Historias de buenos y malos
La superioridad moral que caracteriza al populismo se extiende a derecha e izquierda
Cuando me ofrecieron escribir este art¨ªculo, me preguntaron: ¡°?Existe un populismo bueno (de izquierdas) y uno malo (de derechas)?¡± Y pens¨¦ que esa es la esencia del populismo: entender que hay una opci¨®n pol¨ªtica buena y otra mala, que hay una ideolog¨ªa moralmente superior. Este instinto populista es un resorte que todos llevamos dentro. Tendemos a imaginar que nuestros adversarios pol¨ªticos desean algo malo para el pa¨ªs o para el ¡°pueblo¡±, cuando, en realidad, prefieren otros caminos ideol¨®gicos para solventar unos problemas del pueblo que tambi¨¦n les preocupan.
Como se?ala con acierto Benito Arru?ada, esta superioridad moral est¨¢ muy extendida en la izquierda. El Partido Popular o Ciudadanos son vistos, en el mejor de los casos, como t¨ªteres de los poderes econ¨®mico-financieros y, en el peor, como una casta corrupta que persigue su lucro personal. En EE?UU, a los dem¨®cratas les cuesta reconocer que los republicanos tengan unos valores morales dignos de respeto. No creen que los republicanos se opongan al aborto porque defienden el valor de la vida, sino porque quieren oprimir a las mujeres.
Pero la derecha tambi¨¦n peca de superioridad moral. En EE?UU incluso los pol¨ªticos de principios recios, como Marco Rubio, est¨¢n cayendo en el juego destructivo. Recientemente, el senador por Florida afirmaba que ¡°cree apasionadamente¡± que Obama quiere destruir Am¨¦rica como parte de un ¡°plan¡± deliberado. La campa?a de otros candidatos republicanos a la presidencia se asienta sobre id¨¦nticas premisas. No es que los dem¨®cratas se equivoquen a la hora de apostar por la implantaci¨®n de un sistema sanitario con m¨¢s peso p¨²blico (Obamacare) en lugar de privado (un mercado desregulado de aseguradoras). No. El problema es que los dem¨®cratas buscan un fin pernicioso. Quieren subyugar al pueblo americano e implantar un r¨¦gimen socialista.
Esta sensaci¨®n de superioridad moral es la piedra angular sobre la que se asienta el populismo. Cuando logras transmitir a amplios sectores de la sociedad que hay una ¨¦lite pol¨ªtica que no es que proponga medios alternativos para alcanzar unas metas parecidas, o que defienda unos principios diferentes a los tuyos, pero tambi¨¦n respetables (como la elecci¨®n de la mujer de interrumpir un embarazo), sino que quiere someterte socioecon¨®micamente y pisotear tus principios, entonces tienes una audiencia populista. Un p¨²blico intolerante con los dem¨¢s que tolerar¨¢ mejor tus excesos pol¨ªticos.
Cuando transmites que hay una ¨¦lite pol¨ªtica que pisotear tus principios, entonces tienes una audiencia populista
Ya s¨®lo falta combinarlo con una buena estrategia populista. Como los yogures, las hay de todos los sabores. Pero comparten un sustrato maquiav¨¦lico, que es comprensible porque, si percibes la pol¨ªtica como la guerra con alguien que te quiere destruir, casi cualquier medida est¨¢ justificada. Veamos dos muy distintas. Por un lado, la estrategia simplona de Trump, que no construye argumentos separando ideas y frases, sino que enlaza una ristra de esl¨®ganes facilones con bravuconadas de imposible ejecuci¨®n. Pero as¨ª es capaz de presentarse como la encarnaci¨®n del pueblo frente a los grandes lobbies y la ¨¦lite pol¨ªtica de Washington. Una iron¨ªa, pues el ciudadano Trump es la personificaci¨®n misma del poder econ¨®mico.
Por otro lado, la estrategia m¨¢s compleja de Podemos ¡ªque, por cierto, no debemos confundir con la de muchas de sus confluencias, que tienen una aproximaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s constructiva¡ª. En palabras de sus dirigentes, el objetivo de Podemos es ¡°dicotomizar el espacio pol¨ªtico¡± entre un pueblo y un ¡°antipueblo¡±, un enemigo que ellos quieren construir con su discurso. Pablo Iglesias lo admit¨ªa sin ambages en su art¨ªculo en New Left Review. La ¡°hip¨®tesis Podemos¡± buscar¨ªa la ¡°latinoamericanizaci¨®n¡± del sur de Europa, una ¡°posibilidad populista¡± teorizada por ?nigo Errej¨®n siguiendo la estela de Ernesto Laclau, autor de La raz¨®n populista. El art¨ªculo es un manual abierto sobre c¨®mo manipular el lenguaje para los fines partidistas. Por ejemplo, Iglesias considera que no hay que revelar qu¨¦ piensa el partido en determinadas ¨¢reas (como pol¨ªtica penitenciaria) hasta que no se haya conquistado ¡°la maquinaria de poder institucional¡±. Una vez en el poder y como escribi¨® Errej¨®n en otro art¨ªculo revelador, un Gobierno popular ¡°no puede ¡®gobernar para todos¡¯. Es m¨¢s, no puede dar siquiera la imagen de que gobierna para todos porque eso ser¨ªa tanto como disolver la identidad popular¡±. Vamos, que la mujer del C¨¦sar no debe ser honesta ni parecerlo.
Los populistas crecen en toda Europa y los intentos de enfrentarse a ellos utilizando su mismo c¨®digo binario ¡ªnosotros, los dem¨®cratas, contra ellos, los radicales¡ª s¨®lo les reforzar¨¢n. La atenci¨®n de los partidos tradicionales y no-populistas (incluyendo grupos aliados a Podemos) debe centrarse en ellos mismos, en crear un clima pol¨ªtico de respeto mutuo. Que la izquierda reconozca en la derecha unos valores morales tan dignos como los suyos y una vocaci¨®n de contribuir al bienestar social tan loable como la suya; y viceversa. Acusar a tu adversario ideol¨®gico de no querer gobernar para todos es la mejor manera de abrir la puerta a los que efectivamente no quieren gobernar para todos.
V¨ªctor Lapuente es profesor de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad de Gotemburgo y autor de El retorno de los chamanes.
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