No es la soberan¨ªa, es la ducha fr¨ªa
La salida de Reino Unido dejar¨ªa muy tocada a la Uni¨®n Europea y a Occidente
El l¨ªder de los liberales en el Parlamento Europeo, el belga Guy Verhofstadt, afirmaba recientemente que Europa sin el Reino Unido no cuenta, no puede ser, a pesar de sus 500 millones de habitantes, un contrapeso de China, Estados Unidos o Rusia. El doble veto de De Gaulle, en 1963 y 1967, al ingreso de Gran Breta?a en la Comunidad Europea fue la ducha fr¨ªa que le despert¨® del sue?o de su espl¨¦ndido aislamiento. Posteriormente ingres¨® en la CEE, ratific¨¢ndolo luego por refer¨¦ndum. La ¨²nica cura r¨¢pida para su situaci¨®n de letargo solo puede ser un est¨ªmulo externo. El ¨²nico remedio seguro es volcarse hacia fuera, recetaba en 1971 Anthony Sampson, en su indispensable Anatom¨ªa de Gran Breta?a (Tecnos).
Hoy, medio siglo despu¨¦s, to be or not to be together es la cuesti¨®n, como ha resumido en un tuit Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo. Para muchos eur¨®filos, Reino Unido es un europeo accidental, que sigue pensando que la niebla en el Canal de la Mancha a quien a¨ªsla es al continente; remiso, en b¨²squeda siempre de excepciones y concesiones, que debiera abandonar el club, sin que medie destrozo alguno. Craso error, porque el abandono de Reino Unido dejar¨ªa muy tocada a la UE, y a Occidente, despertando solo el aplauso de Putin. Rusia es fuerte cuando Europa es d¨¦bil.
El Brexit no aporta beneficios econ¨®micos o geoestrat¨¦gicos demostrables a ninguna de las dos partes. La cuesti¨®n hamletiana a resolver la provocan dos factores combinados: lo peque?o que se ha hecho Reino Unido y la debilidad del proyecto europeo, que navega a la deriva, sin apoyo ciudadano y sin pol¨ªticas comunes. Con un absurdo reforzamiento de los Estados naci¨®n en un intento, destinado al fracaso, de contener la globalizaci¨®n. Ninguna instituci¨®n tiene la obligaci¨®n moral de autodestruirse, pero al mismo tiempo la historia nos demuestra que el ¨¦xito, el proyecto de integraci¨®n europea lo ha sido, y grande, nunca es definitivo.
El argumento m¨¢s s¨®lido de los escapistas brit¨¢nicos es la necesidad de recuperar la soberan¨ªa de su Parlamento, la madre de todos los parlamentos, lo que ser¨ªa incompatible con su pertenencia a la UE. La soberan¨ªa en el siglo XXI es siempre relativa, nos recuerda Bagehot en The Economist. Su absolutismo forma parte del pensamiento m¨¢gico: es una fantas¨ªa. Gran Breta?a lleva cediendo soberan¨ªa desde 1945 a poderes extra?os: la OTAN, el FMI, la OMC. La central nuclear de Hinkley C, la primera que construir¨¢ Reino Unido desde 1995, ser¨¢ financiada por China y el proyecto liderado por la empresa p¨²blica francesa EDF. ?Hablamos de soberan¨ªa energ¨¦tica?
En un mundo interdependiente, la opci¨®n no es entre la soberan¨ªa pura y la compartida, sino entre la compartida y ninguna. Debemos buscar un juego de suma cero, en el que las ganancias de Reino Unido y la UE se equilibren. Porque cuando m¨¢s interdependientes somos, prosperamos cuando los dem¨¢s tambi¨¦n prosperan. La decisi¨®n de continuar en la Uni¨®n es la ducha fr¨ªa que necesitan tanto Gran Breta?a como Europa.
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