dej¨® de dormir. En mitad de la noche se levantaba de la cama y acud¨ªa al taller con miedo a encontr¨¢rselo vac¨ªo. "Me obsesion¨¦ con que me iban a robar. Me imaginaba a alguien entrando en la noche y llev¨¢ndoselos", cuenta.
Dibuj¨® a mano los motivos vegetales del respaldo, los capiteles, el escal¨®n, y despu¨¦s los esculpi¨®. Como quedaban algo burdos en bruto, los alij¨®, tambi¨¦n con sus propias manos. Una vez acabados, el padre Carmelo los bendijo en la iglesia local, con todos los feligreses de P¨¢tzcuaro como testigos, y le pidi¨® al carpintero que los guardara otra vez en el taller hasta la v¨ªspera de la llegada del Papa. "No, no aguanto la presi¨®n de guardarlos. Mejor los dejamos aqu¨ª dentro", le contest¨® al p¨¢rroco.
Ch¨¢vez lleg¨® pronto esta ma?ana al lugar donde iba a arribar el Papa. Los nervios solo le hab¨ªan dejado dormir dos horas. Apenas escuch¨® el mensaje del argentino, sobre todo se fij¨® en las manos rozando la madera, en la espalda recostada en la silla. Le hubiera gustado contarles, a todos los que estaban alrededor, que ¨¦l hab¨ªan esculpido esos enseres que ahora considera "santos". Le pudo el recato.
Acabada la misa, los trabajadores del taller han vuelto a cargar los muebles en el cami¨®n. El carpintero no ver¨ªa con malos ojos que volaran a Roma y ocuparan aunque fuera un modesto lugar en el Vaticano pero nadie le ha comentado nada al respecto:"Salvo contraorden de Bergogilio, vuelven a P¨¢tzcuaro".
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