El abandono de los sin papeles en Libia
Cientos de indocumentados extranjeros llevan meses encarcelados en Misrata
El capit¨¢n de polic¨ªa que est¨¢ a cargo del centro de inmigrantes indocumentados de Misrata, Mohamed Kahol, trabajaba hace cuatro meses en Homicidios. ¡°Antes trataba con asesinos, presenci¨¦ historias horribles. Pero aqu¨ª me dan ganas de llorar con lo que veo¡±. Lo que ve no le est¨¢ permitido verlo a los periodistas. No se puede acceder al lugar donde se hacinan los sin papeles detr¨¢s de las rejas. Pero, a cambio, permite que vengan ellos a su despacho y hablen. Algunos no necesitan hablar para describir el horror de la experiencia. Es el caso de dos hermanos de cuatro y cinco a?os de N¨ªger. Llegaron hace una semana a esa antigua escuela reconvertida en c¨¢rcel y les quedan meses por vivir en esta prisi¨®n, como al resto de los 400 inmigrantes.
Al menos esos dos ni?os tienen la suerte de que su madre est¨¢ con ellos. Tambi¨¦n entran en esa c¨¢rcel ni?os y adolescentes sin ninguna compa?¨ªa. Buhacar Jassey es un pintor de brocha gorda que ha cumplido los 19 a?os ah¨ª dentro. En 2013 se le ocurri¨® emigrar desde Gambia a Libia para enviar dinero a su familia. Est¨¢ acatarrado y se suena los mocos en una toalla. ¡°La polic¨ªa me detuvo una noche en Tr¨ªpoli y me envi¨® a Misrata hace un a?o. Y aqu¨ª sigo. Un amigo de Gambia tuvo peor suerte a¨²n, porque intent¨® escapar de aqu¨ª, los polic¨ªas lo cogieron y le dieron tal paliza que muri¨® al cabo de siete d¨ªas. Eso lo he visto yo con estos ojos¡±.
Buhacar Jassey sostiene que las condiciones de vida han mejorado desde que lleg¨® el nuevo director, el capit¨¢n Kahol. ¡°Ayer, por ejemplo, vino un m¨¦dico. Eso antes no pasaba¡±. ¡°Pero a pesar de eso, en esta c¨¢rcel se vive muy mal. La comida es insuficiente, el agua es de muy mala calidad, nuestra cama es el suelo, dormimos 13 en la misma habitaci¨®n, hace mucho fr¨ªo y vivimos aislados del mundo, no sabemos qu¨¦ pasa en el exterior, no hay tele ni radio¡±. Por supuesto, tampoco tienen tel¨¦fonos. ¡°De vez en cuando les dejamos hacer alguna llamada a sus casas con nuestros propios m¨®viles¡±, admite el polic¨ªa.
De pronto se presenta en el despacho de Kahol el c¨®nsul de Chad en Misrata, Ibrahim Jalaby. Kahol lo invita a caf¨¦ y comenta en su presencia: ¡°?l har¨¢ lo que hacen todos los c¨®nsules. Hacen fotos a los inmigrantes de sus pa¨ªses, hablan con ellos y se van. Pero no se llevan a ninguno¡±. El c¨®nsul sonr¨ªe y explica que no es f¨¢cil sacar a la gente de Libia. Las carreteras no ofrecen seguridad y no hay vuelos directos a su pa¨ªs. ?Y los vuelos a trav¨¦s de T¨²nez? Son caros, pero no lo dice.
Aqu¨ª se vive muy mal. La comida es insuficiente¡±, dice un emigrante de Gambia
Kahol mete en su despacho a cuatro inmigrantes para que hablen con el periodista. Ah¨ª est¨¢ Melzah Mohamed, de 20 a?os. ¡°Hay muchos paquistan¨ªes. Pagaron 1.800 euros por un visado y cuando llegaron aqu¨ª se dieron cuenta de que el visado era falso¡±, dice Kahol. A su lado, el argelino Abdul Kader, de 57 a?os. Trabajaba en Sirte cuando lleg¨® el Estado Isl¨¢mico (ISIS, en sus siglas en ingl¨¦s). ¡°Me ofrecieron reclutarme, pero yo solo quer¨ªa trabajar. Perd¨ª mi trabajo, me vine aqu¨ª y ahora no tengo forma de salir de aqu¨ª¡±.
Hay presos de Nigeria, Somalia, Eritrea, Gambia, Egipto¡ Unos huyeron del hambre y otros de la guerra en sus pa¨ªses. Pero en Libia no se distingue entre inmigrantes o refugiados pol¨ªticos. La ¨²nica manera de salir de esa c¨¢rcel sin que sus embajadas los reclamen es obteniendo un permiso de cualquier libio que los necesite para hacer alg¨²n trabajo en sus casas, cualquiera que se responsabilice de ellos. Pero en las calles de Misrata hay miles de inmigrantes subsaharianos, muchos de ellos indocumentados. Se ponen al lado de la autopista a cualquier hora del d¨ªa o de la noche, con una maza y un martillo en el suelo como reclamo. ?Por qu¨¦, entonces, unos est¨¢n en la calle y otros en la c¨¢rcel?
Controles contra el ISIS
¡°Las fuerzas de seguridad¡±, explica Kahol, ¡°estar¨ªan encantadas de traerme aqu¨ª a todos los que ven por las calles de Misrata. Pero yo no tengo espacio. Lo primero que hice cuando llegu¨¦ fue preguntar qui¨¦n llevaba aqu¨ª m¨¢s tiempo. Uno levant¨® la mano y dijo que llevaba un a?o y seis meses. Le dije: ¡®Fuera de aqu¨ª¡±.
En la calle, la polic¨ªa est¨¢ alerta con los extranjeros ante su posible pertenencia al Estado Isl¨¢mico. Abundan los controles de tr¨¢fico dentro la ciudad, aparte de los que ya hay en los principales puestos de entrada y salida. El agente Salem al Majeay dirige uno de esos controles y cuenta que este mes detuvo a dos tunecinos sin papeles. ¡°Supongo que pertenecen al Estado Isl¨¢mico. Yo me limit¨¦ a mandarlos al Servicio de Inteligencia¡±. Al Majey explica que ¨¦l procura centrarse en los coches sin matr¨ªcula, ¡°que hay much¨ªsimos en Libia¡±.
Si nadie se los lleva se quedar¨¢n aqu¨ª toda la vida¡±, augura el director del campo
Pero la mayor parte de los extranjeros recluidos en la antigua escuela de Misrata reconvertida en c¨¢rcel de inmigrantes nunca tuvieron la oportunidad de conducir un coche en Libia. Y puede que tarden mucho tiempo en hacerlo. ¡°Si nadie se los lleva se quedar¨¢n aqu¨ª toda la vida¡±, augura el capit¨¢n Kahol.
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